Aprovechar el día sin ocuparse del mañana

Xavier Aparici Gisbert

[Img #6637]La máxima del poeta clásico Horacio que dice "aprovecha el día y confía lo menos posible en el mañana" puede expresar una de las características más notorias de nuestro tiempo. El “carpe diem”, que invita a disfrutar del presente y de la vida sin preocuparse demasiado por el futuro, cursa, sobre todo, en el “mundo desarrollado” como un buen modo de conducirse ante la imprevisibilidad del porvenir. No obstante, en un momento como el actual, fuertemente dualizado social y económicamente en el acceso a bienes y capacidades, su aplicación
generalizada está provocando indeseables contradicciones e inconvenientes.
 
En los ámbitos políticos se ha instalado el “cortoplacismo”, el que se planifique y resuelva solo a pocos años vista y, de este modo, que se cronifiquen problemas -e injusticias- que requieren periodos más amplios de resolución. Y con ello, la irresponsabilidad institucional y la manipulación informativa se han vuelto normales con graves consecuencias para la legitimidad de las instituciones gubernamentales.
 
En las prácticas económicas se han impuesto la aceleración tecnológica y productiva, la extenuación de los recursos y el sobre consumo y la especulación financiera y la volatilidad de las empresas y los empleos. De este modo, la gestión de los recursos y la satisfacción de las necesidades, de manera sostenible y solidaria, se hunden y la precariedad se extiende.
 
Todo ello, desde luego, no es poca cosa, pues estas peligrosas inercias tienen, nada menos, que una responsabilidad directa en que los ecosistemas de la biosfera, nuestra base nutricia, estén degenerando, entre expolios y contaminaciones, y que haya un riesgo planetario de colapso medioambiental. Por si fuera poco, otros múltiples desafueros en las sociedades del primer mundo se están acelerando, a ojos vista y gravemente, como la calidad de vida y las posibilidades de supervivencia de sus ciudadanías. Hasta las tasas de reproducción demográfica están comprometidas.
 
En la Unión Europea no hay ningún país capaz de renovar las generaciones de sus poblaciones y España, desde hace décadas, es la que ostenta el récord de la fecundidad más baja. El Instituto Nacional de Estadística calcula que, desde las tasas de natalidad de los años del “baby boom”, los 50, 60 y parte de los 70 del pasado siglo, el desplome ha sido del 52%. Una importante merma que, en lo que va de este siglo, ha llevado a que la evolución de esta dinámica refleje una disminución de más de 700,000 mujeres entre los 25 y 39 años, que es donde se concentran el 80 % de los nacimientos, agravada por el hecho de que el número medio de hijos por mujer no cesa de bajar. Por lo que, aún con la aportación a la natalidad de las madres foráneas al conjunto, que suponen más del 20 % de los nacimientos totales, y habiendo un repunte de la natalidad en 2024 no se ha podido evitar el saldo vegetativo negativo de la última década.
 
Desde luego, esta situación tiene que ver y mucho con los factores económicos asociados a la crianza. Y es que el año pasado Save the Children calculó que en España el sostén de cada hija e hijo sale, si se tienen en cuanta todos los factores, a 758 euros mensuales de media. Y esta tendencia generalizada en los países ricos como el nuestro también se da porque las mujeres con mayor nivel de educación y perspectivas laborales deciden tener menos hijos y las personas con niveles de ingresos muy bajos, incluso, procuran no reproducirse, excepción hecha de Estados Unidos, donde la tasa de natalidad más alta la alcanzan las familias más pobres: paradojas de vivir miserablemente en un imperio.
 
Solo en Suecia la proporción reproductiva en las clases más ricas aumenta, porque en un estado muy proteccionista y con amplias prestaciones, como la sustitución de ingresos durante el permiso parental y los subsidios por hijos, son muchas las mujeres que ya no tienen que elegir entre tener hijos y seguir una carrera.
 
Ante este panorama, que Elon Musk, el hombre más rico del mundo tenga 14 hijos, mientras el conjunto de Occidente se auto esteriliza y envejece a marchas forzadas, es una buena muestra de lo necio que es “vivir como si no hubiera un mañana” en un mundo insolidario y ecocida.
 
Xavier Aparici
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