
Sabemos que el Ayuntamiento de Gáldar está ansioso por recalificar los terrenos para que sus clientes los Hermanos Domínguez, con toda probabilidad a tenor de los resultados, tras un arduo trabajo con políticos e instituciones que incluye, entre otras estrategias, la orientación en la redacción de un Plan Insular de Ordenación Territorial según sus intereses particulares, cementen un pueblo canario de postal en nuestra Vega y así sextuplicar establecimientos de marcas internacionales que asfixian y acaparan las actividades comerciales en Gran Canaria. Y, como es de esperar, el discurso que se amplifica en muchos de los medios de comunicación insulares rebosa de términos como “progreso”, “desarrollo”, “futuro”, “trabajo” y “mejora” de la calidad de vida en el pueblo. No podemos sino desmentir esta vieja cantinela del “progreso” y “desarrollo” para Gáldar, populares y populistas operetas y zarzuelas con que intentan vender su particular visión de las necesidades locales y del “interés general". Y lo hacemos desde el ejercicio de una ciudadanía libre, responsable y custodia del territorio, implicada en el estudio y la reivindicación de nuestro patrimonio natural y cultural, defensora de un modelo de pueblo que haga posible la vida de los y las galdenses del presente y del futuro.
Más allá de inflamas de políticos locales y reporteros deteriorados por relaciones de vasallaje y servidumbre con los dueños de Canarias, ¿podemos valorar el alcance de lo que supondría la construcción de esta mega superficie comercial en nuestro pueblo? Por empezar con lo cuantificable, supone asumir un viraje del tejido comercial consolidado en todo el municipio y un aumento de beneficios que sólo engrosarán los activos de grandes empresas y multinacionales, ajenas a nuestras necesidades. Es decir, un pequeño triunfo para las grandes empresas que monopolizan el mercado y una grandísima derrota para la economía local sostenible.
Pero atreverse a publicitar y fomentar la construcción de un centro comercial en el noroeste de Gran Canaria tiene otras consecuencias de mayor calibre que superan lo cuantitativo. Entre las más graves encontramos la pérdida de identidad como pueblo. Convierte a las personas en consumidoras, en clientes. Nos aleja cada vez más del “quedamos en la plaza”, privatizando el espacio público al que solo se puede acceder mediante el consumo. Nos hace más individualistas y nos aleja de la vida en comunidad. El centro comercial será como un viento huracanado que arrasará con aquella vida en común que nuestros políticos municipales reclaman como “su” Gáldar. Bajo este nombre, una carcasa vacía de contenido, como ese escenario “canario” proyectado en el despropósito urbanístico del centro comercial, vagará en boca de oportunistas que convertirán nuestra rica y dinámica vida social en un reclamo publicitario, nuestras fiestas y manifestaciones populares en un parque temático. Quizás, ahora más que nunca, construir un futuro para el pueblo necesite de recuperar algunos valores del pasado: la vida en común, junto a nuestros vecinos y vecinas, cuidando el espacio cercano y seguro de diversidad y verdadera participación democrática.
Además, el proyecto de centro comercial es un atentado contra la naturaleza. En un contexto de profundo cambio climático y de conflictos globales por el control de recursos naturales, apostar por el hormigón y el cemento como modelo de desarrollo y de crecimiento es un auténtico suicido ecológico. Recalificar el suelo y urbanizar las vegas agrícolas no es símbolo de adelanto sino de atraso. Parece que nuestros representantes locales, tan conocedores de la Unión Europea y gestores de subvenciones millonarias, desconocen las directrices publicitadas en importantes documentos que orientan la política comunitaria. El Pacto Verde Europeo junto a la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas, persiguen, citamos, “la protección, restauración y mejora de la infraestructura verde como parte integral de la planificación espacial y el desarrollo territorial, en la búsqueda de alternativas a las opciones grises estándar, a través de la recuperación y protección de zonas verdes y azules” (Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Madrid, 2024) ¿Llenar un pueblo de coches, ruido y franquicias multinacionales según el deseo de los Hermanos Domínguez, no es claramente una “opción gris estándar “? Al hilo de los documentos y acuerdos mencionados anteriormente, las instituciones locales e insulares deberían ser más bien sancionadas por sus homónimas estatales y europeas como culpables de una flagrante y explícita irresponsabilidad e irracionalidad en la gestión del territorio, al fomentar y aplicar medidas que contradicen la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
¿Con qué desatino y arbitrariedad hacen lo imposible aquellos que detentan el poder para que el territorio se convierta en un solar en venta, expuesto en subasta al mejor postor? ¿Qué significa la participación democrática cuando, como ciudadanía, no podemos elegir nuestro camino y se imponen los intereses corporativos de unos pocos, debidamente articulados en los despachos de las instituciones locales, insulares y autonómicas? Cuestionar el discurso interesado y publicitario como el que vende y fomenta la construcción de este desatino es la acción colectiva que construye una verdadera democracia. Porque resistirnos como territorio a que nos vendan como mercancía es negamos a pagar el precio de que nos pongan precio. No perdamos el Norte.
Asociación Ecologista y Cultural Altahay
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.175