Educación infantil

Culpa o consciencia

Hemos leído, escuchado, reflexionado. Tenemos información, consciencia y herramientas que nuestros padres ni soñaron tener.

Haridian Suárez Vega Miércoles, 07 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:

Criar distinto no es fácil.

Queremos, pero apenas tenemos referentes.
Nadie nos enseñó a poner límites con amor, a educar sin premios ni castigo.

Nadie nos modeló cómo se pide perdón, cómo se valida una emoción sin anularla, cómo se educa con firmeza sin herir…
Venimos de una crianza donde el miedo era la herramienta para corregir y donde la paciencia no estaba muy presente.

Queremos criar distinto.
Lo sentimos en las tripas cada vez que gritamos y luego nos arrepentimos.
Cada vez que decimos algo que no queríamos decir.
Cada vez que nos sale ese tono que juramos no repetir.

Queremos hacerlo distinto.
Pero nos falta el cómo. Nos falta el cuerpo entrenado, el gesto automático, el ejemplo vivido.

Queremos hacerlo distinto.

Hemos leído, escuchado, reflexionado. Tenemos información, consciencia y herramientas que nuestros padres ni soñaron tener.

 

Pero hay algo que duele mucho en este camino: saber lo que queremos hacer… y no conseguirlo.

Claro que queremos hacerlo mejor.
Pero cuando el sistema nervioso se desborda, cuando la vida aprieta, cuando la paciencia se agota…
sale lo que hay en el fondo: lo que nos enseñaron, lo que vimos, lo que aprendimos. Y repetimos la estrategia de siempre.
El grito.
La amenaza.
El sermón eterno.


Y después… llega la culpa.

Esa culpa que se clava como una espina: “¿Cómo pude decirle eso?” “¿Otra vez grité?” “¡Como es posible con toda información que tengo!”

Pero ¿y si te dijera que esa culpa no es un castigo, sino una señal?
Una alarma que en realidad te está diciendo: “Ya no eres la misma. Esto ya no encaja contigo.”

Que en realidad la culpa es la prueba de que estás despierta.
Que estás haciendo el trabajo más difícil: mirar lo que duele, cuestionar lo aprendido, y empezar a hacer espacio para lo nuevo.

Porque ,la culpa no aparece cuando repites lo que viviste y lo ves normal.
La culpa aparece cuando empiezas a ver con otros ojos.
Cuando te das cuenta de que no quieres seguir educando así, aunque todavía no sepas cómo hacerlo distinto.


No, La culpa no está ahí para hundirte (o eso deberíamos creer).

Está ahí para recordarte que lo estás intentando, que lo que antes te parecía normal ahora te incomoda, que estás afinando la coherencia entre lo que crees y lo que haces.

Y eso, aunque duela, es un avance enorme.

 

La culpa te obliga a mirar hacia dentro y preguntarte:
¿Qué necesito cambiar para que mi conciencia y mis actos estén alineados?
¿Qué necesito aprender, soltar, o sanar para que el automático no decida por mí?

 

La culpa te recuerda que estás en transición.
Es el eco de tu conciencia diciéndote: “Este ya no es tu lugar.”

 

¿La clave? Precisamente esa, usar la culpa como alarma, no como castigo.
Como recordatorio de lo que estás construyendo.
Como impulso para ajustar el rumbo.
Y sobre todo, como señal de que estás criando con intención, aunque a veces tropieces.

 

Porque no se trata de hacerlo perfecto.
Se trata de estar dispuesta a mirar, a cambiar, a aprender.
De ser una madre, un padre, que no educa desde la herida, sino desde la sanación.

Y eso, créeme, sí que deja huella.

 

Así que la próxima vez que sientas esa culpa… no te castigues.
Escúchala.
Agradécele por avisarte.
Y úsala como impulso para reconducir.

 

Recuerda que si te duele cuando no lo haces como quisieras, es porque ya no eres la misma de antes.
Y eso… eso es una señal de que estás criando desde la consciencia y no desde la repetición.

 

Haridian Suárez

Trabajadora Social y Educadora de Disciplina Positiva (@criarconemocion)

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