Educación infantil

Cuando no educamos en la misma dirección

Y en medio… está el niño, confundido, intentando adaptarse a dos formas distintas de ser educado.

Haridian Suárez Vega Miércoles, 16 de Abril de 2025 Tiempo de lectura:

En casa de mamá todo son reglas. En casa de papá, parece que estoy en un parque de atracciones.

 

Uno pone castigos y el otro deja pasar casi todo.

 

Uno cree que hay que obedecer, el otro que no hay que ser tan estricto.

 

Y en medio… está el niño, confundido, intentando adaptarse a dos formas distintas de ser educado.

 

Es normal que en una pareja existan estilos de crianza diferentes. Venimos de historias familiares distintas, de heridas, de creencias que arrastramos sin revisar. Y eso, tarde o temprano, se pone sobre la mesa cuando toca decidir cómo acompañar a un hijo.

 

Pero el problema no es tener enfoques distintos.

 

El problema es no ser conscientes de cuándo ese desequilibrio va en contra de lo más importante: las necesidades del niño.

 

Y si encima uno cree que tiene que compensar lo que “falta” en el estilo del otro, el niño acaba viviendo los dos extremos de la crianza (si mamá o papá es muy estricto, el otro se vuelve demasiado permisivo intentando equilibrar… pero nada más lejos de un verdadero equilibrio.)

 

¿Por qué cuesta tanto?

 

Porque criar toca lo más profundo de nuestra historia personal. Porque cuando el otro hace algo distinto a lo que yo haría, no solo me incomoda: me activa. Me confronta. Me hace sentir que mi forma de educar no vale. Y entonces… me pongo a la defensiva.

 

Y si la pareja ya no está junta, esa diferencia puede vivirse como una amenaza:

 

  • “Cada vez que va con él, vuelve desregulado.”

  • “Ella no le pone límites y yo quedo como el ogro.”

  • “Me paso la semana reordenando lo que desordena el otro.”

 

La crianza compartida con estilos tan distintos a veces parece una batalla por quién educa mejor.
Y cuando eso ocurre… los niños sienten que están en tierra de nadie, tratando de adaptarse a cada estilo.

 

Cuando los niños perciben dos estilos distintos

 

Los niños lo notan todo.

 

Y no, no es que “se aprovechen”, como a veces se dice.

 

Es que intentan adaptarse a su entorno, entender las reglas, buscar seguridad emocional.

 

Si mamá permite una cosa y papá lo prohíbe, el niño no solo recibe mensajes contradictorios:
empieza a aprender que tiene que comportarse de una forma con uno y de otra con el otro, que hay emociones que debe esconder con uno y puede mostrar con el otro.

 

Y eso… pesa.

 

Cuando además hay separación, el niño puede sentirse entre dos mundos:

 

  • Uno donde “todo vale” y otro donde “todo está mal”.

  • Uno donde se le exige, y otro donde se le complace.

 

Y sin querer, acaba ajustando su comportamiento según el adulto que tenga delante.
 

¿Qué podemos hacer?

 

1. Los desacuerdos se resuelven entre adultos .

Debe haber conversaciones entre los adultos sobre los desacuerdos en la crianza. Desacreditar al otro delante del niño solo lo desorienta y lo pone en una situación de lealtad dividida.

 

2. Busquen acuerdos mínimos.

Quizá no compartan todo, pero sí pueden acordar lo esencial: cómo se gestionan los límites, qué cosas no se permiten nunca, cómo se regulan las pantallas o qué rutinas son importantes.
El objetivo no es educar igual, sino no confundir al niño.

 

3. En vez de pelear, modela.

A veces no podemos cambiar lo que hace el otro adulto, pero sí podemos mostrar otra forma de hacerlo. Y los niños lo ven. No critiques: actúa desde tus valores. Eso deja huella.

 

4. Evita competir por el amor de tu hijo.

No se trata de “ganar terreno” ni de compensar lo que crees que falta en la otra casa.
Se trata de ofrecerle lo que tú sí puedes darle: seguridad, coherencia, afecto, estructura, escucha.

 

5. Pide ayuda si es necesario.

Cuando la diferencia es muy grande y afecta al bienestar del niño, buscar ayuda profesional puede marcar la diferencia. No como “terapia de pareja”, sino como un espacio para construir acuerdos parentales más sanos.

 

Educar en pareja, juntos o por separado, no significa pensar igual ni estar de acuerdo en todo.

 

Significa aprender a dialogar, revisar creencias, encontrar caminos comunes, incluso cuando no son perfectos.

 

Al final, lo que necesita un niño no es una educación sin fisuras, sino adultos que sepan hablarse (aunque duela), escucharse (aunque cueste) y recordarse que el foco no es el adulto y sus formas…
El foco es el niño.

 

Educar no es imponer, es acompañar.

 

Y para acompañar no es necesario hacerlo igual, es necesario hacerlo con amor, respeto y coherencia.

 

Haridian Suárez

Trabajadora Social y Educadora de Disciplina Positiva (@criarconemocion)

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