
Las ventanas de estos edificios laguneros fueron noveleras. O lo siguen siendo.
Cuando la vida se verificaba en su interior, no solo se engalanaban las ventanas, sino que las miradas de sus moradores salían a converger en la plaza catedralicia, que siempre constituyó una novedad permanente. Sí, lo que no se ve es la Catedral lagunera, atenta y dispuesta a la mirada de los demás. Está bien eso de ser Patrimonio Histórico de la Humanidad. O como se diga.
No solo sirve para definir un conjunto, que también, sino que el paisanaje del lugar debería prevalecer por encima de modas, excentricidades y franquicias más o menos interesadas que tienden a uniformar y consumir permanentemente.
Juan FERRERA GIL
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