Microrrelatos. El libro

Cómodamente en su sillón, estuvo un buen rato ensimismada en aquella lectura hasta que cayó en el ensoñamiento propio de la edad haciéndola volver a aquella playa.

Juana Moreno Molina Lunes, 28 de Abril de 2025 Tiempo de lectura:

Siempre se sentaba a la puerta de su casa a coser o simplemente a gozar con los ojos cerrados la tibieza del sol en las cálidas tardes de otoño; pero aquella tarde hacía frío, un frío intenso que le ratificó el Teide entre brumas, y decidió quedarse en casa en su cómodo sillón con aquel libro, encontrado por casualidad aquella misma mañana en un rincón olvidado de su biblioteca, que lucía amarillento por el tiempo y que la trasladó con júbilo a su primera juventud. 
 
La mujer sonreía sumida en sus recuerdos, mientras acariciaba la desgastada cubierta del viejo libro antes de abrir sus páginas, en algunas de las cuales, en sus márgenes, había ingenuas anotaciones a lápiz que le hizo evocar la primera vez que lo tuvo en sus manos, hacía ya muchos años, tantos que dichas notas daban fe de ello. Fue un verano en su playa predilecta, aquella que solo dejaba ver su dorada arena en la bajamar; su aroma se expandía por toda la costa, a sus pies, por una muralla de callaos y bolos de basalto que ella atravesaba con la ligereza de sus pocos años. Se encontraba sola y feliz con el mar, el libro y su recién estrenada adolescencia llena de preguntas. 
 
La anciana sonría mientras releía algunas páginas y las anotaciones tan íntimas, unas y otras llenas de angustia por algunos conceptos que no llegaba a entender. Recordó que este libro fue su fiel amigo por mucho tiempo y el que suplió a su padre y a su madre en el despertar a la vida. 
 
Cómodamente en su sillón, estuvo un buen rato ensimismada en aquella lectura hasta que cayó en el ensoñamiento propio de la edad haciéndola volver a aquella playa. Se vio vestida con su atuendo juvenil, sus blancas playeras en las que el dedo gordo asomaba, la toalla en bandolera y, en la bolsa de lona con escudos metálicos, el bocadillo, quizá de chorizo, un membrillo y su preciado libro. Transitaba por un camino de tierra, dejando a su derecha antiguas ruinas de un poblado cargado de una historia que siempre la intrigaba. Aquel ensueño se transformó en un sueño profundo. 
 
La encontraron en su sillón, con el viejo y ajado libro en sus manos; en su mirada había una sonrisa casi infantil que se desdibujaba en la palidez de su rostro.
 
Texto e ilustración: Juana Moreno Molina
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