Imagen de la manifestación en Las Palmas de Gran Canaria
Otra vez la zona del Auditorio vino a significar que Alfredo Krauss estaba allí en cuerpo y alma. Las pancartas, los carteles, los gritos y las diferentes consignas volvían a salir de gargantas profundas y resistentes. Todo con el deseo de ensamblarse en un grito contra el poder y la desmesura y contra un gobierno que ha tratado, con engaños y mentiras, de cargarse esta revuelta pacífica de una sociedad que sabe caminar y donde los bulos parecen el nuevo pan de cada día.
Pero la sociedad ha devenido en crítica, con sobrado criterio y dispuesta se ofrece a que sus posturas sean tenidas en cuenta. Hablar de desmesurado y desproporcionado turismo, de moratorias e impuestos al visitante esporádico se ha convertido en una especie de clave coyuntural de la que el gobierno canario solo sabe interpretar lo que le interesa.
Y había mucha gente este 18 de mayo, donde poner límites a Canarias es más que un lema. Es algo así como apostar por el futuro donde las ganancias se repartan y donde este frágil territorio vuelva a sentir que vale la pena el turismo.
La Avenida de Las Canteras se llenó de gente, donde la solidaridad se percibía en otras ciudades del archipiélago que se proyectaban, además, en diversas capitales peninsulares y europeas.
Ya se sabe: el interés general no es lo mismo que el interés particular. No sé si el gobierno canario sabe algo de esto: acaso solo espera que la cuestión se calme y entonces no volver a hacer nada. Como siempre.
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Juan FERRERA GIL





























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