La fuente del Pilar de Juan Martín. Foto: Juan FERRERA GILLa Fuente del Pilar que inmortalizara Juan Martín en una de sus magníficas acuarelas en 2024 es tan real como la historia que atesora.
Sin embargo, lo que a nuestra mirada novelera llama la atención es el agua que emana de los tres caños: agua reparadora, límpida, que suena al brotar: aunque se encuentre ubicada dentro de un lienzo, enmarcada no solo por el entorno que rodea a la Fuente, sino que incluso se prolonga más allá como dejando adivinar el edificio del Ayuntamiento y la Plaza cercana. Claro que eso no lo dice el cuadro, pero a los que reconocemos el lugar esta obra de Juan Martín va siempre más allá: es una prolongación de lo que se adivina, lo que no se ve. Así, la ausencia de personas simbolizada se encuentra en el agua que sale de los chorros: signo de vida, donde todo parece surgir en una rueda constante que tiempo ha se puso en marcha y que ya no se detiene. Fue muy significativa la Fuente, donde tuvo lugar el encuentro de las personas en torno a la vida, donde cada gota representa una palabra que sirve para modelar no solo la realidad, sino la misma existencia de las personas que se apostaban ante su constante y reparador sonido.
Por eso las antiguas acequias, fuente de vida y esperanza, dejaron paso a la Fuente del Pilar, que donara Alfonso Gourié a la ciudad las aguas procedentes de la Fuente del Hierro hacia 1874, más o menos. Así que el acuarelista Juan Martín ha logrado grabar en uno de sus inolvidables lienzos una parte de la Historia reciente de Arucas: no solo es una imagen más, sino la plasmación y contemplación de un gesto solidario que ha superado el tiempo de una ciudad más que centenaria: una visión detallada de la evolución de la localidad norteña que, en su imperfección, se sitúa ante nosotros no solo como la realidad que dice mostrar, sino lo que se esconde entre sus piedras y monumentos: la Fuente del Pilar es una muestra clara que emana vida, tranquilidad y saber estar.
Las mismas cualidades que demuestra a cada paso el artista Juan Martín, al que hay que saber entender sus palabras porque dicen mucho más de lo que expresan. Yo no sé si eso sucede con otros pintores o artistas en general, pero sí estamos en condiciones de asegurar que Mirar y Hablar no solo son realidades más o menos escondidas, sino que una vez analizadas con detenimiento encontramos en ellas las expresiones ocultas que en principio nunca llegábamos a imaginar. Por eso, tiempo atrás uno de nuestros PHOTOTEX hablaba de esas dos ideas: “Acuna la calle, en su universalidad de acuarelas, miradas caprichosas que se expresan en variadas lenguas. Quedan rotos durante unas horas el silencio y el ritmo pausado de la ciudad: las necesarias para comprender que la contemplación se renueva en cada instante, sobre todo, al experimentar que la vida en la calle sigue su singladura de cansino paso en la travesía del caminante. Caminante, vida, paseo: sinónimos de una manera de ser y estar en el mundo. Para cuando el sol dé señales de su experiencia ocasional de atrevido dibujante, diferentes historias y otros acordes confirmarán que ¡¡mirar también es hablar!!”
Que todo este comentario lo haya provocado un cuadro de Juan Martín dice mucho de su persona: viene a ser una de las tantas opciones que encerramos cada uno a la hora de Mirar y Hablar.
Y disculpen, vuesas mercedes, la perorata o alegato.
Juan FERRERA GIL































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