LA BRISA DE LA BAHÍA (229). Jacintos y galletas, de Tina SUÁREZ ROJAS

“Jacintos y galletas” que hablan de una vida entera, plena, sólida, idéntica a las demás, y tremendamente normal: el auténtico sabor de vivir.

Juan Ferrera Gil Lunes, 05 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:
Foto: Juan FERRERA GILFoto: Juan FERRERA GIL

 

Al hablar de Poesía, acaso el grado máximo de expresión literaria, y el más difícil, se nos antoja una tarea hartamente complicada; sin embargo, esta vez, cuando los versos se han centrado en la ausencia de la madre, nos han resultado poemas más entendibles, a pesar del dolor que se aprecia en cada palabra: debe ser que el sufrimiento es el que es y a todos nos afecta en mayor o menor medida. Por eso, al encontrar y descubrir el vocabulario adecuado y sincero, Tina Suárez Rojas, Jacintos y galletas, Ediciones La Palma, La Palma, 2024, sabe lo que su mano escribe y su mente recrea: el lector entiende y comprende lo que el poema encierra, aunque sea tormento permanente por la ausencia sobrevenida. Y temida. Pero dicho de esta manera parecería poca cosa. Sin embargo, no es así nunca: se ha de estar en la situación, disculpen el eufemismo, para comprender mejor la experiencia que se sustancia a través de las palabras. Por tanto, los jacintos y galletas vienen a conformar una especial forma de mirar. Y comprender. Y actuar.

 

¿En qué consiste contar la normalidad? Quizás el único camino verdadero sea el de la Poesía, vereda complicada donde cada verso se transforma en una especie de espolón de lo cierto, de la verdad que sale a la luz, hiriendo el trayecto. Y digo “espolón” porque también provoca daño y aflicción. En cualquier caso, ante la ausencia de la madre, los hechos cotidianos adquieren, o eso parecen, otra dimensión: la casa vacía, las regañinas, los libros leídos en las tardes tranquilas… ¡y tantos otros aspectos que en la vida de la escritora han sido!

 

Llegamos a comprender que los poemas de Tina Suárez Rojas, concebidos y pertrechados desde la ternura y la querencia, nos dejan pisar nuevamente las calles y con aplomo cierto y sincero sus expresiones retumban como pesadas piedras que caen y entorpecen el camino. Pero no lo cierra. Y, además, nos deja ver hasta donde ella está dispuesta a presentar. Este poemario de ausencias está repleto de aquellas alas que no quiso atrapar porque tal vez todo estaba dicho: Tina Suárez Rojas identifica a su progenitora con la Poesía, más que nada para poder sentirla cerquita. Y ese deseo no es cualquier cosa. Así, el amor que le profesa se verifica en su felicidad de hija, donde los hechos cotidianos sirven para recordar un tiempo que no volverá. El silencio se llena de preguntas que nunca serán respondidas, solo imaginadas. Tal vez las respuestas las vayamos a encontrar en las notas del piano. O en la lectura constante, a modo de canon musical, de unos poemas que cada vez aportan una nueva visión, un novedoso punto de vista: el poder de la Literatura.

 

Jacintos y galletas, flores y alimentos para la otra existencia, donde en la Ciudad de las Nubes (metáfora de la escritora) se materializa y adquiere la forma que no vemos y donde su existencia ha cambiado de escenario. “Jacintos y galletas” que hablan de una vida entera, plena, sólida, idéntica a las demás, y tremendamente normal: el auténtico sabor de vivir. De ahí que, desde su primer poema, Pórtico, la autora deje bien claro la situación por la que está pasando y derive todo su estado de ánimo a una ausencia más que significativa y trascendental.

 

Son poemas que obligan a pensar, que se articulan sabiamente y desde el interior busca Tina Suárez Rojas nuevas vías para escapar de la realidad no deseada. Y en cada lectura, porque el libro nunca se acaba, renovadas impresiones: el valor de la Literatura. Y el regreso de Tina Suárez Rojas.

 

Dos estimaciones que concurren simétricamente para los lectores empedernidos: una suerte como otra cualquiera.

 

Otra vez la isla de La Palma vuelve a dar la nota al proyectar una voz que vuelve a nacer. De lo que se infiere que la isla posee una personalidad única y contrastada y que muchas veces representa a todo el archipiélago. Que no es poco.

 

Juan FERRERA GIL

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