Los lecheros en Cuba

"...otros volvían ricos, muy ricos, y compraban casas, cortijos, aguas, negocios que muchas veces tenían en la cabeza desde que marcharon...

José Luis Yánez Rodríguez Martes, 13 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:
“EL PALACIO DE LA LECHE” (1925)“EL PALACIO DE LA LECHE” (1925)

José Ortega Álvarez era un campesino terorense nacido en la Cuesta de Falcón allá por el primer tercio del siglo XIX y que, como tantos en sus mismas circunstancias partió joven rumbo a la isla de Cuba a buscar mejores futuros

 

De 1835 a 1850 allí llegaron más de dieciséis mil canarios. Muchos de ellos se integraron en la sociedad cubana, conformando en la actualidad un sustrato muy presente en la misma, tanto genética como históricamente. Otros volvieron para quedarse en Canarias o para implantar un trasvase de economía y cultura en el Atlántico que -con algunos años de ligero descenso- permaneció constante hasta mediados del pasado siglo.

 

De ellos, unos volvían a la isla tal como recordara el cronista Vicente Hernández ‘viejos y sin más valores que dos onzas en el bolsillo y un reloj con leontina en el ojal del chaleco’ que traían a Cuba en el corazón y llegaban a hacerse pesados por la insistencia con que la nombraban y ponderaban. Pero otros volvían ricos, muy ricos, y compraban casas, cortijos, aguas, negocios que muchas veces tenían en la cabeza desde que marcharon, casando con mujeres socialmente inalcanzables cuando partieron y presentando una imagen -leontina de oro, jipijapa, puros habanos, blancas sombrillas-que atraía una mezcla de envidia y admiración y a la vez animaba a otros muchos a intentar la aventura trasmarina en épocas cada vez menos propicias al éxito.

 

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Muchos terorenses fueron de estos últimos, pero destacaron sobremanera Sebastián Medina y el nombrado José Ortega; que volvió sobre la década de 1870 con un caudal de fortuna para entonces y que relataron los mayores del pueblo como una gran proeza durante años: veintiséis mil duros. Matrimonió con Francisca Jiménez y comenzó a adquirir varias fincas que lo convirtieron en uno de los más grandes propietarios de la villa. La Casa Huerta perteneciente a la familia de la Coba Sarmiento; días de agua del Heredamiento de Las Rajas y otros; la Montaña de Arencibia; etc. Paradójicamente, todo ello situado en zonas cercanas al lugar donde nació y creció el indiano.

 

Una parte de su amplia descendencia retornó a la isla antillana; los varones en un primer momento, mientras otros quedaron aquí pasando a integrarse en la clase burguesa, comercial y política terorense que controló el devenir de la villa durante casi todo el siglo XX.

 

Su hija Rosa Ortega casó con Domingo García -sobrino del párroco Judas Dávila- y fue madre entre otros del canónigo José García Ortega que en 1936 publicara en Santa Cruz de Tenerife el libro ‘Historia del culto a la venerada imagen de Nuestra Señora del Pino. Patrona de la Diócesis de Canarias’, durante años la mejor investigación sobre la historia de Teror y la Virgen; Josefa Ortega casó con el comerciante y alcalde Antonio Rivero y fue madre del farmacéutico José Rivero y de Dolores Rivero Ortega, esposa del comerciante y también alcalde José Hernández Jiménez.

