Microrrelatos. Otra oportunidad

"Todo empezó una tarde de abril, nuestras miradas se cruzaron, desde ese momento supe que ella era la mujer de mi vida. "

Manuel de León Lunes, 31 de Marzo de 2025 Tiempo de lectura:
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Los días pasaban lentos y espesos. Eugenio no quería irse de este mundo sin antes vivir plenamente los últimos meses con Margarita, su esposa.

 

A sus cincuenta años le suplicaba a la vida otra oportunidad. La primera vez que estuvo al borde de la muerte un irascible ladrón lo despojó de sus pertenencias, y de paso le propinó dos puñaladas con un destornillador en el costado derecho; por debajo de sus costillas; creyó que ese momento sería el fin de su existencia. Ahora, su hígado le pasó factura. Las copas desmesuradas de licor ahogaron sus órganos, y esta vez, no salió bien librado.

 

Eugenio lloraba en la habitación del hospital. Una mascarilla sanitaria ocultaba la impotencia que sentía en esos momentos. Una mañana, el médico de cabecera lo visitó a la habitación, lo saludó con amabilidad, conversaron de temas políticos, de por quien votaría para la presidencia, del precio del dólar, de la inflación económica y de la inseguridad en las calles desbordadas de ladrones. Después hubo silencio, la atmosfera se tornó tensa. El médico abrió una carpeta, y acto seguido dio su diagnóstico: Eugenio tenía que entrar en un riesgoso y extenuante tratamiento. No lo curaría, pero aminoraría la gravedad.

 

Desde ese momento, por las noches no dejaba de pensar en Margarita; en el tiempo que no compartieron juntos; en los días en que la indiferencia imperó; en las noches lanzadas a la basura por discusiones perpetuas; en los gritos e insultos que despertaban a los vecinos, y alarmaban a los perros.

 

Durante semanas el doloroso tratamiento agotó las fuerzas del hombre, y una mañana, no despertó. Durante el levantamiento del cuerpo, las enfermeras y los médicos encontraron un cuadernillo debajo de las sábanas de la camilla. Aquel diario iniciaba de la siguiente manera:

 

Todo empezó una tarde de abril, nuestras miradas se cruzaron, desde ese momento supe que ella era la mujer de mi vida. Todas las tardes nos veíamos en el mismo lugar, a la misma hora; con las mismas sonrisas de enamorados. «Me llamo Margarita», me dijo…

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