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Un 8 de marzo para no olvidar a las que quedaron al margen

Solo sumando nuestras voces y nuestras acciones podremos reivindicar lo que consideramos justo en una sociedad que se supone democrática e igualitaria.

Josefa Molina 1 Sábado, 08 de Marzo de 2025 Tiempo de lectura:
En homenaje a Concepcion Armas Saavedra. (Eugenio Aguiar)En homenaje a Concepcion Armas Saavedra. (Eugenio Aguiar)

Hoy sábado se celebra un día importante por todas aquellas personas que creen y defienden la igualdad entre los géneros. Me estoy refiriendo al 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, una fecha que cada año nos recuerda que debemos seguir apostando por una sociedad más justa e igualitaria en la que se contemplen y defiendan los derechos humanos. Porque cuando se habla de derechos de las mujeres hablamos de derechos humanos. Ni más ni menos.

 

Según un estudio realizado por la Universidad de Barcelona y hecho público hace apenas unos días, vivimos un preocupante retroceso de conciencia social marcado por la pérdida de derechos conquistados durante las últimas décadas por los movimientos feministas. En este estudio se constataba que el 10% de las adolescentes entrevistadas denunciaban haber sido objeto de violencia sexual, siendo el mayor escenario de esa violencia, en un 60% de los casos, el mundo digital, es decir, acoso, ataques e insultos realizados a través de chats y redes sociales en su mayoría, procedentes de sus conocidos, amistades y parejas.

 

Estos datos me aterrorizan como mujer pero también me reafirman en mi propósito como ciudadana ya que, si bien ponen en evidencia que los derechos que creíamos ya conquistados no lo están realmente, lo que exige que sigamos trabajando por ellos, por otro, me proporciona un hálito de esperanza porque el hecho de que el dato escandalice y llegue a los medios de comunicación, refleja que existe un fondo de interés social en esta materia.

 

Porque parece que venimos de la nada y que los derechos y conquistas sociales, políticas, económicas y jurídicas de las que disfrutamos las niñas y mujeres del siglo XXI, estaban ahí ‘desde de siempre’. Y nada más alejado de la realidad: antes que nosotras existieron infinidad de mujeres que lucharon por los derechos de todas, que se jugaron el tipo para lograr una sociedad en igualdad de derechos y deberes que sus compañeros varones; mujeres que dedicaron su esfuerzo, su trabajo, su palabra y su inteligencia a intentar crear un mundo más equitativo y justo; mujeres que dieron su vida para exigir el derecho, por ejemplo, al sufragio femenino, es decir, a votar. Este derecho llegó por primera vez a España en 1931 de mano de la abogada Clara Campoamor. En 1931, aunque no se les permitirá ejercer ese derecho hasta 1933, el otro día.

 

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Basta solo echar una ojeada para tener la certeza de que queda mucho por hacer. Todavía se sigue asesinando a mujeres por razón de su género. En Canarias, desde 2003, cuando entró en vigor la ley contra la violencia de género, han sido asesinadas 107 mujeres. En España, la cifra de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas se eleva en 1290 desde 2003 y el de menores huérfanos a 468 desde 2013. Unas cifras que generan horror e indignación porque no estamos hablando de cifras sin más. Estamos hablando de vidas segadas por hombres que concebían a las mujeres como una posesión; hablamos de menores, niñas y niños víctimas de esa violencia machista, que han sido asesinados por el asesino de sus madres o se han quedado huérfanos o directamente con las vidas destrozadas. ¿Se puede ser más cruel?

 

La violencia vicaria, la violencia sexual, la violencia económica, la violencia física, la violencia psicológica ejercida sobre las mujeres se ejerce por el solo hecho de ser mujer. No es una cuestión biológica. Es una cuestión cultural. No se infravalora a la mujer por sus capacidades, se la infravalora porque existen unos parámetros del dominio patriarcal social y cultural que sitúan a las mujeres como subordinadas al varón. El rey es rey porque tiene súbditos a los que mantiene subyugados en el ejercicio de la violencia. El sistema capitalista y neoliberal se mantiene porque existe una masa de mano obrera que obedece al sistema. El ejercicio del patriarcado se ejerce mediante la violencia y la exclusión. Quien no se somete al orden establecido queda al margen.

 

Por eso, la lucha de las mujeres es una lucha política. Es un posicionamiento personal y político que se ejerce a cada instante: en tu casa, en tu familia, en tu ámbito laboral,...

