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Fabián Cubas Ávila

[Img #22821]Hace diez años que debuté como diabético. Canarias es la comunidad autónoma con más índice de diabetes en España. Dicha enfermedad es crónica, deja cierto amargor y un sistema inmunológico deprimido. Nunca he perdido el conocimiento, sin embargo, me asombra asimilar que algo cotidiano pueda ser tan peligroso. En estos años de hipo e hiperglucemias he pensado que cualquiera de ellas podría ser la última. No obstante, si he de bailar el vals de la vida con la más fea, que es la muerte, que así sea. Pues es compañera de todos, aunque solo algunos valientes le invitemos al salón con frecuencia. Aún no la he pisado danzando, pero es cierto que tenerla tan cerca te pone los pies en la tierra.  
 
Las personas poetas transexuales suelen tener una o varias obras en las que describen cómo quieren que sea su funeral, especulan si es por el simbolismo de la transición en el género o por tener al morir lo que quisieron al nacer. Yo tengo algunos poemas con la misma temática, pero será por querer dejar un buen recuerdo o por tener tan buena compañera de baile. 
 
A pesar de lo anterior, este artículo no es un testamento ni tiene un discurso triste, salvando su principio. Este artículo lo escribo joven, recién graduado a mis veintidós años, sin pesimismo, aunque rotundamente realista, por si algún día me sacan a bailar muy arriba y me quedo sin hablar, callando para siempre. Lo escribo para mis hermanos pequeños, por si alguna vez tienen dudas sobre lo que su hermano pensaba y yo no estoy ahí para resolverlas.
 
Lo primero, el amor. No he encontrado mayor certeza en el mundo que esa. Cuanto más den por verdadero algo menos espacio dejarán para la tolerancia, excepto con el amor que siempre vence, en todas sus vertientes. El amor está en el universo, en la energía, no hay logia masónica ni religión que lo niegue. Se encuentra en uno mismo, en la familia, en las amistades y en el prójimo; se alaba en los altares, se engalana en las fiestas e incluso surge desde una mirada furtiva o debajo de una falda. Apuesten por el amor entre todas las personas o declárense inhumanos.
 
Lo segundo, quemen la Bastilla. Con esto quiero decir que quemen las armas, pero que vivan en una revolución constante y miren para atrás solo si se han dejado la cartera. Por lo demás, defiendan con uñas y dientes la libertad, pues con ella llega la democracia; la igualdad, pues con ella se fortalece la democracia; y la fraternidad, pues sin ella no se vive la democracia. Dialoguen, porque hasta las plantas y los animales se comunican en los ecosistemas, y nunca pierdan la fe en la humanidad. El vasallaje es medieval. No hay corona ni tirano que les niegue la ciudadanía universal que la vida les dio al nacer. Y si les llaman woke, raros, eco-hippies, perroflautas, mariquitas o cualquier insulto de incultos, estaré orgulloso de haber sido el mal ejemplo que siguieron.
 
Lo tercero, la lectura, sin ella el amor y la concienciación no darán los frutos tan espléndidos que sé que ustedes y cualquiera podrían dar. No me importa si leen las noticias y se informan, si leen poesía y buscan la belleza, si leen sobre ciencia y mejoran el mundo, si leen novelas y aprenden de todo o si leen mis artículos y echan la tarde. Lean a nuestra gente: Benito Pérez Galdós, Pepa Aurora, Pedro García Cabrera… como dijo Unamuno (hijo a la fuerza de Fuerteventura), sin convencer no se puede vencer. Por eso quiero que no les quepa duda de que yo intento ser una persona que ama y se siente amada, que es consciente social e históricamente y que lee. Podría morir tranquilo y callar para siempre, pero conste que dejaría mil injusticias en el tintero, varios versos en el bolsillo, algún pensamiento en el sombrero, un par de sueños a medio y a mis viudas, que aún no las he conocido.
 
Por último, ya que leen, escriban algo, que yo lo intentaré leer esté donde esté.
 
Fabián Cubas Ávila
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