Frío. Juan FERRERA GIL
Hemos pasado un frío en Jaén de mucho cuidado.
Nunca llovió; sin embargo, el intenso frío de enero era para regalar. No sé si la imagen logra transmitir la idea. Aún con las cosas de Navidad puestas, la plaza entonaba su carácter desapacible. Solo al mediodía el tibio sol apenas calentaba y la gente del lugar, como cualquier lagarto canario, salía a recibirlo y dispuesto se mostraba a ponérselo encima; aunque fuera por un tiempo limitado. Las costumbres son iguales en todos los sitios: cambia el tono, la Historia y, a veces, la lengua; sin embargo, hay una base común que unifica a las personas y su comportamiento. Claro que los árboles sin hojas y el carácter azul de la imagen tempranera (siempre pensé que el azul pertenecía exclusivamente a la tarde) contribuyen a difundir el ambiente reinante: nadie en las calles, bares cerrados y, sobre todo, un lunes por la mañana que acentuaba aún más la temperatura; además de las casas cerradas a cal y canto, como guardando y protegiendo el calor interior. Cazorla era el lugar. Lo que siempre fue una simple palabra en los libros, ahora, por fin, la visitábamos y la recorríamos varias veces con el ánimo de entrar en calor. Y, también, por supuesto, de disfrutar de la localidad.
Siempre los febreros fueron fríos. Hubo un tiempo en Arucas en el que el número de fallecimientos se disparó sobremanera: treinta y dos personas; todos los días hubo un entierro: en aquel tiempo no se incineraba, ni siquiera se aventuraba esa idea tan moderna en el horizonte. Y, ahora, este mes de enero en Visvique, donde vivo, está también desmadrado por el “viruje” constante que no para. Cierto es que mi casa es una nevera en invierno y un calefactor en verano; no obstante, con la ausencia de lluvia cada vez nos parecemos más al clima del desierto: calor intenso en el mediodía y por las noches un frío que pela y hierve la sangre. Me imagino que en sus localidades, estimados lectores, pasará algo parecido. En fin, que parece mentira que tengamos que abrigarnos para atajar el frío. Un paseante habitual en la Avenida de la Charca lo dijo claramente el otro día, donde el calor, para variar, reinaba en el lugar: “hoy el sol está apretado”. Y, ahora, lo echamos mucho de menos. Le estamos dando vueltas a lo mismo. O casi. Imperfectos que somos. Siempre aciertan los meteorólogos anunciando calima; pero al predecir lluvia se producen matices. O cae poca.
En fin, que nunca llueve a gusto de todos. ¡¡¡Para cuando este artículo vea la luz sabrá Dios el tiempo que hará!!!
Juan FERRERA GIL

































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