Tiempos de iletrados
Que vivimos tiempos crispados no se le escapa a nadie. También que vivimos tiempos de iletrados.
En un mundo donde la actividad de leer está considerada como una ‘pérdida de tiempo’ y donde la gente, jóvenes y no tan jóvenes, prefieren dedicar sus horas a navegar por las redes viendo vídeos de gente bailando o a cultivar relaciones on line en vez de cara a cara, está claro que la comunicación humana, la conversación, el diálogo, no gozan de su mejor momento.
No es de extrañar que en este contexto surjan personajes de carácter racista, machista y homófobo, que exhiben sin reparos el discurso imperialista y colonialista como lo hace Donald Trump, que hace apenas una semana ocupa por segunda vez el salón oval de la Casa Blanca y lo hace marcando un estilo de gobernar a base de decretos que se saltan la ley, políticas migratorias deshumanizadas, una gestión económica modelo gángster y una caza de brujas funcionarial que atiende a una venganza personal utilizando para ello el dinero público. Así sin escrúpulos. Política de la camorra, tanto dentro como fuera de Estados Unidos.
Estamos frente a un empresario que concibe el ejercicio político desde las claves del malote del patio de un colegio y que tiene a las grandes y multimillorias empresas tecnológicas, y a sus milmillonarios propietarios, comiendo de su mano porque saben que con un tipo como él al frente del país más poderoso del mundo, un hombre igual de arrogante e igual de psicópata que ellos, se harán todavía mucho más ricos. Donde el parné manda, no hay principios que valgan.
La ciudadania no es tonta. Siempre ha sabido quién mueve los hilos. Solo que ahora a los empresarios matones parece no frenarlos nadie. Mucho menos Europa, que enarbola la bandera del sálvase quien pueda mientras actúa con una tibieza que apabulla. Ni tan siquiera la denostada democracia que, envejeciendo sin remedio, es repudiada a un absoluto ostracismo como las actrices de Hollywood cuando comienzan a peinar canas.
Los antiguos ideales de la Ilustración que dieron paso a los principios de equidad y justicia, se pudren entre las ruinas de los edificios en los que se asentaron la convivencia, la paz y empatía, abusadas por un mundo que se mueve solo por el valor del mercado.
Y mientras deslizamos nuestros dedos por la pantalla, vamos descubriendo que todo se compra y se vende a golpe de click. Incluido el amor, los ideales o la amistad.
Siguiendo al filósofo alemán Zygmunt Bauman, estamos hundiéndonos en las ciénagas de una sociedad líquida, en la que nada es consistente, todo es volátil y permeable. Hasta las relaciones de pareja son líquidas: ¿para qué aspirar a una relación estable basada en el compromiso cuando podemos a cambiar de partenaire con solo darle el corazoncito de cualquier aplicación de parejas en busca de esa persona-objeto que encumbre nuestro ser narcisista y vacuo?
De aquellos barros, estos lodos: incremento de la soledad en un mundo de hiperconectados, mayores tasas de suicidios entre la juventud, el populismo como fórmula política in crescendo, ideología sin contenido y gobiernos que se mueven a base de titulares falsos en redes. Una sociedad cada vez más iletrada, papanata y zoqueta, donde importa más un 'me gusta' que una charla distendida frente a un café.
Leía hace unos días un estupendo artículo de Jorge Ocampo, en el que cavilaba sobre qué libros podrían conformar el catálogo de lecturas de Trump, suponiendo que leyera, cosa que dudo. Entre los imaginados, incluía 'El Príncipe' de Nicolás Maquiavelo y 'Mi lucha' de Adolf Hitler. Recordé entonces el ejemplar de ‘Mi lucha’ que reposaba tranquilo en mi estantería (al enemigo hay que conocerlo) y me dispuse a hojearlo.
En el texto se recogen, entre otras muchas lindezas, lo siguiente: "La propaganda tiene que corresponder en su forma y en su fondo al nivel cultural de la masa y la eficacia de sus métodos deberá apreciarse exclusivamente por el éxito obtenido. En una asamblea popular no es el mejor orador aquel que espiritualmente se acerca más a los oyentes de la clase pensante, sino aquel que debe conquistar el alma de la muchedumbre". O "El futuro del Movimiento depende del fanatismo y hasta de la intolerancia con que sus adeptos sostengan su causa, como la única justa, y la impongan frente a otros Movimientos de índole semejante".
¿Les suena? Redes sociales, política de cancelación, fakes news, ausencia del pensamiento crítico... ¿Sigo?
Ver a Elon Musk haciendo el gesto nazi -que algunos analistas se empeñan a calificar como un gesto casual...- sin ningún tipo de pudor frente a un auditorio repleto de afines que le coreaban cual estrella del pop, un ser que se declara abiertamente cercano a los partidos de ultraderechas, pone de manifiesto la total impunidad con la que maniobran estos multimillonarios, nuevos dioses del Olimpo, y hace intuir por dónde están yendo sus peligrosas maniobras para nada respetuosas con los principios del sistema democrático. Y cuidado: porque cuentan con el capital necesario para hacerlas cumplir, sin importarles a quiénes se llevan por delante.
Por cierto, no me extrañaría en absoluto que también Trump publicara un libro en algún momento no muy lejano de su existencia, uno en el que nos brinde testimonio de sus mesiánicas ideas imperialistas: America first! Imagínense qué consignas se dedicaría a pontificar. Bueno, él personalmente no, el equipo de redactadores y publicistas que lo escribiría por él siguiendo sus órdenes. Si no, al tiempo.
(1) Artículo de Jorge Ocampo: “Trump, el neocolonialismo y sus impulsos imperialistas” Enlace.
Josefa Molina




























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