
El Hornillo y el Lomo de Arévalo son camino; camino desde Las Palmas a Teror; camino desde las cumbres a la costa; camino de romeros hacia la fiesta y la fe; camino de pedreros y canteros hacía el Císter en su construcción; camino hacia la celebración y el sentimiento de unidad de los hombres y mujeres que aquí viven o luchan por vivir, algo cada vez más frecuente.
Ese camino fue seña definitoria de toda esta zona y la razón de ser de su poblamiento. Partía de la plaza trianera de San Nicolás, desde donde subía hasta el altozano de San Francisco; Las Tunerillas; Almatriche; la Cancela; la iglesia de San Lorenzo; por Román arriba hasta la Cruz de Lo Blanco; Miraflor y bajando por empinadísima cuesta llegaba hasta El Puente del Molino, que desde 1827 ayudó a todos a no tener que bajar al cauce del barranco de Tenoya sirvió ya desde su construcción para definir claramente la jurisdicción del Pino: pasando el Puente ya se vislumbraba la Virgen.
El 31 de mayo de 1882 el Senado de España incluyó la carretera de Tamaraceite a Teror en el Plan General de aquel año, y el primer tramo de su obra hasta la Vuelta de Narciso se adjudicó el 30 de octubre a don Juan de la Fe Jiménez Miranda, natural de Teror, que la culminó tres años más tarde. Habría que esperar al 7 de enero de 1887 para que se diera anuncio al inicio de la segunda fase que, por decisión e impulso de los políticos terorenses se comenzó a realizar del casco Teror hacia el Puente del Molino, pasando por El Hoyo. Y aquí se incluyó una pequeña acción que abrió toda esta zona del Lomo de Arévalo -hasta entonces un Cortijo cerrado- al caminante, ya que se realizaron las obras necesarias para unir el Puente, risco arriba por una cuesta empinadísima que aun afortunadamente existe, con el antiguo camino. La apertura final de la nueva carretera en 1897 significó la prosperidad y el avance de Teror en muchos aspectos, pero dejó al Hornillo, Mujica, El Paso, Miraflor, San José del Álamo, en un abandono que duró décadas. Cuando ya en el siglo XX, por el motivo de la Guerra Civil, la Virgen del Pino bajó a Las Palmas después de más de un siglo sin hacerlo, lo hizo ya por la nueva carretera.
La Bajada de Nuestra Señora del Pino inició una nueva tradición ya perpetuada hasta la de este mismo año, y todo el barrio perdió este uso y costumbre de las gentes de Gran Canaria desde 1607.
Expresaba un entusiasta de todo este lugar hace ya bastante tiempo lo siguiente:
“Otro dicen, hubiera sido el trazado de la carretera si el puente no hubiera estado allí, entre dos filones de las montañas que bajan angostando el barranco… ¡Qué bonito es el barranco, turbio, cuando pasa bajo sus paredones con rumor de jerga, anegando cañaverales y ñameras, juncos y varas de los linderos!
En torno al puente se recortan tres macizos montañosos, sarpullidos de arboleda. La montaña del Hornillo, con su cuesta áspera, muy pina, allá a la izquierda y empedrada para el humilde caserío. Y por la cuesta arriba suben los veroles, las zarzas con sus racimitos dorados y las flores de mayo”
Era verdad. Un barrio hermoso, productivo, de buen vecindario por el que había discurrido el lento y sereno peregrinaje de San Antonio Mª Claret en el siglo XIX; quedó casi desamparado de la mano de políticos y de todos aquellos que tenían que preocuparse por su futuro. Pero entonces, mediando el pasado siglo, comenzaron a oírse voces pidiendo ya esa atención: algunas de ellas de personajes públicos como la de Ignacio Quintana Marrero, poeta y periodista terorense, que desde inicios de la década de los 60, clamó por una mayor atención pública hacia esta zona y además las de los propios vecinos, cada vez más numerosos que pedían arreglos, luz, agua y la mejora del secular camino.
Y así comenzó el resurgir.
El 20 de octubre de 1963, el gobernador civil Antonio Avendaño Porrúa, el Presidente del Cabildo, Federico Díaz Bertrana, el alcalde Manuel Ortega y Monseñor Socorro Lantigua, inauguraron los primeros arreglos en lo que los documentos públicos llamaban “la pista de los Llanos de Arévalo”, y en El Hornillo, el Gobernador se comprometió personalmente con los vecinos a continuar en la labor de poner al barrio en el lugar en el que, por tradición y creciente población, merecía.
