Viajar leyendo

Quico Espino

Foto: Quico EspinoFoto: Quico Espino

O volar, que es lo que hace esa gaviota en el cielo encendido por un sol crepuscular, que lanza sus últimos rayos antes de irse para otras latitudes, porque cuando uno está leyendo, vuela la imaginación hacia los lugares descritos por su autor  o autora, y las alas de la fantasía se despliegan y se lanzan al vuelo de tal manera que parece que uno se identifica con algún personaje de la novela y, a veces, pasa a sentirse protagonista de la historia que lee.
 
Verse mecido por las olas cuando uno está sumido en la lectura es otra forma de hallarse transportado, viajando en una especie de ensueño, navegando por esos mares afuera, flotando en “Un inmenso azul”,
 
[Img #27745]
 
… que es como titula Patrik Svensson su obra, de 2022, una mezcla de relatos de aventuras, memorias e investigación científica. Son fascinantes episodios interpretados por personas que consagraron su vida al mar,
 
[Img #27747]
 
… que conforman uno de los libros que salen en esta foto. Un volumen donde se cuenta, entre otras muchas cosas, que los polinesios cruzaron el océano sin saber qué había al otro lado, y que aprendieron a interpretar las corrientes, los vientos, el vuelo del charrán ártico y el oleaje. 
 
Así mismo, en la foto aparecen:
 
“Samarcanda”, de Amin Maalouf, (1989): novela en la que se narra la desaparición, en el hundimiento del Titanic, del manuscrito de Samarcanda, que contenía las famosas “Rubaiyat” de Omar Jayyán, escritas en los siglos XI y XII y popularizadas en Occidente en el siglo XIX. En dos planos temporales se relata la vida del filósofo, geómetra, astrónomo y poeta, con la azarosa búsqueda del manuscrito por parte de un bibliófilo norteamericano.
 
“Mujeres de ojos grandes”, de Ángeles Mastreta, (1990): una serie de cuentos con personajes femeninos muy llamativos, circunscritos en  un ambiente familiar, bajo el dominio de los maridos, hijos, cocina y casa, aunque sigan latiendo sus singulares y  exclusivas personalidades, reconociendo, llegado el momento, la señal reservada para cada una de ellas.
 
“El diario de Tita”,  de Laura Esquivel, (2016): historia que nos regala un secreto que nos permitirá recuperar nuestra propia intimidad, guardada en el fondo de una flor marchita, o de una carta que espera sorprender. Después de “Como agua para chocolate”, esta obra es la realización del sueño de la autora: compartir con todo el mundo los más íntimos rincones de su corazón. 
 
“Volver a casa”, de Yaa Gyasi, (2016): primera novela de la escritora estadounidense, de origen ghanés. Historia de un hondo calado humano que se desarrolla en la costa suroriental de África (la actual república de Ghana) y en Norteamérica desde el siglo XVIII hasta el presente.
 
“La maravillosa medicina de Jorge”, de Roald Dahl, (1981):  el autor de “Charlie y la fábrica de chocolate” y de “Matilda”, entre otras novelas infantiles, narra aquí la divertida historia de un niño de ocho años que se empeña en cambiar a su desagradable abuela, e inventa una medicina que consigue transformarla, aunque no como él esperaba. Incluyendo esta obra quiero resaltar que la literatura infantil es sumamente importante y que escritores como los hermanos Grimm, Antoine de Saint Exupery, Beatrix Potter, Jordi Sierra, Gloria Fuertes, Elvira Lindo, y un largo etcétera, han conseguido que millones de niñas y niños se hayan enganchado al mundo de la literatura.
 
Como dijo André Maurois, la lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta. Y según George R.R. Martín, un lector o lectora vive mil vidas antes de morir, mientras que quien que nunca lee, sólo vive una vez.
 
Al igual que esta señora que está completamente absorta en la lectura, disfrutando de la historia que lee mientras viaja en tren, olvidada del mundo,
 
[Img #27748]
 
… yo no concibo mi vida sin un libro que me atrape, que me sorprenda, que me sumerja en lo que cuenta, que me embriague con lo que dice, que me seduzca y me transporte al mundo en el que se desarrolla la acción.
 
Hay un chiste que yo solía contar, de visita por los colegios de nuestras islas, a los niños y niñas de entre nueve y doce años que habían leído mis novelas infantiles. Primero les preguntaba que cuántos habían visto la película “El señor de los anillos”. Levantaban la mano casi todos. Después inquiría: ¿Cuántos han leído el libro? Levantaban la mano dos o tres, como mucho. Entonces, después de insistir en que la lectura estimula la imaginación mucho más que el cine, les contaba el chiste de dos cabras que estaban comiendo películas. Y mantenían la siguiente conversación:
 
-¿Queeé peeliiícuulaaa tee eestaaás coomiieendooo?
-Eeel noombreee dee laa roosaaa.
-¡Aaah! ¿Yy Eestaaá buueenaaa?
-Siií. Peeroo mee guustooó maaás eel liiibroo.    
 
Se reían mucho las niñas y los niños con el final del chiste. Y luego, despertando nuevamente sus risas, yo les indicaba: ¿Ven? Hasta las cabras prefieren los libros a las películas.
 
Texto y fotos: Quico Espino
Ilustración: dibujo original de Eugenio Aguiar
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.175

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.