Adoquines. Juan FERRERA GILCuando los adoquines de la calle sirven de espejo en su especial y momentánea transparencia, los dibujos del sol se agrandan para significar que su sólida presencia no debería pasar inadvertida.
Más que nada porque su grata visión nos ayuda a caminar con el paso debido y sensato que la vida nos ofrece. Sí, ese instante es mucho más que eso: es un detalle imperceptible que la cámara plasma en un cortísimo espacio de tiempo y que se crece en su deseo de ser inmortal. Y eterno. Aunque eso solo lo consigue la casualidad y la novelera mirada de un fotógrafo aficionado al que le ha dado por mirar con detenimiento y pachorra isleña. Solo eso.
Juan FERRERA GIL
































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