
Desconocemos si SENTIR es sano o no. Bueno o malo.
O, tal vez, ni siquiera podríamos evitar su necesaria e imprescindible presencia. Sí les podemos asegurar, inteligentes lectores, que la LITERATURA no solo es una manera de enfocar la existencia, sino que también constituye una especie de salvavidas y, de momento, parece no peligrar su futuro: son los libros los que nos hacen sentir y vivir que la imaginación es tan libre como la brisa que bulle en la bahía, más o menos pachorronamente, como saludando en el rostro que no se cansa de mirar el Puerto: auténtica puerta de entrada a un mundo casi desconocido.
Y que ninguna inteligencia Artificial (iA), por mucho que se diga y se precie, podrá atrapar nunca. Por eso, las desfachateces de algunos políticos son el resultado de la ignorancia que se desprende de no haber leído nunca. Y como tampoco han tenido que elaborar un resumen, solo saben hablar como si titulares de un falso y atrabancado medio fuera, en el que se ha de concentrar lo principal de su intervención. Por eso, también, no habrá ninguna inteligencia, vaya eufemismo, que comprenda nunca jamás lo que es SENTIR. Porque aquella solo sabe hablar desde el punto de vista mercantil, donde el tiempo parece perderse al igual que las emociones. Y eso no solo es un obstáculo que mide los asuntos de otra manera, sino que las entendederas de algunos dirigentes surgen tan limitadas y estrechas que difícilmente se abrirán paso en el devenir cotidiano.
Así que el siguiente paso en el baile no solo es una apuesta segura, sino que, además, viene a ser como la representación de un estado tan mercantilizado que significará en los próximos tiempos. Pero la inteligencia Mecánica (iM) solo ofrece falsas deducciones y engañosas consecuencias, fruto de algoritmos combinados por mentes privilegiadas y altamente tecnológicas que se han entregado a todo lo que se refiere a vil metal: dinero contante y sonante, que nunca, por otro lado, alcanzará la certidumbre de las cosas. Y eso debe tranquilizarnos, al menos, en principio. Creemos.
Por eso la iM, o lo que sea, no tendrá la ocasión de adentrarse en una tubería que aún no ha sido enterrada para inmortalizar una mirada como la de la foto que acompaña este comentario.
Y nunca sabrá del pintor Jorge Oramas y de lo que significa su fuerte luminosidad en el mediodía.
Juan FERRERA GIL
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