Sumergirse

Fabián Cubas Ávila

[Img #22821]El mar es un misterio del que solo hemos descifrado una mínima parte. No obstante, a pesar de ser desconocido, transmite multitud de sentimientos agradables. Quizás sea por sus imágenes, por sus sonidos o por ser agua. ¿A quién no le gusta el sentimiento de ingravidez y paz que se siente al sumergirse en la playa, en el río o incluso en una piscina? ¿Esa conexión con el universo y la sensación de flotabilidad que inconscientemente nos evoca al útero materno?
 
Lamentablemente, la sumersión no siempre es buena. Los reveces de la vida, las injusticias del mundo y/o las debilidades personales, llevan a algunas personas a sumergirse en mundos turbios, tales como la droga, la prostitución o la delincuencia. Los humanos concienciados han luchado contra estos males a lo largo de toda la historia.
 
En la actualidad, ante la complejidad de la realidad, los jóvenes, sobre todo, se frustran y caen en las vías más accesibles. Una vía muy socorrida es sumergirse en Internet y los juegos virtuales. Las redes sociales y las páginas web permiten a cualquiera desahogar un odio sin sentido hacia cualquier cosa, así como crearse perfiles falsos para sentirse mejor. A su vez, los juegos dan libertad a sus usuarios para construirse mundos, vidas ficticias, matar, cuidar mascotas y un sinfín de posibilidades para evadirse del mundo real. 
 
Asimismo, muchas otras personas, ayudadas también por la desinformación de pseudoperiodistas y falsos medios de comunicación, se sumergen en la radicalización ideológica, el negacionismo de la ciencia o la pérdida de esperanza en valores tan fundamentales como la defensa de la democracia. Esto es un hecho letal para el sistema de bienestar y la mejora del mundo, y se ve reflejado en el auge de la ultraderecha a nivel mundial.
 
Ambas actitudes son consecuencia de sumergirse en las solitarias aguas del individualismo que no llevan más que a la falta de empatía y deshumanización. El fin de las relaciones interpersonales tal y como las conocemos y la pérdida de comunicación, no nos transformarán en máquinas, como se ha presagiado históricamente. Sin embargo, sí nos tornará en una especie de animal monstruoso, cuyo instinto de supervivencia ciega cualquier raciocinio, lo cual llevará a la humanidad a tener que inventar nuevos refugios en los que sumergirse. Tendrá que esconderse, cobarde y viciosamente, para huir de la propia trampa por la que ella misma habrá votado. 
 
Siendo realista, al ser humano le falta mucho por cambiar. Si todas esas personas supieran que el funcionamiento del mundo es simple y que lo único complejo es cómo, a día de hoy, perviven las mismas injusticias sin sentido. Como decían los italianos del siglo XX: inteligencia, honradez y fascismo son términos excluyentes. Si una persona es inteligente y fascista, no es honrada; si por el contrario es honrada y fascista, no es inteligente; y si es honrada e inteligente, no es fascista.
 
A pesar de todo, es mucho más fácil sumergirse en una pantalla e ignorar al sentido común o ignorar lo que sucede afuera. Ambas cosas son igual de perjudiciales con el tiempo. El futuro necesita de todos y todas, nadie sobra. Se necesitan personas que trabajen, algunas que inventen, otras que organicen y muchas que luchen por las causas justas. Volver a luchar por la igualdad, la libertad y la fraternidad, salir a combatir por el ecologismo y los derechos humanos. Y una vez logradas esas metas tan antiguas, proponerse nuevas.
 
Hasta entonces, a sabiendas de que somos esos bichos raros que aún pisan las calles, se informan, sienten y padecen, podemos seguir sumergiéndonos en las maravillas de la existencia. Sumergirnos en los libros, en un abrazo al prójimo, en una conversación... sumergirnos en el cuerpo y la mente de quien amamos, en el arte, en la naturaleza… sumergirnos en la vida y en nosotros mismos, comprendiendo que no estamos solos sino que formamos parte de un todo que hay que cuidar y proteger.
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