Verónica Bolaños HerazoLa última voluntad de la mujer fue muy clara, tenían que enterrarla con su mecedora.
Todo estaba minuciosamente previsto. Después de que Idalia muriera debían de desmontar cada una de las tablas, tenían que sacarlas con cuidado, sin dañar la pintura. También, era importante guardar los clavos en una bolsita de tela y echarlos dentro del ataúd.
La mujer murió, en su cama.
Macario logró quitar la primera tabla del respaldar y la dejó en el suelo. Luego desmontó las siguientes. Los clavos los enderezó con martillazos.
A la mujer la velaban dentro de la casa. La gente bebía café, de pie y apoyados a las paredes recién pintadas.
El día siguiente sacaron el ataúd a la calle. La mecedora convertida en piezas la amarraron encima del féretro.
Cuando llegaron al cementerio, levantaron la tapa del ataúd. Por un momento dejaron a la anciana en el suelo, y fueron acomodando cada una de las tablas dentro del cajón.
La muerta y la mecedora no cabían… Volvieron a armar el balancín y sentaron a la mujer. El cajón lo dejaron dentro de la bóveda, y a la mujer en un rincón del cementerio.
De día y de noche la muchedumbre veía cómo la mecedora se balanceaba, mientras el cuerpo se descomponía.
Verónica Bolaños
































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