Palabras cambiantes. Juan FERRERA GILRecuerdo que cada noche, al contar un cuento a mi hijo Pablo, las palabras cambiaban, mudaban de sitio, como la risa.
Siempre contaba el mismo cuento: Caperucita roja, que cada noche era distinto, donde los vocablos volaban como los vencejos en total libertad. Y yo notaba que Pablo se reía, disfrutaba mucho con aquellas expresiones inventadas. Es verdad que a veces el texto nuevo no se parecía en nada al cuento original, pero de eso se trataba. Cada noche reclamaba el pequeño oyente una nueva vuelta de tuerca que, en contadas ocasiones, colmaba todas sus esperanzas de términos sobrevenidos y de imágenes proyectadas a la luz del flexo de la duermevela.
Sí, las palabras cambiaban con cada recital nocturno y se perdían en la ensoñación imaginada de su habitación.
Juan FERRERA GIL































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