
Imagínate que tienes un día horrible. Te levantas cansada, el tráfico es un caos, llegas tarde al trabajo, estrés y prisas durante todo el día y cuando por fin llegas a casa, buscando un poco de calma y relax, tu pareja te recibe con un … ¿Pero qué te pasa hoy? Estás insoportable”.
¿Te haría sentir mejor? Probablemente no. Seguro que te vendría mejor una conversación agradable, sentirte acompañada, comprendida...y así, con ese acompañamiento, tus emociones se calman y tu día mejora.
Ahora piensa en un niño que está agotado, hambriento o frustrado porque no le sale un dibujo como quería. No tiene las palabras para explicarlo, no sabe expresar la frustración que siente, así que grita, llora o te empuja.
Igual que nosotros, ese niño necesita sentirse acompañado, comprendido y regular sus emociones de forma sana. Pero muchas veces, nuestra primera reacción es decirle algo como... “Te estás portando fatal”.
Y ahí pasamos a ser más parte del problema que de la solución.
La realidad es que no existe el niño “mal portado”, existen niños que no saben expresar lo que sienten.
Un berrinche, una pataleta o un grito no son desafíos a nuestra autoridad, son una forma primitiva de comunicación emocional.
El problema es que los adultos queremos que los niños se comporten como si fueran adultos en miniatura. Queremos que se regulen sin haberles enseñado cómo hacerlo.
Exigimos control emocional, pero no damos herramientas
Si llora porque no puede tener algo, le decimos: “No llores por esa tontería”.
Si grita porque está frustrado, le decimos: “¡Ya está bien de gritos!”.
Si pega porque no sabe expresar su rabia, le decimos: “Que sea la última vez que le pegas a tu hermano”.
Básicamente, le decimos lo que no está bien y lo que no puede hacer, pero no le decimos lo que sí puede o debería hacer en cada caso.
No aprovechamos esos momentos para darle las herramientas que va a hacer que pueda gestionar mejor las situaciones las siguientes veces.
Y por si fuera poco, si siguen expresándose como buenamente pueden y saben, les etiquetamos: caprichoso, malcriado, manipulador, insoportable.
¿Cómo queremos que aprendan a gestionar sus emociones si los castigamos por sentirlas?
Entonces, ¿qué hacemos?
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Validar, no minimizar
En lugar de “No llores por eso”, prueba con: “Entiendo que estés triste por eso, pero no vamos a comprarlo” -
Ofrecer alternativas
“Sé que estás enfadado, todos podemos enfadarnos, pero no podemos pegar. Si necesitas sacar la rabia, podemos golpear un cojín o respirar juntos”. -
Ser el ejemplo
Gritarles que no griten es el mayor acto de incoherencia que podemos hacer. -
Cambiar el foco
En lugar de preguntarnos “¿Por qué se porta así?”, vamos a preguntarnos “¿Qué está necesitando? ¿Qué estrategia le vendría bien para gestionar mejor esta situación?”.
Los niños no se portan mal, se expresan como pueden. Nuestro trabajo es ayudarles a encontrar formas más saludables de comunicarse.
Pongamos el foco en que están creciendo. Y crecer implica equivocarse, expresarse torpemente y pedir ayuda a gritos.
Dales un respiro, están aprendiendo.
Y nosotros también.
Haridian Suárez
Trabajadora Social y Educadora de Disciplina Positiva (@criarconemocion)































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