 

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Los varones fueron sucesivamente partiendo para Cuba a fines del XIX y principios del XX sin que ello significara alejamiento alguno de Teror y sus intereses. Juan, José y Antonio comenzaron así a forjar su futuro en estos años en campos diferentes al que su padre utilizara para su enriquecimiento. La razón social ‘J. Ortega y hermano’ fue poco a poco definiéndose como una de las principales empresas suministradoras de leche fresca, sobre todo en La Habana. José Ortega Jiménez montó uno de sus primeros depósitos en la calle Empedrado, junto a la catedral de La Habana y a inicios del siglo XX unió al mismo a su hermano Antonio. Por entonces no existía la famosa Bodeguita del Medio, que ubicada frente a donde estuviera la lechería de los Ortega, es hoy en día no sólo Patrimonio de la Humanidad sino un completo referente cultural de la Cuba que mezcla comida criolla, bohemia, mojitos y escritos con recuerdos desde Pablo Neruda a Ernest Hemingway. Tal como investigara José Antonio Quintana García; libaneses y sirios -llamados comúnmente moros- canarios e inmigrantes de otras provincias españolas, destacando también los asturianos, predominaron en estos negocios que, por mor de avances en los medios de comunicación y las exigencias en materia de higiene y sanidad, fueron mudando progresivamente de vendedores callejeros a promotores industriales.

 

Pese a este aspecto aparentemente precario como punto de partida; desde inicios del siglo XX la colonia española se convirtió en una activa fuerza que ayudó a consolidar el avance económico, industrial y social de la isla hasta los años cincuenta. Los Ortega Jiménez fundaron en 1900 sobre esos inicios, una moderna empresa de distribución de leche y posteriormente de productos lácteos con un capital de cien mil pesos y a la que llamaron ‘El Palacio de la Leche’

 

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En 1925, el gobierno cubano decidió recopilar y condensar en una publicación todo ese proceso sucedido en el primer cuarto de siglo tras la independencia. Impreso en los Talleres del Sindicato de Artes Gráficas de La Habana, en formato gran folio, con 908 páginas y más de siete kilos de peso, cubría todas las áreas del desarrollo de la nación cubana, desde la historia, letras, artes, ciencias, agricultura, industria, comercio o bellezas naturales. Una página de esa inmensa obra fue dedicada a los Ortegas terorenses.

 

Hace un siglo la empresa creada por ellos ocupaba 24 edificios en la capital y varias fincas en los campos. Las oficinas principales se ubicaban en una construcción de dos plantas en 1200 metros cuadrados. En la planta baja estaban las oficinas, las dependencias para el trasiego de la leche, café, garaje, taller de mecánica, la fábrica de helados y la planta de refrigeración de 16 toneladas que era movida por electricidad y tenía neveras con capacidad para 20 mil litros de leche o helado. Su venta al día era de unos catorce mil litros, procedentes de sus propias fincas y de otras situadas en lugares como Campo Florido, Bacuranao, Arango, Minas, San José de Las Lajas,…que llegaban a la central en trenes y en su propia flota de ocho camiones, que se utilizaban asimismo para la distribución conjuntamente con los cuatro camiones utilizados para el transporte de los helados.

 

El Palacio de La Leche continuó creciendo y modernizándose en los años siguientes hasta que, en una acertada labor de fusión empresarial, apareció la Compañía Lechera de Cuba, fundada el 29 de mayo de 1929, a raíz de todo lo establecido en el Reglamento regulador de las condiciones sanitarias de la leche, publicado en la Gaceta Oficial de Cuba el 20 de febrero de 1929 y que aplicaba las conclusiones del Primer Congreso Sobre Leche celebrado un año antes.

 

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Tal como describe José Antonio Quintana, Antonio Ortega Jiménez, presidente de El Palacio de la Leche, Pedro Interián Rizo, Administrador General de la Compañía Abastecedora de Leche de La Habana y el doctor Isaac Álvarez del Real, abogado de las dos empresas, crearon la entidad. Además, la nueva empresa absorbió también las de otros emigrantes grancanarios procedentes de los municipios de Guía, Moya o Gáldar, que tenían pequeños negocios de reparto de leche en La Habana, como José Suárez, Modesto Suárez, Pedro Cárdenas, José González, Casimiro Navarro y Juan Bautista Rodríguez; creando lo que se consideró ‘el núcleo más fuerte de comerciantes de leche de vaca de la capital de la República’. Su primer presidente fue el moyense José Suárez Suárez, el vicepresidente era José González López, mientras que Antonio y José Ortega Jiménez actuaban como director y subdirector, respectivamente, y Pedro Interián Rizo como administrador.

