En política, si no hay vocación, difícilmente saldrán bien las cosas

Juan Reyes González

[Img #5587]Desde siempre he tenido claro, de que para ejercer cualquier profesión, incluida la política, es esencial, además de dominar suficientemente la materia de que se trate, tener vocación para realizar el trabajo en el que cualquier persona se implique; pues sin vocación no suelen salir bien las cosas y por lógica, el fracaso podría ser enorme y mucho más aún, si ese proyecto de vida, conlleva que por sus manos y sus decisiones, tengan que pasar situaciones controvertidas y complicadas de resolver.

 

Por tanto, ni que decir tiene, que es esencial tener vocación de servicio, para ejercer con dedicación y entrega, una profesión. Y lo que es más todavía, entiendo, que para realizar un trabajo, si la vocación no ha estado ahí, permanentemente alerta, para impulsarte a ejercerlo, nunca podrás terminarlo convencido de haber conseguido esa meta; porque éste, es el claro ejemplo de una vocación nacida de dentro y que has acreditado con la experiencia de la vida. Sin embargo, en la política, a día de hoy, visto lo visto, se ha perdido mucho de lo que es fruto de la vocación; es decir, hay políticos que entran en ella, porque les supone, una solución pasajera, en multitud de ocasiones, para su situación económica o bien para escalar a puestos que están movidos por líderes, que los puedan introducir en ese mundo tan enigmático; pues de lo contrario no llegarían nunca a conseguir lo que pretenden. Y cuando abandonan esa academia en la que han entrado, se suelen dar cuenta de que han estado utilizados y manipulados y sobre todo, que han sido obedientes a los mandatos del jefe de fila, que les puso en el puesto, y que los han quitado de en medio, cuando ya no les interesaba, y que en muchos casos, no tenían ni donde “caerse muertos”, con lo que se da lugar a partir de ahí, al comienzo de una larga carrera pedigüeña para que les coloquen de “asesor” y los mantengan a costa de los impuestos de los demás, en cargos de sus respectivos partidos políticos, a nivel local, insular, provincial regional, o nacional, etc., pero siempre teniendo la fecha de caducidad de quien les recomendó y les introdujo en esa rueda giratoria.

 

Y que también hay políticos que han decidido dedicarse a ella, pero que tienen una profesión que ejercen, que viven de ella y que cuando los quitan o se marchan de la política, saben que van a volver al lugar vocacional que tenían o al puesto que opositaron en su momento, donde la sociedad civil, siempre los esperarán, porque sus conocimientos y profesionalidad nunca serán ensombrecidos por aquellos comediantes de la política que los ponen y quitan en función de lo adheridos que estén al líder de turno.

 

Desde que entramos en democracia he podido observar, cómo en todos aquellos puestos políticos, sobre todo, aproximadamente, en las dos primeras décadas y media, que han habido personas documentadas, preparadas, con carreras universitarias o profesiones propias, que miraban el interés general de la sociedad, eran disciplinadas en sus quehaceres y desde luego, responsables hasta el final de todo aquello que se les encomendaba, por lo que la política de los primeros años de la democracia era, a mi juicio, una política educada, para nada insultante y sucia, como estamos viendo ahora, y donde las personas se anteponían a cualquier otra causa. De hecho, una larga relación de políticos, han pasado por los Parlamentos, Cabildos, Diputaciones, Ayuntamientos, empresas públicas, etc., resolviendo en sus cometidos las funciones que se les dieron; y han dejado claro, que no estaban en política, precisamente por el dinero; pero a día de hoy, visto lo visto, todo esto se ha perdido, porque parece ser, que hay una mayoría que solo piensa en tener un escaño de lo que sea o ser asesor de lo primero que venga, con el único fin de tener un sueldo fijo, cotizar por la base máxima o intentar entrar en una empresa pública con contrato permanente y no tener más carrera de futuro que jubilarse en la misma; sin olvidar las puertas giratorias, sobre las que habría mucho que decir. Eso está ocurriendo en la práctica totalidad de los partidos políticos, donde se aprecia que hay un deseo enorme de liberarse por un sindicato, o liberarse de la nada, para convertirse en un personaje; pues el currículum que algunos aportan a la vida pública suele suele ser “muy pobre”, pero eso sí; muchos de los profesionales de la política tienen en su carrera un máster que es “quitar al que está, para ponerse él” y claro, manejan todo tipo de artimañas para desalojar al mandamás.

 

Todo esto viene a demostrar que la vocación política, se ha perdido sobremanera, que muchos profesionales políticos, no tienen vocación ni espíritu de servicio, solo horarios, como si fueran funcionarios de la administración en la que se encuentran y desde que son jóvenes y en esas juventudes de partidos, se están formando y su único deseo y aspiración es perpetuarse de lo que sea, ser alguien de la política, “de los que saben de todo y que no entienden de nada”, y seguro que aquel que viene con vocación y es profesional en la política terminará aburrido y con una experiencia colmada de tristeza.

 

Trabajar para algo que tiene como única meta, vivir de un sueldo, ya sea en la oposición como en el gobierno, supone tranquilidad; pero está claro, que no será ese trabajador, que hace horas extraordinarias, que lucha por un puesto de trabajo o que es un autónomo sin horario ni fecha en el calendario, sin olvidar a tantos funcionarios que también están entregados en su vida funcionarial, rindiendo al máximo y siempre esperanzados en que su trabajo será en definitiva la vocación y el deber cumplido.

 

Hoy, el político, ha perdido toda la credibilidad para la sociedad en general, el concepto que se tiene de ellos es que son estómagos agradecidos de terceros, no teniendo personalidad; y pobre de ellos, si en las funciones de su cargo, llevan a cabo algunas declaraciones públicas, sin consultar con su “jefe de fila”, entonces deberán olvidarse de la política, porque más pronto que tarde, procederán a darles el correspondiente “finiquito”.

 

En resumen, la política actual, ha perdido la esencia de la seriedad y el trabajo bien hecho y pasarás por un escalafón mediocre que, o haces lo que te dicen o dejarás de formar parte de la “finca”, teniendo que volverte atrás o hacerte un camaleón político, salvo que seas un profesional en la política que estés por la gestión y que tu profesión o actividad te sitúe en el lugar que nunca abandonaste por tus convicciones y tu trayectoria profesional.

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