El arte como denuncia y reivindicación
En estos días me llegó un enlace a Youtube invitándome a la escucha de una canción. Lleva por título ‘Sinrazón’ y su letra dice así: “Que se pare el mundo, yo quiero bajarme, no quiero ser parte, de esta sinrazón. Cualquier motivo es bueno para la justificación, sino es por religión, será por persuasión, cualquier disculpa es buena para la aniquilación. Los poderosos piensan, que el mundo es suyo, su ambición no conoce límite alguno, mientras la gente asiente con su inacción”.
El tema musical, que ha sido producido y grabado por Ángel Jesús Mendoza y Joel Mendoza en los estudios Jesiisma, ubicados en San Isidro, en Gáldar, y cuenta con la colaboración de diversas voces solistas (Iván Torres, Adán Robayna, Aldara, Deye Vega, Patricio de Soto, Salomé Moreno, Apolo Gc, Tinguaro, Alberto Ventura y Arístides Moreno,así como del coro de voces infantiles de Escuela de Música de Gáldar "Pedro Espinosa"), se presenta como “un grito urgente contra la indiferencia global, las guerras actuales y las olvidadas, la desigualdad, la crisis climática y la pérdida de la empatía humana”.
Pero lo más interesante es que a través de este tema musicial sus creadores buscan no solo expresar su denuncia ante la barbarie de las guerras y la violencia sino, según ellos mismos indican, busca convertirse en “un canto a la esperanza: una llamada a despertar, a construir un futuro donde la fraternidad, la justicia y el amor por nuestro planeta y semejantes sean el camino”.
Aplaudo esta iniciativa y aplaudo a todas las personas que lo han hecho posible. Porque ahora más que nunca, vivimos momentos muy complicados, convulsos, marcados por la creciente falta de empatía hacia los demás, sometidos a los abusos de los más poderosos que solo buscan ser más poderosos todavía. Vivimos momentos de deshuminazación.
El otro día escuchaba con horror una noticia en la cadena pública de televisión española, en la que se analizaba cuál estaba siendo el papel de la ciudadanía judía ante la masacre del pueblo palestino. Según los analistas del tema, existían varias mecanismos, perfectamente controlados y auspiciado por el gobierno de Netanyaju, que repercutían directamente en la nula oposición de la sociedad israelita al genocidio contra el pueblo de Palestina. Uno de esos mecanismos era la nula información y desinformación en los medios locales y estatales sobre lo que sucede en las fronteras del país. Otro era el estudiado proceso de deshumanización que durante las últimas décadas se ha ido inoculando en la población judía hacia la palestina, hasta tal punto que poco menos la conciben a las y los palestinos como meros animales, seres sin derechos ni sentimientos.
Me asombró el paralelismo tan evidente entre el actual proceder de la población judía de Israel y el proceder de la población alemana bajo el régimen nacionalsocialista del nazismo. Desinformación y deshumanización constituyen dos armas básicas que hay que desarrollar para convertir a una población o a una persona en la asesina de la otra. Tal vez no apretes de la pistola pero apoyas ideológicamente a quien lo hace. Y a todos los efectos, para mí eres igual de responsable. De esto sabía mucho la filósofa alemana Hannah Arendt cuando teorizó sobre ese sentimiento entre los altos mandos de los militares nazis. ‘La banalidad del mal’ lo categorizó.
Por eso que un grupo de personas artistas de la música se unan y colaboren desinteresadamente en crear un tema que exprese su disconformidad y su protesta frente a la sinrazón humana, recibe mi total aprobación.
El tema musical en sí, que puede acercarse en menor o mayor medida a los gustos musiciales de cada quien, me hizo reflexionar sobre la importancia de promocionar la creación artística como arma, como instrumento de protesta.
Desde luego la sociedad actual, sobre todo el sector de la población más joven, no es muy dado a la canción protesta tan presente en los años 60 y 70 del siglo pasado en España y América Latina, con referentes como Raimon o Paco Ibañez en España, con Victor Jara en Chile, por nombrar a algunos cantantes, que bebieron de la canción protesta surgida en los años 50 en Estados Unidos de mano de los míticos Joan Baez o Bob Dylan. La canción como resistencia social y al desarrollo de una conciencia ciudadana frente a las problemáticas políticas y sociales de cada país.
Mi generación viene de un momento de esplendor social, con una gran puja social y económica. Los que somos madres y padres ahora hemos querido dar todo lo mejor a nuestros vástagos, que nos les falte de nada, como procuraron mis padres hacia mí, y lo lograron. Recuerdo que mi padre, fallecido hace ya más de una década, comía con frenesí cada vez que se sentaba a la mesa. Y lo hacía porque durante su infancia a veces solo accedía a una comida diaria y eso gracias a las tierras y las pocas cabezas de cabras que mi abuelo atesoraba en los llanos de Sardina, cabras que abastesían de unos cuantos litros de leche a una familia de nueve hijos. Es decir, pasó hambre como tantas y tantas familias de guerra y posguerra civil española. Mi padre nunca me lo afirmó pero siempre intuí que aquellas ansias eran la manifestación permeable del hambre pasado en su infancia y adolescencia.
