Ponerse en la piel de otra

Josefa Molina

[Img #10531]Recientemente ha llegado por casualidad a la visión de una película que me ha conmocionado no solo por la historia que relata sino porque se trata de una historia basada en hechos reales y protagonizada por escritoras. Me estoy refiriendo a la película “El lugar de la otra”, rodada en Chile bajo la dirección de Maite Alberdi a partir de la reinterpretación de uno de los relatos del libro “Las Homicidas” de la ensayista y abogada chilena Alia Trabucco Zerán.

 

La película se basa en los hechos acontecidos el 14 de abril de 1955 en Chile, cuando la popular escritora María Carolina Geel, seudónimo de Georgina Elena Silva Jiménez, asesinó a su amante, Roberto Pumarino Valenzuela, disparándole cinco disparos en el salón de té del Hotel Crillon, uno de los espacios más exclusivos de la época, situado en pleno centro de Santiago de Chile.

 

Según los medios de la época, la escritora, tras una breve discusión, sacó una pistola y le disparó a bocajarro delante de las más de 60 personas que ocupaban en ese momento el salón. Después se aferró con llantos al cuerpo de su novio y así permaneció hasta que fue conducida por la policía a los calabozos.

 

El filme de Maite Alberdi, protagonizado por Francisca Lewin, en el papel de María Carolina Geel, y Elisa Zuleuta, en el papel de Mercedes, nos relata otra cara de la historia: la de la secretaria del juez encargado de juzgar el caso por asesinato. Nuestra protagonista, Mercedes, en su calidad de secretaria del juez, se encuentra en posesión de las llaves del apartamento de la escritora que visita para ir a retirar ropas y enseres de la acusada. En ese ir y venir, queda poco a poco fascinada por la vida y la figura de la escritora. Acaricia sus objetos personales, se recuesta en su cama, riega sus plantas, lee sus libros y de esta forma, día a día, comienza a cuestionar su vida, marcada por el rol que la sociedad de la época imponía a las mujeres: despojada de sueños, subyugada por su papel de madre de dos hijos adolescentes y de un marido fotógrafo con quienes comparte una vivienda exenta de cualquier lujo, una familia por la que no se siente considerada ni respetada, ni como mujer ni como trabajadora fuera del hogar.

 

Mercedes encuentra en la soledad del apartamento de la escritora homicida, un espacio que siente para ella sola, un lugar donde encontrarse a sí misma, donde ser libre, alejada de su insípida realidad vital. De esta forma, la secretaria judicial se deja llevar por la ensoñación de usurpar ‘su’ lugar en la vida de la escritora, estar en “El lugar de la otra”.

 

Este sentimiento nos lleva a reflexionar sobre algo mucho más profundo. Transciende el mero hecho de ‘okupar’ el apartamento de la escritora. Ese ‘lugar de la otra’ profundiza en el deseo de la secretaria de combatir la soledad y el hastío que le produce ser una mujer de mediana edad, sin pasión ni sueños, que descubre de pronto el vacío existencial que enmarca su vida y al que urge darle respuesta tras comprobar que otra vida más gratificante es posible.

 

Sin duda, este matiz solo puede originarse desde la mirada de una mujer, la directora, que ha sabido impregnar el film con esa perspectiva hasta lograr transmitir al público la angustia que genera una vida insípida y vacua como la que siente la protagonista que, llegado el momento, no duda en aprovechar la oportunidad que se le ofrece para ‘okupar’, no solo la vivienda de la escritora, sino todo lo que la define como persona: viste sus ropas, duerme en su cama, se preparada la comida en su cocina, se ducha en su baño...en un intento desesperado de respirar libertad frente a una vida familiar, rutinaria y aburrida que la asfixia y empequeñece. Una visión de la vida de una mujer, madre y trabajadora, con la que estoy segura muchas nos hemos podido sentir identificadas en alguna que otra ocasión.

 

Felicito desde aquí a la directora y su equipo por ser capaces de mostrarnos la soledad de tantas y tantas mujeres cuyo único fin en la vida ha sido solo ser madres y esposa cuando, además de eso, soñaban con poder desarrollarse como personas ‘al margen de’. Es decir, ser ellas mismas, que no es poco.

 

Pero vamos con la protagonista escritora. ¿Quién fue María Carolina Geel? María Carolina Geel era el seudónimo de Georgina Elena Silva Jiménez, nacida en 1910 en Santiago de Chile. La autora siempre estuvo considerada como un sercontrovertido, sobre todo, a raíz del asesinato de su novio. Estando en prisión escribió una de sus novelas más exitosas, Cárcel de mujeres, en la que realizaba un análisis pormenorizado de la situación de las mujeres en los centros penintenciarios.

 

Lo curioso de la historia es que Gabriela Mistral pidió el indulto para Geel a través de una carta abierta publicada en los medios de la época. Mistral, que había ganado el premio Nobel en 1945, estaba considerada como una de las figuras literarias más influyentes de su época. Tras la publicación de la carta, firmada por Mistral en agosto de 1956 y dirigida al presidente del Gobierno chileno, en la que se pedía “el indulto cabal para María Carolina Geel que deseamos las mujeres hispanoamericanas. Será esta, una gracia inolvidable para todas nosotras”, María Carolina Geel fue excarcelada tras pasar solo tres años en prisión.

 

Geel siguió escribiendo pero se mantuvo alejada de la farándula literaria de la época, de la había sido muy partícipe antes del suceso. Su relación de amistad con el críticolitrarioAlone, seudónimo de Hernán Díaz Arrieta, un imprescindible de la escena cultural chilena del siglo xx, era muy conocida. De hecho, Alone alababa la obra de Geel y se declaraba fiel admirador de su escritura. En la película, aunque no se le da el nombre de Hernán, se deja entrever que el personaje de Domingo ocupa que el lugar de este crítico literario.

 

Geel falleció a los 85 años de edad, aquejada de demencia senil. Nunca reveló cuáles fueron los motivos que la llevaron a acabar con la vida de su entonces novio.

 

La que más me sorprendió de esta película es constatar cómo se entrecruzaron las vivencias de tres de las escritoras cumbres de la literatura chilena: María Luisa Bombal, María Corolina Geel y Gabriela Mistral. De hecho, en la película se liga el crimen de María Carolina Geel con el intento de homicidio protagonizado por otra escritora chilena, María Luisa Bombal, ocurrido catorce años antes en el mismo Hotel Crillon, aunque en el caso de Bombal, el intento de asesinato de Eulogio Sánchez, pionero de la aviación civil con quien había mantenido una relación secreta, resultó con el hombre herido en el brazo. Bombal fue encarcelada y posteriormente absuelta ya que el aviador no declaró en su contra. Cuando se preguntó a María Luisa Bombal, autora de La amortajada, un clásico de la literatura chilena, por el motivo que le llevó a disparar contra el que había sido su amante muchos años atrás, afirmó: "Al matarlo mataba mi mala suerte, mataba mi chuncho".

 

Sin entrar en juicios sobre los motivos que llevaron a estas dos autoras a atentar tan irracionalmente contra la vida de sus amantes, lo que me gustaría es invitarles en esta columna a reflexionar sobre cómo a veces, tanto el cine como la literatura, nos interpela desde la ficción y nos interroga a cada uno de nosotros, seres complejos y mutantes, muchas veces oprimidos por la cotidianidad y otras tantas anhelantes de unos sueños y deseos por cumplir que cuando explotan, dejan escapar a nuestros monstruos más oscuros. ¿No es terriblemente mágico?

 

Josefa Molina

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