Sin educación, no hay libertad

Josefa Molina

[Img #10531]'Sin educación no hay libertad y sin libertad no hay progreso'. Esta cita es de la abogada e intelectual española, Hildegart Rodríguez Carballeira.

 

La frase la leí impresa en un cartel en una calle de la ciudad de Madrid, donde nació, vivió y murió con tan solo 18 años, esta joven intelectual madrileña quien leía desde los dos años, escribía desde los tres, a los 10 ya hablaba cuatro idiomas y a los 13 empezó Derecho, siendo la abogada más joven de España.

 

La figura de Hildegart, convertida en un referente para muchas mujeres de la II República Española, fue de lo más crucial en los últimos años de su vida, especialmente cuando comenzó a ser conocida, incluso a nivel internacional, por su oratoria y sus discursos en pos de la participación política de las mujeres, comenzando por el partido socialista en el que se integró muy joven.

 

Hildegart vivió unos tiempos de gran convulsión política en la España donde ella misma creció como figura del pensamiento social y político del momento,  convirtiéndose en una destacada ensayista y publicando, desde los 15 a los 18 años, un total de 16 obras de divulgación en las que exponía ideas revolucionarias sobre emancipación sexual de las mujeres.

 

Convertida en una niña prodigio, llegó a la vida pública con 12 años formando parte de organizaciones como la Liga de la bondad, la Federación Universitaria Española (FUE) y las Juventudes Socialistas. Además, fue socia del Lyceum Club Femenino ydel Ateneo de Madrid.

 

Cuando con 15 años publicó su primera obra, Tres amores históricos, con el que se estrenó como ensayista, se inició una prometedora pero fugaz carrera que no pasó desapercibida en las élites políticas e intelectuales de la época.

 

Publicó obras con editoriales de la órbita socialista, cuyo principal partido la convirtió en el reclamo perfecto para las mujeres jóvenes. El socialismo erigió a Hildegart y su revolución sexual en la avanzadilla intelectual de sus juventudes feministas. Fue algo así como una influencer de comienzos del siglo XX.

 

Sin embargo, acabó desencantada del partido socialista de la época y, en 1932 publicó una carta en el periódico La Libertad, en la que criticaba duramente una posible alianza del PSOE con un candidato reaccionario, lo que provocó su expulsión y la acercó al Partido Republicano Federal y a las posturas anarquistas.

 

Mantuvo una extensa correspondencia con personalidades europeas de la época, entre ellas con el novelista británico, impulsor del género de ciencia ficción y autor de obras como El hombre invisible (1897) y La guerra de los mundos (1898), Herbert George Wells, a quien acompañó cuando visitó Madrid y cuya pretensión de llevarla a Londres como secretaria, así como ofrecerle la oportunidad de continuar su formación de mano del médico, sexólogo y activista británico Henry Havelock Ellis, acabó fraguando la tragedia de su vida.

 

Porque lo cierto fue que cuando esta joven, personaje emblemático del feminismo social y promesa del pensamiento español, decidió obtener los mandos de su existencia y poner en práctica la libertad que exigía para las mujeres de su país, su madre, Aurora Rodríguez, acabó con su vida disparándole cuatro tiros mientras dormía en su cama: dos en la cabeza, uno en el corazón y el cuarto en el torso.

 

Aurora, una mujer de formación y de clase acomodada, puso fin así a los sueños de su única hija a la que más consideraba, mas que una hija, un 'proyecto', un proyecto que ideó mucho antes de quedarse embarazada de un varón que sabía no iba a reclamar la paternidad: un sacerdote.

 

Aurora ya había tenido la experiencia de la maternidad criando a su sobrino, Pepito Arriola, hijo natural de su hermana, quien con cuatro años destacaba por un talento musical, que le llevaría a ser un concertista de éxito. Sobre él, Aurora se vuelca con afán para convertirlo en un pequeño Mozart,hasta que su madre lo reclamó.

 

Este hecho afianzó sus ideas reformadoras y eugenésicas, que abogaban por la mejora de los rasgos hereditarios humanos a nivel social mediante la intervención manipulada y métodos selectivos.A ello el sumósus preocupaciones por los derechos de la mujer, lo que le empujó a concebir a su hija como un proyecto que encarnara las ideas que ella defendía.

 

Sin embargo, Hildegart convertida en una figura internacional, quiso marcharse a Londres y continuar con su proceso personal de crecimiento y formación intelectual. Su madre no estaba de acuerdo y tenía otros planes para ella y cuando descubrió las intenciones de su hija tomó la drástica decisión de poner fin a su diseño de super mujer intelectual.

 

Según un artículo del periódico El Sol de la época, en la que se daba cuenta del filicidio cometido por la madre, se indicada que durante las semanas previas al asesinato, las discusiones entre ambas eran frecuentes, que la madre maltrataba con frecuencia a la joven y que la mantenía bajo una estrecha vigilancia hasta el punto de ser tratada como una prisionera dentro de su propia casa.

 

Aurora, llena de decepción y rabia, puso punto y final a la vida de Hildegart el 9 de junio de 1933, cuando España estaba a punto de iniciar el más trágico episodio de su historia, la Guerra Civil. La madre fue juzgada e ingresada de por vida en un manicomio de Ciempozuelos, en Madrid, donde falleció en 1955.

 

La historia y el legado de Hildegart fue enterrado por el Franquismo y hasta hace apenas unos años, no comenzamos a conocer su historia de mano de los movimientos de recuperación de las mujeres referentes de nuestro país.

 

Existe una amplia producción literaria sobre la vida y obra de esta hija y su madre. Por nombrar algunas citaré la obra que la escritora Almudena Grandes publicó en 2020 “La madre de Frankenstein: agonía y muerte de Aurora Rodríguez Carballeira en el apogeo de la España nacionalcatólica, Manicomio de mujeres de Ciempozuelos, Madrid, 1954-1956” una obra en la que aborda los años de internamiento de Aurora.

 

En la pantalla destacar el estreno el pasado mes de octubre de la película 'La Virgen Roja', dirigida por Paula Ortíz, que narra la historia de la malograda Hildegart y su progenitora, aunque existe una versión cinematográfica anterior, de 1977, Mi hija Hildegart, de Fernando Fernán Gómez, basada en el libro Aurora de sangre publicado en 1972 por el periodista Eduardo de Guzmán, quien había cubierto el suceso y había conocido personalmente a las dos protagonistas.

 

Yo me quedo con la importancia de recuperar a las referentes feministas del pensamiento de nuestro país. Y Hildegart Rodríguez era una de esas referentes. Me apena pensar cuán lejos hubiera llegado si la locura egoísta y arrogante de su madre no se hubiera cruzado con el deseo de ser ella misma, como cualquier persona joven que anhela su propio espacio y busca su propio camino hacia la adultez fuera de la órbita y el control familiar.

 

En el caso de Hildegart ese futuro hubiera sido de los más espectacular a nivel intelectual pero me temo que eso ya nunca lo sabremos. Y eso, ciertamente, es una verdadera pena.

 

Josefa Molina

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