Eres su padre/madre, no su colega

Entiendo que, en la mayoría de los casos, los padres y madres tenemos la necesidad de ser un lugar de confianza para nuestros hijos.

Haridian Suárez Vega Miércoles, 12 de Febrero de 2025 Tiempo de lectura:

Es común escuchar a padres/madres decir: "Mi hija y yo somos las mejores amigas" o "Salimos juntos por ahí" o “mi hijo me considera su amigo”.

 

Entiendo que, en la mayoría de los casos, los padres y madres tenemos la necesidad de ser un lugar de confianza para nuestros hijos. Queremos que nos cuenten sus problemas, sus sueños, sus dudas. Y ¿a quién se los suelen contar? Pues normalmente a sus amigos. Así que… buscamos forjar ese tipo de relación con ellos.

 

Hay otro perfil de padres que quieren ser amigos por otras razones (falta de consciencia de la importancia del rol parental, negación a asumir la responsabilidad…) pero quiero pensar que son las menos comunes.

 

En general la intención que hay detrás, es la de crear una relación en la que nuestros hijos se sientan con la confianza necesaria para contarnos que están metidos en un lío o que están dudando si probar alguna sustancia ilícita. Porque, por ahí, quizás podemos aconsejarles, persuadirles, convencerles o redirigirles al camino correcto.

 

La intención es buena, la mejor.

 

Pero hay un problema. Nuestros hijos ya tienen amigos, lo que necesitan son padres y madres.

 

Son dos tipos de relaciones totalmente distintas y, cuando las confundimos, dejamos vacío un lugar que nuestros hijos necesitan.

 

No significa que no debamos buscar la cercanía y la confianza con nuestros hijos.

 

No significa que no debamos compartir y buscar aficiones o gustos comunes.

 

Significa que no los podemos dejar huérfanos.

 

Significa que no podemos dejar de ser sus padres para ser sus amigos.

 

Significa que debemos buscar una relación afectuosa y cercana sin romper la “barrera” que nos diferencia. Sin dejar de ser sus guías y referentes y sin ocupar el espacio que pertenece a los amigos (y así debe seguir).

 

Es esencial comprender y respetar la diferencia entre estos dos tipos de vínculos. Porque todos son necesarios para tener un desarrollo emocional saludable, y no podemos privar a nuestros hijos de los beneficios de ninguno de ellos.

 

Vínculos afectivos: un amor romántico, amigos, primos... pueden ser algunos de los vínculos afectivos que vamos a tener a lo largo de nuestras vidas. La esencia de estos vínculos es que generan deseo de búsqueda y proximidad, surgen de la interacción continuada y es bidireccional (te cuido y me cuidas). Esas conexiones van a ser claves para un desarrollo saludable de las relaciones sociales y de la regulación de los estados emocionales.

 

Sin embargo, el vínculo de apego es otra cosa mucho más seria y compleja. Es un vínculo afectivo que busca la seguridad, la protección y el cuidado. Atiende, en su fin último, a la búsqueda de la supervivencia y tiene sólo una dirección, (vertical), del niño o niña a sus padres o cuidadores. No al revés. Un padre o madre sano no puede buscar refugio o protección en sus hijos pequeños.

 

Los vínculos donde se une el amor al cuidado, la protección y la supervivencia, nos conectan verticalmente a nuestros padres y madres (vínculos de apego).

 

Sin embargo, los vínculos horizontales (vínculos afectivos) están hechos para realizarnos, para generar red, para la integración social (los del equipo de fútbol, las amigas del pueblo...)

 

Ambos son imprescindibles para un desarrollo socio-emocional sano.

 

Los vínculos afectivos ya lo cubren con sus amigos, no necesitan más.

Los vínculos de apego los cubren con sus progenitores o figuras de cuidado…

 

Si te vuelves su amigo... ¿quién cubre ese vacío?

 

No hay ventajas en que los padres asuman el rol de amigos; solo se genera una falsa confianza.

 

Numerosos autores han subrayado los problemas educativos que pueden surgir cuando el padre/madre toma una función que no le corresponde.

 

Como señalaba el psicólogo canadiense Albert Bandura en su teoría del aprendizaje, la mayor parte de nuestros comportamientos son fruto de la observación, la instrucción directa y el reforzamiento. Por ello, los padres deben estar a otro nivel y no colocarse en el mismo plano que sus hijos. Somos un referente en conductas y hábitos.

 

Es recomendable establecer un vínculo de calidez, confianza, afecto absoluto y compañerismo, sí, pero sin dejar de establecer límites, sin dejar de ser guía, sin dejar de ser padres.

 

Porque un hijo no es nuestro igual; es una persona que está bajo nuestro cuidado y a quien debemos ayudar a convertirse en un adulto funcional.

 

Por eso, a la hora de establecer un vínculo de confianza con nuestros hijos, no todo vale.

 

Y… aunque no podemos ser amigos de nuestros hijos, lo que sí podemos ser es padres/madres más amigables.

 

Haridian Suárez Vega

Trabajadora Social y Educadora de Disciplina Positiva (@criarconemocion)

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