 

Luego, marcharon a Estados Unidos los dos directivos principales para estudiar el proceso industrial y contrataron especialistas que asesorarían la implementación del novedoso sistema que transformaría radicalmente al tradicional, cumpliendo la normativa impuesta por el gobierno cubano, las exigencias de nuevos mercados y socios, y venciendo obstáculos como la diaria recogida de la leche en las condiciones de higiene y seguridad exigidas, los gastos de la pasteurización, la competencia, y el detalle de que el mismo año de su creación se produjera el fuerte impacto económico de la Gran Depresión. Pese a ello, la Compañía progresó hasta convertirse en una industria competitiva; que fabricaba helados, hielo, queso, mantequilla, leche acidófila y leche búlgara y que en 1932 poseía ya 10 mil metros cuadrados de terreno, un edificio de tres pisos para la planta de pasteurización, una fábrica de hielo, almacenes, equipos de refrigeración y talleres, con un valor de más de un millón doscientos mil pesos.

 

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En 1936 fallecía José Ortega, quedando la gestión de los intereses familiares en su hermano Antonio. En 1957, cuando ya se veía el cambio en el futuro de Cuba, el valor total de lo invertido por la Compañía en sus propiedades ascendía a más de 4 millones de pesos. Pocos meses después, la revolución lo cambió todo. Las mujeres, los niños partieron poco después como tantos miles en dirección a Estados Unidos o Canarias. Los varones de la familia Ortega quedaron para intentar proteger el patrimonio creado en las seis décadas anteriores.

 

Fidel Castro entraba en La Habana el 8 de enero de 1959. Antonio Ortega Jiménez falleció en la misma ciudad en el 13 de noviembre. Su viuda Isolina Navarro Gil fallecería el 25 de agosto de 1982 en San Juan de Puerto Rico.

 

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LOS ORTEGA JIMÉNEZ Y CANARIAS

 

La familia Ortega no se limitó en Cuba a emprender negocios y a participar en toda la estructura económica de la isla en época postcolonial. Tampoco olvidaron su relación con Canarias y en concreto con la Villa de Teror.

 

Presentes en puestos directivos de iniciativas como la creación de la Asociación Canaria de Cuba, fundada en La Habana el 11 de noviembre de 1906 y por ello, en todas las materias culturales que de ella surgieron y que hicieron que se relacionaron con intelectuales canarios desde Francisco González Díaz en 1916 a Juan Rodríguez Doreste en 1956; o en materias sanitarias y de beneficencia como la Casa de Salud Nuestra Señora de la Candelaria con su pabellón ‘Antonio Ortega’

 

En Teror tuvieron presencia política con la creación del partido “Los Hijos de la Pila” con presencia en mítines como el celebrado con presencia de Antonio Ortega -que venía desde Cuba- en La Alameda terorense el 7 de noviembre de 1915; defendiendo iniciativas relacionadas con el Mitin de la Fuente Agria de 1914; la construcción de un nuevo cementerio o la carretera que uniría Teror con Valleseco años más tarde; y con fuertes enfrentamientos hacia el alcalde Manuel Acosta o la familia Yánez.

 

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En 1919 fueron ellos precisamente quienes enviaron al pueblo terorense el telegrama ‘Hijos de Teror que venían vapor Valbanera desembarcaron todos en Santiago de Cuba’, dejando clara su salvación en un momento en que Canarias entera vivía entristecida por la tragedia.

 

Los descendientes de la familia terorense Ortega Jiménez viven hoy en distintos lugares del mundo desde Miami a Europa.

 

También en Teror.

 

José Luis Yánez Rodríguez

Cronista Oficial de Teror.

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