Y no digo que a la juventud de hoy no le interesa nada. En todas las generaciones se tiende a resaltar aquello de que ‘nuestra generación tenía más motivaciones y se comprometían más’, desvalorando a las nuevas generaciones, lo que no responde a la realidad ya que, aunque existe una gran facción de la población joven occidental que está anestiada por las redes sociales y los vídeos estúpidos de tiktoks, acuciados por la necesidad imperiosa del consumo y la satisfacción inmediata, otros se implican en causas sociales, hacen voluntariado, participan en eventos sociales, ayudan a los demás. Sin ir más lejos, recordemos las ríadas de jóvenes caminando durante horas para ir a ayudar en la limpieza de lodos y barros cuando la comunidad de Valencia fue azotada por la dana de octubre del año pasado. Tal vez no sean la mayoría pero sin duda son una minoría que sirve de ejemplo a los demás. Y eso nos da esperanza. Al menos a mí.
En Canarias, contamos con excelentes ejemplos de escritores y poetas que utilizaron su voz para hacer denuncia. Ejemplo de ellos son los poetas que participaron en Antología cercada, publicada en Las Palmas de Gran Canaria en 1947, siendo un referente en la literatura española de la denominada “poesía social” o “poesía comprometida”, que se generalizó ya a mediados de los años 50 del siglo XX en el resto del país, de mano de poetas tan conocidos como Blas de Otero, Miguel Hernández o Gabriel Celaya. Para profundizar más sobre este tema les invito a leer el artículo del profesor e investigador Nicolás Guerra Aguiar en este enlace. En Canarias, la ‘poesía comprometida’ cuenta con algunos de sus referentes más destacados en Pedro Lezcano, Agustín Millares Sall, Ventura Doreste, Ángel Johan y José María Millares.
Me viene a la memoria mientras escribo esta columna de opinión, un poema de Saulo Torón, ‘Habla una voz’, magnificamente versionado por el cantautor de Guía, Heriberto Cruz, en su disco ‘Versos a tiempo’, donde realiza versiones musicadas de textos poéticos de los modernistas Tomás Morales, Saulo Torón y Alonso Quesada. Se trata de un poema duro, crudo y muy crítico, aunque en esta ocasión la crítica va dirigida hacia la religión que busca imponerse a través del ejercicio de la violencia. El poema dice así:
"He callado sintiendo el horror del combate,
el cañón que derrumba, la metralla que abate,
las espadas sangrantes en la siega feroz;
he callado sintiendo el temblor del espanto,
la tragedia del grito, el quejido del llanto…
porque todo se hacía en el nombre de Dios.
He mirado ciudades convertidas en llamas;
y entre escombros humeantes, muertos niños y ancianos,
en un bárbaro ataque sanguinario y atroz;
he mirado las cunas hechas pastos del fuego,
y he callado ante el loco, he callado ante el ciego…
porque todo se hacía en el nombre de Dios.
He sabido que el hambre hacía estragos tremendos,
que se han dado suplicios y castigos horrendos,
con el odio en el alma y el rugido en la voz;
y ante tanto hecho bárbaro, ante tanto delito,
he llorado de rabia, con dolor infinito,
¡porque todo se ha hecho en el nombre de Dios!. "
Por tanto, la poesía se puede convertir en un arma poderosa para hacer denuncia tanto política, religiosa como social. Esa capacidad para disentir, para protestar sobre lo que va contra los derechos humanos y ataca los principios de una convivencia pacífica también se puede exponer a través de otras disciplinas artísticas más gráficas. Ejemplo de ello es nuestro querido y reconocido J.Morgan, cuya viñeta diaria en el periódico Canarias 7, no solo nos arranca una sonrisa mañanera sino que nos invita a la reflexión a la vez que agita nuestro pensamiento crítico. Justo en estos días compartía en mi muro una viñeta del humorista gráfico,miembro fundador de la Asociación Canaria de Humoristas Gráficos y Caricaturistas «Se nos fue el baifo», en la que se puede observar un erial en mitad de la nada con un cartel en el que se lee ‘Seguimos masacrando. Disculpen las molestias’, junto a un símbolo triángular con una bomba-misil cayendo. El arte como denuncia.
Otro ejemplo de la capacidad de usar el arte para la denuncia también lo podemos encontrar en un artista gráfico procedente del mundo del cómic, Juan Kalvellido, artista y dibujante de Cádiz. Llegué a su obra a través de una exposición con láminas que pude visionar en el Centro Socio-cultural La Casa Verde, que gestiona el colectivo La Vinca Ecologistas en Acción, en el municipio de Firgas. Recuerdo lo sumamente impresionada que me quedé con sus dibujos. Eran críticos, ácidos, irreverentes, con un marcado cariz ideológico antimilitarista, republicano y anticapitalista. De hecho, me gustaron tanto sus dibujos que adquirí dos de ellos que ahora contemplo en la intimidad de mi despacho.
En definitiva, existen muchas vías para hacer denuncia, para hacer resistencia hacia aquellas conductas, actuaciones, políticas que atentan directamente contra los derechos humanos y suponen un freno a la convivencia pacífica en este mundo que es de todas y todos y no solo de unos cuantos psicópatas arrogantes que buscan controlarnos desde sus lofts de 100 millones de euros.
Todavía nos queda la música, el cómic, la poesía, el teatro, la literatura, el ensayo, la palabra, para hacer denuncia, para decir basta ya, para levantar nuestras voces. Conviene no olvidarlo. Y sobre todo, conviene ponerlo en valor y reivindicarlo.






























Nicolás Guerra | Viernes, 11 de Julio de 2025 a las 18:16:08 horas
Brillante artículo, desapasionado, contundente y veraz.
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