Educación infantil

Falta mano dura

Parece como si los menores y adolescentes con conductas disruptivas hubieran salido de un sobre sorpresa o hubieran llegado de Marte.

Haridian Suárez Vega Miércoles, 05 de Febrero de 2025 Tiempo de lectura:

Cada vez que ocurre un caso en el que se cuestiona la conducta de menores o adolescentes, la respuesta es casi automática: “Falta mano dura.”

 

Nos cuesta tanto admitir que somos responsables de esas acciones que, en lugar de hacer autocrítica, echamos balones fuera.

 

Parece como si los menores y adolescentes con conductas disruptivas hubieran salido de un sobre sorpresa o hubieran llegado de Marte.

 

Como si nadie supiera cómo ni por qué son así.

 

Las familias piden que los centros educativos hagan más.
Los centros educativos piden que las familias se impliquen.
Y todos piden leyes más estrictas.

 

“Todo menos asumir nuestra responsabilidad como padres y como sociedad.”

 

Hay quien asegura que el problema es que hemos sido demasiado blandos, que los adolescentes creen que pueden hacer lo que quieran porque se les ha quitado la autoridad a padres y docentes. (pero… las conductas disruptivas y las agresiones también existían antes).

 

Otros dicen que esta generación es el resultado de la anterior, la que fue criada con gritos, castigos y cachetones. Y claro, de aquellos barros, estos lodos.

 

Algunos culpan a las leyes, por considerar que los menores son seres humanos y deben ser tratados con respeto (y no con violencia). Porque claro, si pudiéramos libremente usar la violencia para enseñarles que no se usa la violencia para resolver conflictos… otro gallo cantaría.

 

Muy lógico.

 

Y así, unos por otros, y la casa sin barrer.

 

Podemos seguir así, generación tras generación, echando la culpa a todo y a todos (menos a nosotros mismos).

 

Podemos seguir así, generación tras generación, haciendo lo mismo mientras esperamos resultados distintos.

 

Podemos seguir así, perpetuando patrones y exculpándonos de todo.

 

O podemos, de una vez por todas, cambiar el foco, asumir responsabilidades y empezar a preguntarnos qué podemos hacer diferente para que los jóvenes actúen diferente.

 

Porque quizás el cuento sonaría distinto si en lugar de preguntarnos cuánta autoridad nos falta, nos preguntáramos qué estamos haciendo con la autoridad que tenemos.

 

Porque quizás, en lugar de preguntarnos por qué los adolescentes usan la violencia para resolver conflictos…deberíamos preguntarnos qué herramientas necesitan y no les estamos dando, para comunicarse con asertividad.

 

Porque quizás, la pregunta no es por qué no saben gestionar la frustración… tal vez es más productivo preguntarnos si les estamos permitiendo equivocarse y aprender de sus errores.

 

Quizás, en lugar de preguntarnos por qué no cumplen normas… deberíamos empezar a preguntarnos si les estamos enseñando el sentido y la importancia de respetar los límites propios y ajenos (o si sólo enseñamos a obedecer por miedo a las consecuencias).

 

Y quizás deberíamos plantearnos algo aún más importante:

 

Cuando tienen un problema, ¿nuestros hijos corren hacia nosotros en busca de ayuda?
 

O huyen de nosotros con la esperanza de que no nos enteremos?

 

Y es que, tal vez, ese sea el verdadero problema. Nos hacemos las preguntas equivocadas.

 

Porque es más fácil pensar que la solución es endurecer normas que revisar cómo estamos educando.
Porque es más sencillo pensar que los adolescentes son “conflictivos por naturaleza” que asumir que su forma de relacionarse con el mundo es el reflejo de lo que han aprendido en casa, en la escuela y en la sociedad.

 

Y quizás, haciéndonos las preguntas adecuadas, lleguemos a la conclusión, de que lo que realmente falta no es "mano dura".

 

Quizás, lo que falta, son adultos dispuestos a educar con cabeza y con consciencia.

 

Quizás lo que falta, son adultos dispuestos a dar herramientas en lugar de mano dura, a enseñar en lugar de imponer y a modelar en lugar de exigir.

 

Si seguimos actuando igual, no podemos esperar que ellos actúen distinto.

 

Entonces, ¿qué vamos a hacer diferente esta vez?
 

Haridian Suárez

Trabajadora Social y Educadora de Disciplina Positiva (@criarconemocion)

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