El poder de la palabra

Josefa Molina

[Img #10531]El poder de la palabra. Con esta expresión se inició la inauguración de la edición vigésimo sexta de la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz de la Sierra el pasado 4 de junio, una Feria a la tuve el honor de asistir como invitada de la Cámara Departamental del Libro de este bello paraje boliviano ubicado sobre el río Piraí, en las zonas bajas tropicales al este de los Andes.

 

Santa Cruz de la Sierra, fundada por los españoles en el siglo XVI, es una ciudad con mucha vida que alberga museos, centros culturales y espacios de ocio de los que disfrutan sus casi dos millones de habitantes.

 

Durante el acto de inauguración del evento literario, al que se prevé la visita de más de 120.000 personas hasta su cierre el próximo 15 de junio, las autoridades presentes del gobierno municipal, la Cámara Departamental del Libro de Santa Cruz, el embajador de Chile, país invitado en esta edición, así como los embajadores de Alemania, España y China, presentes entre el público asistente, destacaron el papel de la lectura como acto de resistencia, como instrumento para potenciar el pensamiento critico, más necesario que nunca en un país sumido en una crisis política y social como Bolivia, pero también necesario para un mundo orquestado por los intereses del capitalismo neoliberal de un pequeño núcleo de magnates empresarios empeñados en sumir al planeta en una situación continua de convulsión económica, medioambiental y social. Ya se sabe aquello de que en río revuelto, ganancia de pescadores.

 

En la inauguración se destacó también la importancia de ofrecer al público lector en este tipo de encuentros literarios el acercamiento a voces literarias indígenas, de jóvenes escritoras y de potenciar el acceso a la lectura al público infantil.

 

La Feria, organizada justo en el año en que Bolivia celebra la conmemoración del bicentenario de la independencia del país, contó como país invitado al vecino Chile, una ocasión genial que me permitió compartir durante unos días, mesas de lecturas, charlas, paseos, almuerzos y cenas con parte de la delegación de poetas, escritoras y escritores chilenos, entre ellos, la microficcionista y narradora Pía Barros; el poeta Dante Cajales y la escritora Andrea Campos así como con escritores cruceños como mis admirados Homero Carvalho, Angélica Guzmán Reque, Gigia Talario y Sandra Concepción Velasco, además de la poeta María Elena Saavedra, quien llegó a la ciudad procedente desde la villa de Potosí, en el suroeste de Bolivia.

 

Durante el acto se recordó la importancia de la lectura y se hizo un llamamiento crítico a la clase política a la que invitaron a contar con un poco más de empatía con las clases más humildes, a formarse más para poder ejercer sus funciones como gestores públicos y, por supuesto, a leer más, ya que, se indicó, “el pueblo que lee, piensa, sueña y avanza”.

 

El contar como país invitado a Chile permitió realizar un pequeño reconocimiento a la poeta y premio Nobel de Literatura, la chilena Gabriela Mistral, en un año en el que se celebran los ochenta años de concesión del mayor reconocimiento mundial a la creación literaria. Mistral, nacida en Vicuña, una ciudad y comuna del Norte Chico de Chile en la provincia de Elqui, región de Coquimbo, recibió este galardón en 1945, convirtiéndose en la primera mujer iberoamericana​y la segunda persona latinoamericana​en recibir un Premio Nobel. La primera persona iberoamericana en recibir este reconocimiento fue el argentino Carlos Saavedra Lamas, quien fue galardonado con el premio Nobel de la Paz en 1936 y la última mujer iberoamericana en contar con este reconocimiento fue la guatemalteca Rigoberta Menchú, quien también recibió el Premio Nobel de la Paz pero en 1992.

 

El acto de inauguración sirvió también para realizar un reconocimiento a la labor de monseñor agustino Nicolás Castellanos, nacido en León en 1935 y fallecido en febrero de este año, que ha dejado tras de sí una extensa labor de compromiso social hacia las clases más humildes de Santa Cruz de la Sierra, en especial, hacia el barrio marginal Plan 3000, al que llegó en 1991, tras renunciar a su diócesis en Palencia, España. Castellanos realizó una labor inconmensurable que se centró en la fundación de Hombres Nuevos, una organización que impulsó el desarrollo educativo, social y comunitario en el barrio, brindando oportunidades a muchas familias. Entre los logros alcanzados dentro de la Fundación Hombres Nuevos se encuentran la creación de un total de 134 escuelas en todo el país así como de espacios culturales, comedores y de la facultad de teatro de Bolivia, la única del país, así como de la orquesta Hombres Nuevos cuyos 35 integrantes amenizaron el acto de inauguración de la 26 Feria del Libro. Su labor fue reconocida por España cuando fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998, un premio compartido en ese entonces con Vicente Ferrer, Joaquín Sanz Gadea y Muhammad Yunus. 

 

Poner el foco en lo que nos une y no en lo que nos distancia. Esa es la idea que nos debe motivar cuando hablamos por supuesto de literatura pero sobre todo cuando hablamos de compromiso social, porque a través de la palabra se avanza hacia el diálogo compartido y el encuentro entre países hermanos, tal y como he podido vivir y sentir en primera persona durante los escasos seis días en los que asistí a este evento literario.

 

Las quince horas de avión invertidas en cruzar los más de 7.100 kilómetros de distancia que me separaban de mi ya para siempre querido Santa Cruz de la Sierra, no solo no se vieron empañados por los diversos inconvenientes surgidos por los retrasos generados por la compañía aérea Air Europa, sino que se vieron reforzados por la alegría de compartir la emoción e ilusión de la creación literaria con el grupo de escritoras y escritores de Chile y Bolivia con los que coincidí en esta Feria y cuya amistad y valoración atesoro en el corazón desde el primer momento. Regresé a Gáldar, no solo con sus textos en forma de libros de microficción, novelas y poemarios, sino lo que es más importante: con el cariño forjado a través de la escritura y del compartir una pasión que nos une, la lectura.

 

También me llevo la calidez de la acogida del público lector boliviano durante la presentación de mi novela 'La Taxista' en el marco de esta Feria, un público que no solo atendió a la presentación sino que también tuvo a bien llevarse firmado varios de los ejemplares de la novela.

 

"La palabra también transforma cuando se convierte en acción", afirmó una de las autoridades presentes en el acto de inauguración. Y le doy toda la razón. Leer nos ayuda a conocer otros puntos de vista, nos permite desarrollar la capacidad de empatía hacia las otras personas, nos abre la mente, nos permite argumentar y fomentar nuestro pensamiento crítico. Nos hace más libres. Tal vez no mejores personas pero sí personas con conocimientos y con la capacidad necesaria para discernir entre lo bueno y lo malo, y sobre todo, personas más difícilmente manipulables por aquellos que solo velan por sus propios intereses sin importanles cuántas cabezas han de pisar para lograr sus objetivos.

 

Y es que estamos hablando del poder de la palabra, el poder de la literatura, el poder de la cultura, un poder que muchos se empeñan en despreciar y desacreditar. Los mismos que pretenden convertirnos en meros consumidores sin capacidad de protesta ni de acción.

 

Pero todavía hay espacios, quizás pequeños reductos, en los que se valora y, no solo se valora sino que potencia, ese poder. El poder de la palabra. Gracias a todas y todos los que impulsan este tipo de encuentros y otros muchos más humildes pero igualmente válidos. Son espacios para la resistencia y para ejercer el coraje de continuar batallando por los demás desde el compromiso, la empatía y el ejercicio de lo colectivo. Que tal y como está el mundo, no es poco.

 

Josefa Molina

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