![[Img #30533]](https://infonortedigital.com/upload/images/07_2025/2054_lolasosaopinion.jpeg)
Cuando observo las imágenes desde la comodidad de mi sofá, me acuerdo del frío y la oscuridad. Cuando observo los rostros de la desesperanza me pregunto en qué nos hemos convertido: en el homínido insustancial, en el homo impertérritus, en el humano que ve desde la distancia el dolor en imágenes que quedan a una distancia abisal, como en una película que nos sacude tan sólo temporalmente, supeditada al tiempo de un informativo. Luego, la nada. Todo ha desaparecido, todo se ha esfumado, mientras el dolor real se aferra al camino, a la desesperación de arrojarse a un mar que lleva a la nada, a la incomprensión de una vida puta, de un acorde disonante que suena a chirrido.
En el centro de la nada se niega la humanidad, el acto fundacional de la especie, el hecho de existir. Europa se funda en el olvido de lo que somos; conocemos lo real y no tomamos decisiones sobre la realidad.
La existencia se funda en la ignorancia del dolor cuando no nos toca de manera directa. Ahora lo importante es lo efímero, lo que pasa de forma inmediata porque, en el fondo nos humilla nuestra incapacidad para reconocer el rostro del otro, del que sufre. Por eso levantamos vallas para no ver nuestras vergüenzas, para no reconocer que los derechos no son privilegios.
Fundamos nuestra humanidad en el reflejo de una economía que olvida, que arrincona, que inventa artilugios para fotografiarnos a nosotros mismos, obsesionados por nuestra imagen. Huimos del amor no correspondido a nuestros congéneres y amamos obsesiva y compulsivamente las pantallas, el reflejo, porque eso es todo cuanto la mayoría es.
Ser viral es algo importantísimo; la nada nos rellena y nos satisface, mientras nos hundimos en una imagen insustancial, nihilista, vulgar y obscena. Selfie es una palabra terrible porque su raíz se sumerge de manera radical en el narcisismo más analfabeto, más mundano. Enamorados de nosotros mismos tenemos que estar al tanto de todo lo banal porque si no, no somos nadie.
Conectividad. La red nos ha atrapado y el homínido se siente terriblemente satisfecho de su superficialidad, del cacareo inconsistente de los programas que huelen a estiércol empaquetado de manera primorosa, preparado para el consumo inmediato. Qué bien nos sabe la mierda manufacturada, con qué facilidad tragamos lo que ya viene masticado, regurgitado; ganar no es una opción, es una tarea titánica en estos tiempos en los que ser es tan solo una curiosidad, una excentricidad; el soplo de un tenue candil que se enciende en la distancia.
Oigo una voz en la lejanía y no soy yo.
Lola Sosa
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