Poco a poco fueron haciéndose cosas, mejoras, como la inauguración el 10 de agosto de 1968 del depósito de abasto público. Pero sería el Cabildo Insular de Gran Canaria, presidido por el mismo Díaz Bertrana quien daba seis años más tarde, un completo avance a todas estas pequeñas actuaciones, incluyendo en sesión celebrada el 30 de abril de 1969, el arreglo total de la carretera desde San José del Álamo hasta Teror con una dotación, bastante crecida para entonces, de ocho millones de pesetas.
Y comenzó un desarrollo urbanístico, todavía imparable y como ningún otro lugar del municipio, en un sitio que hasta los mismos vecinos se equivocaban al nominar: ¿eran Los Llanos o el Lomo?
¿Quién había sido ese Arévalo que diera nombre al lugar?.... La preocupación por las raíces de la historia daba a entender que todos comenzaban a interesarse por recuperar lo perdido.
Antonio de Arévalo, conquistador e hijo de otro conquistador llamado Pedro de Arévalo, recibió estas tierras en los primeros repartimientos efectuados por los gobernadores entre 1485 y 1489, cuando resulta beneficiado con una caballería de diez aranzadas en este lugar que recibió su apellido como nombre. Antonio de Arévalo regresó a la península, pero unos años más tarde, y ya como regidor de la ciudad vallisoletana de Olmedo tuvo que pleitear ante la Corona por esta finca que le había sustraído Juan de Lezcano para unirla a sus propias tierras, el 25 de mayo de 1504:
“En Medina del Campo. Incitativa al gobernador o juez de residencia de Gran Canaria, para que determine en la petición de Antonio de Arévalo, vecino y regidor de la villa de Olmedo, que reclama una caballería de tierra que Pedro de Vera, gobernador que fue de dicha isla, le entregó en el valle de Tenoya, por su participación en la conquista de la isla, y que posteriormente fue adjudicada a Gonzalo Arias, criado de Gonzalo de Baeza, contra lo que Antonio de Arévalo obtuvo una cédula dirigida al gobernador de la isla, pero éste falleció en Lanzarote al regresar de Berbería, por lo que hubo de simular una venta a Juan de Ceverio, teniente de gobernador, quien se niega a devolverle dicha caballería”
Solucionada la controversia, el Lomo –la parte alta de la finca- y Los Llanos -la parte cercana al barranco-, volvieron a su propiedad. Y fueron pasando de unos poseedores a otros hasta que en 1839, se decidía sacar a la venta las propiedades del Convento de San Bernardo de la Ciudad de Las Palmas, entre las que estaba este cortijo de 65 fanegadas y 9 celemines, con tierras de distintas calidades y una cueva ubicada en la finca y valorad todo en 28.700 reales.
Pero por distintas razones, no sería hasta el 28 de mayo de 1868, cuando el “Cortijo de Llanos de Arevalo con una cueva” conjuntamente con la finca de La Palma fueron vendidos al indiano don Sebastián Medina Sánchez, cuyos herederos son propietarios aún hoy en día de parte de la zona baja del Cortijo.
El Hornillo, al contrario, fue siempre propiedad de labradores que, por una particularidad singular de la piedra del lugar, fue cuna desde el siglo XVIII de canteros y mamposteros, que mandaban sus trabajos desde aquí hasta Cuba y Santo Domingo; junto a edificios tan importantes como el terorense Convento del Císter cuyas paredes también salieron de aquí.
Esta historia es base y fundamento de uno de los barrios más jóvenes del municipio terorense que eligiendo a Nª Sª del Carmen como su patrona, trajo a estos campos de las medianías de Gran Canaria los sonidos del bucio y el olor del salitre marino.
Señal inequívoca de la prosperidad, la renovación y el coraje de los habitantes de este lugar.
Desde la mar hasta el campo
Vino la Virgen del Carmen
Y con fiestas y con cantos
Aquí quieren regalarle
Y junto al verde barranco
Esta Estrella de los Mares
Protege a los del Hornillo
Y al cielo lleva su Salve
¡Con el corazón deseo a todos y todos los que viven en El Hornillo o allí tienen su alma, un feliz Día de Nuestra Señora del Carmen y que sigan desde esa orillita del Barranco de Lezcano haciendo que el campo huela a mares y que el Santo Escapulario brille en Teror y lo proteja de males!
José Luis Yánez Rodríguez
Cronista Oficial de Teror
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