Nunca en mi vida había visto tanta agua dulce, salvo cuando he viajado por algunos países europeos.
Quizá suene extraño, pero una canaria como yo sabe bien lo que dice cuando habla de agua que sobra. Porque... ¿sobra, verdad?
Cataratas inmensas, lagos serenos, ríos caudalosos. Me detengo, los contemplo, y siempre me asalta el mismo pensamiento:
unos tienen tanto y tantos otros no tienen nada.
Y no hablo de mi tierra cuando hablo de sequía.
Hablo del Cuerno de África.
De esa otra tierra, seca hasta los huesos. Olvidada.
Y me pregunto...
¿Por qué existen tuberías capaces de cruzar países enteros para llevar petróleo o gas, pero no hay conductos para transportar agua —vida— a quienes la necesitan con desesperación?
¿No sienten, acaso, que todos formamos parte del mismo cuerpo?
¿No ven cómo esa agua que corre sin control hacia el mar arrastra, con ella, la vida de los que malviven en lo que ustedes han llamado “el sumidero del mundo”?
Por una vez, decidlo bien:
¡Os mandamos al cuerno!
¡Os mandamos agua al cuerno!
Teresa Vera
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