 

En este día, 8 de marzo, mi recuerdo va por todas esas mujeres que siempre estuvieron ahí pero fueron invisibles, que trabajaron con esfuerzo vendiendo pescado para que su nieta se licenciara en matemáticas, que aprendieron a leer con tesón después de haber abandonado el colegio con apenas doce años, que lograron sacar a sus familias adelante trabajando doce horas al frente de una humilde tienda de aceite y vinagre o arando la tierra o cosiendo vestidos para otras personas dejándose la vista en ello; o fueron viudas blancas, efecto colateral de los procesos migratorios, que afrontaron en soledad la crianza de cinco hijos. Todas ellas forman parte del pasado que luchó por nuestros derechos y han hecho posible este presente que batalla por sostenerse y avanzar.

 

Hoy mi recuerdo va por esas mujeres que existieron -y existen- a las que les hubiera gustado estudiar, formarse, acceder a una posibilidad de vida mejor, que soñaban con lograr cosas para sí mismas y para las personas que les rodeaban. Mujeres que acabaron con sus sueños encerradas entre cuatro paredes y dedicadas únicamente a ser madres y esposas porque la sociedad machista y patriarcal no las contemplaban para ninguna otra cosa que no fuera ser ‘ángeles del hogar’. Mujeres que al llenarse de canas, al enviduar o cuando sus hijas e hijos abandonaron el hogar familiar, y sobre todo, cuando los vientos de igualdad ya se lo permitieron y se sintieron un poco libres para ello, decidieron dedicarse a sí mismas y hacer esas cosas que nunca hicieron antes por el que dirán, por vergüenza, por mantener las formas o por las miles de tiranías patriarcales, sociales y culturales que no han hecho más que obligar a las mujeres a estar subyugadas y sometidas.

 

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Porque les recuerdo que hasta hace bien poco comprar anticonceptivos en una farmacia o firmar un papel en una notaría requería la autorización del marido, del padre o del hermano. Hasta hace bien poco las mujeres éramos jurídicamente ‘incapaces’, con todo lo injusto, absurdo e irracional que eso supone.

 

La falta de educación reglada y de formación impide que las personas lean y desarrollen un pensamiento crítico. En un mundo hipertecnificado no interesan personas con una mínima capacidad para pensar, para desarrollar argumentos que rebatan al orden machirulo, misógino, violento y heteropatriarcal establecido. Por eso se empeñan en vendernos canciones en las que las mujeres no son más que vasijas que den respuesta al deseo masculino, donde los cuerpos de las mujeres han de responder al embate que los varones aprenden a través de la pornografía y la prostitución, una situación de la que son víctimas sobre todo las mujeres pobres y migrantes.

 

El día internacional de las mujeres es un día puntual en el calendario, uno fundamental, sin duda, pero trabajar por y para las mujeres exige de continuidad y perseverancia. El esfuerzo debe de ser constante porque vivimos en momentos históricos muy aciagos para las mujeres, momentos en los que en nuestro país, por ejemplo, un partido político aboga por encerrarnos de nuevo en la cocina, acallar nuestras voces y nuestras conquistas fruto del empeño y del esfuerzo de muchas mujeres antes que nosotras y, lo que es más importante, mucho antes que todos los que conforman este partido político. Un momento donde un psicópata matón de rostro anaranjado, alentado por tanto otros como él, grita al mundo que ha acabado con la “tiranía de la diversidad y la igualdad de géneros”.

 

Pero como afirmara mi admirado don Miguel de Unamuno, “venceríes pero no convenceríes”. La historia contemporánea de nuestra parte aunque, como bien sabemos, la historia la escribe quien gana. Por eso debemos continuar en el camino, seguir luchando por nuestros derechos, por el derecho de nuestras hijas a escribir su propia historia y a vivir en un mundo de iguales; por el derecho de nuestros hijos a caminar junto a sus compañeras en un mundo en el que se respeten los derechos humanos.

 

Tenemos lo que nuestras abuelas y madres no tenían: la capacidad de denunciar y poner voz por todas aquellas que ya no están o que están pero no pueden hacerlo. Recordemos que existen miles de mujeres que están siendo abusadas, violadas, explotadas, humilladas y asesinadas en este mismo instante. Aquí y ahora. A tu lado.

 

Por eso, usemos esta capacidad. Usemos nuestra voz, mujeres y hombres. Solo sumando nuestras voces y nuestras acciones podremos reivindicar lo que consideramos justo en una sociedad que se supone democrática e igualitaria. No nos quedemos calladas ni callados. Nos va la vida en ello. A veces, de forma literal.

 

Josefa Molina

Ilustraciones: Eugenio Aguiar

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