
Presidía el Ayuntamiento de la Villa por entonces Juan de la Fe Jiménez Miranda, labrador con extensas propiedades y contratista de la carretera de Las Palmas a Teror. Unos años antes, en 1882, le había sido adjudicado el tramo desde Tamaraceite a la Vuelta de Narciso y posteriormente concluiría la carretera desde allí hasta el Muro Nuevo.
Agustín Álvarez Alemán, hijo de una familia procedente de Telde y asentada en Teror a mediados del XIX como medianeros del Cortijo de Osorio, fue su primer director el 23 de febrero de 1885 y estableció una relación peculiar de esta familia con la música y las celebraciones sacras terorenses, que permanecería inmutable durante todo el siguiente siglo.
Su hermano, el carpintero Pedro Álvarez, fue también director de la Banda en 1896 y de 1900 a 1920; otro hermano, el canónigo Antonio Álvarez fue barítono, miembro de la Sociedad Filarmónica, profesor de música y gregoriano del Seminario; su sobrino Pedro Álvarez Suárez, organista, y las hermanas de éste, las perennes integrantes del coro de la Basílica que, llegados estos días, estaban presentes en todo lo que musicalmente engalanaba las celebraciones de Semana Santa, como el sentido motete “O Vos Omnes”, se interpretaba la tarde del Miércoles Santo en la Villa.
“¡O Vos omnes qui transitis per viam, atendite et videte si est dolor sicut dolor meus! (¡Oh todos vosotros que pasáis por el camino, atended y ved si hay dolor como el dolor mío!)”
En los primeros momentos de la historia de la Banda, ésta tenía entre sus obligaciones el tocar en “las misas solemnes y procesiones de las fiestas del Corpus, Domingos de Infraoctava y días de la Patrona, las misas de los Jueves Santos y las mayores en las celebraciones de la Natividad, la Resurrección del Señor y el Dulce Nombre de María”
Las marchas procesionales del Domingo de Resurrección completaban esta presencia de la Banda de Música de la Villa Mariana en la Semana Santa; presencia que fue aumentando, sobre todo a medida que a lo largo del siglo XX la labor fundamental de dos párrocos sucesivos -Juan González y Antonio Socorro- aumentara la brillantez con que Teror celebraba los actos litúrgicos y populares de estos días.
Gracias a ello, junto al aroma del incienso y el de las primeras flores de la primavera con que se adornaban los tronos; durante siglo y medio la Banda de Teror ha conseguido deleitarnos con muchas obras integradas además en un ambiente muy proclive a la serenidad de la escucha.
Desde la marcha “Amargura” que el sevillano Font de Anta compusiera en 1919; hasta obras como “La Madrugá” del onubense Abel Moreno que persiste en esta labor de componer musicales diálogos con Dios; pasando por la prolífica labor del gallego Ricardo Dorado que con la marcha “Mater Mea”, pese a no ser de las piezas más antiguas de este singular inventario de música sacra -fue compuesta en 1962-, nos traen la remembranza y el orgullo de nombres como los de la familia Álvarez, Candidito Ortega, Eusebio Bravo, Óscar Sánchez, y los de tantas personas que desde el anonimato de su labor como integrantes de la Banda de Teror han trabajado por la brillantez de las celebraciones de estos días tan destacados para la Villa y para toda Canarias.
José Luis Yánez Rodríguez
Cronista Oficial de Teror
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