
Hay novelas que conceden un gran valor a los lugares donde transcurre la acción. Y esta es una de ellas. La magia que desprende Amberwell, donde los personajes se mueven con cariño y dispuestos se muestran a preservar el lugar, es directamente proporcional a los hechos narrados en el que la maestría de la escritora es una buena muestra de lo que está dispuesta a presentarnos. Y lo hace no solo desde su visión particular, sino que, además, la sinceridad sobresale notablemente: D. E. Stevenson, Amberwell, Alba Editorial, Barcelona, 2024.
A través de distintas cartas toman la narración otros tantos personajes y ello convierte a la novela en un enriquecimiento que habla de la habilidad de la escritora: al conceder la palabra a algunos personajes no solo consigue que se distingan, sino que convierte a los otros poco menos que en arquetipos, si bien siguen comportándose con verosimilitud creíble para empedernidos lectores. Lo cierto es que la acción avanza y sostiene la escritora la visión de un mundo cambiante cuando la II Guerra Mundial se pone en marcha. Debe hacerse una lectura tranquila del texto: solo así comprenderemos su verdadero alcance. La lectura lenta nos presentará un mundo que se acaba y otro que empieza; unos personajes jóvenes dispuestos a vivir plenamente sus vidas, sin concesiones a los adultos y a sus manías. De todas maneras, hay donde elegir miradas y comportamientos: cada lector se identificará con su correspondiente personaje, como suele suceder.
En determinados momentos del relato, la lectura resulta vertiginosa y pasamos las páginas como quien evoluciona en la vida: siempre creciendo y presentando una originalidad de escritura que se nos antoja difícil de superar. Está más que claro que D.E. Stevenson (1892-1973) es una escritora singular, que mide bien a los personajes que maneja, y los conoce perfectamente, y distribuye a su antojo las pertinencias e impertinencias de cada uno de ellos. Tiene uno la sensación de que su lectura ha valido la pena y que ha sido una especie de desgracia no haberla conocido, y leído, que es de lo que se trata, antes. Siempre se aprende algo nuevo. Y eso está bien. Y en ese descubrimiento estamos.
Y como buena escritora no deja nada en el aire. Por eso la última parte del libro la deja para uno de los personajes que había desaparecido anteriormente. Y le da voz y deja tranquilo al empedernido lector. Toda una garantía de buen hacer de D. E. STEVENSON. Vale la pena su lectura: AMBERWELL es tan grande que acogerá siempre a todos.
Juan FERRERA GIL
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