LA BRISA DE LA BAHÍA (231). Los nombres de Feliza, de Juan Gabriel VÁSQUEZ

Juan Gabriel Vásquez tiene una voz propia, consolidada y altamente sugerente. Por eso su libro nos ha atrapado y nos ha dejado exhaustos al concluir el camino, cuando lo cerramos.

Juan Ferrera Gil Lunes, 19 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:

He llegado al autor como quien llega, en otro tiempo, en otra época, a Gabriel García Márquez. Quiero decir que este autor colombiano, Juan Gabriel Vásquez, Los nombres de Feliza, Alfaguara, Barcelona, 2024, al que le precede una dilatada carrera literaria, ha venido para quedarse y mostrar, al mismo tiempo, que hay maneras y formas de escribir.

 

Tal vez este libro sea uno de ellos. No lo sé. Pero sí me atrevería a decir que parece una nueva versión, adaptada al momento actual, eso sí, de Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez. Quiero señalar que desde el principio sabemos que su protagonista, Feliza Bursztyn, escultora afamada y atrapada en su época, muere; sin embargo, como esperando un desenlace muy improbable y distinto, el lector desea y ansía que eso no ocurra. Claro que esta novela de ahora está contada de manera diferente a la que recuerdo; y así debe ser: las copias nunca son buenas y se nota enseguida la falsedad literaria, que siempre sobresale en cualquier circunstancia.

 

Pero no es el caso: Juan Gabriel Vásquez tiene una voz propia, consolidada y altamente sugerente. Por eso su libro nos ha atrapado y nos ha dejado exhaustos al concluir el camino, cuando lo cerramos. El extenso final de la novela, que se ha cocinado durante largo tiempo hasta que ha hervido, es decir, publicado, es un canto a la creatividad bien entendida; una pausa mayor en la brevedad de la vida que siempre parece dispuesta a sorprendernos. Está tan bien escrito que durante días y días su presencia, instalada con fuerza en nuestra imaginación, ha servido para acentuar la realidad literaria que al hojearlo no podemos más que decir lo bien hilvanado que resulta su conjunto. No solo está el punto de vista del narrador, sino que, además de convertirnos en privilegiados testigos de una existencia plena, somos, también, merecedores de sinceridades literarias que vienen a significar.

 

Es Juan Gabriel Vásquez, al que desconocíamos totalmente, un escritor de raza y solvente, que sabe mirar de manera propia e indiscutible resulta su vocación por las palabras razonadas y que a nuestro modo de ver y sentir sabe comunicar claramente lo que desea. Así que Feliza Bursztyn pasa a formar parte de nuestra vida como una amistad más y ya no se irá a ninguna parte porque habita en todos los lugares. Que su desaparición haya sido debida a la tristeza, según García Márquez, es una muestra clara de que aquellos que la trataron sabrán interpretar correctamente; sin embargo, tengo para mí que ha sido una mujer con los pies enraizados en la tierra y que ha hecho del mundo su personalidad y su característica visionaria es fruto de una manera peculiar de vivir en él.

 

La emoción que proyecta el escritor colombiano obedece a un claro ofrecimiento de que las cosas llevan su tiempo y esta novela no solo es una buena muestra de ello, sino que viene a tener en cuenta las realidades que un día fueron y ahora, al ser recuperadas de manera clara y efectiva, sirven para dar a conocer a otros artistas que en un determinado momento significaron. Y destacaron. Por eso esta novela nos ha resultado vertiginosa, a la que no podíamos dejar de leer y sentir que la vida se llenaba de líneas perfectamente dibujadas en el lienzo.

 

Dice una vecina, por cierto, lectora empedernida, antes de su marcha al sur de la isla, donde reside, que “benditos escritores que nos llenan los tiempos libres”. Y Juan Gabriel Vásquez, indudablemente, es uno de ellos: ha venido para ser uno más entre nosotros. Y eso está muy bien. Si, además, sirve para dar a conocer a otras personas a través de él, mejor que mejor.

 

Por último, a día de hoy es lo único que he leído de este escritor colombiano: lo último que ha llegado a las librerías. Así que sé tan poco de él que ni siquiera me molesta ni me aturde. Es más: descubrimos como leyentes empedernidos otros momentos de su Literatura.

 

Y eso sí que es “ocupar el tiempo libre”.

 

Juan FERRERA GIL

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