El perfume de "Lyturgya" y la "Casa de la Camarera" de Nuestra Señora del Pino

José Luis Yánez Rodríguez Jueves, 30 de Enero de 2025 Tiempo de lectura:
EXTERIOR DE “LYTURGYA”EXTERIOR DE “LYTURGYA”

La Plaza de Nuestra Señora del Pino en Teror huele últimamente al perfume que se expande por ella desde una de sus casas más señeras y destacadas.

 

La Casa del Conde, también conocida como la Casa de la Camarera de la Virgen, alberga desde hace semanas una nueva iniciativa, una experiencia empresarial que se basa en el sentido etimológico, sensible y profundo del perfume. Tal como ellos mismos afirman, allí se trabaja “per fumum”; SE INDAGA EN..; se trabaja con lo que desde hace siglos se utiliza para que “por el humo” que determinadas materias producen al arder, lo sencillo se vuelva trascendente, lo palpable se difumine en sentimiento y lo terrenal se eleve hasta el cielo.

 

Se llama “Lyturgya”. Así de contundente.

 

Maderas, resinas -utilizadas desde los albores de la humanidad- nos transportan con sólo entrar a la antigua tienda y aspirar, a tardes con amigos, a misas de pontifical, a solemnidad de terciopelos; pero también a leves toques de sensualidad y atractiva carnalidad.

 

La experiencia, la senda hacia esta nueva vivencia empresarial y cultural viene de la mano de la familia terorense Herrera González; que a principios de 2016, montaran en otro destacado inmueble del conjunto histórico de la Villa la ya emblemática “Casa del Perfume Canario”, de la que Jesús Herrera -CEO de este grupo-afirmaba en el año 2018 que reconocía como algo inusual, pero que la tradición llegaba después de seis generaciones de perfumistas que la habían pasado la tradición de generación en generación. Afirmaba que veía a su abuela hacer las mezclas y que también su padre “pero mayormente para regalar”

 

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Todo se remonta a mi tatarabuelo, francés que llega a la isla como prisionero a principios de 1800 junto a cien de sus compatriotas al hospital San Martín, curiosamente a menos de 30 metros de donde tenemos nuestra tienda en Vegueta. Se produce una epidemia de fiebre amarilla y mi tatarabuelo, Pierre Martell, sale airoso. Las autoridades deciden terminar con aquel hacinamiento y a los sobrevivientes los reparten entre las familias pudientes de la isla y acaba en Teror. A los dos años, el gobierno le ofrece dos posibilidades, o regresar a Francia o hispanizar su nombre y casarse con una canaria para quedarse. Él ya conocía una canaria, de Valsequillo, y se casó con ella. En ese momento sólo sabía arar la tierra y hacer huertos perfumados, ya que en esa época no había alcohol para poder hacer perfumes, y se ganó la vida con los huertos perfumados y la jabonería”

 

La Casa del Perfume ha demostrado en estos años transcurridos su perfecta integración en la trama social y comercial de la Villa y desde los domingos con su mercadillo, las excursiones de turistas o las cotidianas idas y venidas al Santuario del Pino, es uno de los establecimientos más visitados y más admirados.

 

Y en estas pasadas navidades decidieron abrir otro en otra casa de la misma plaza. Éste, dedicado a sahumerios, resinas y otras cosas que huelen a cielo cuando las quemas -y sin quemarlas también-. En la planta baja de una casa grande, de gran balcón (el mayor del pueblo) y de larga historia.

 

Ubicada a poniente de la Basílica he servido en sus muchos siglos de existencia de residencia de familias ligadas a Teror y a comercios de todo, bares incluidos.

 

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Como todos los solares que rodeaban el emplazamiento de los tres templos que han dado cobijo a la imagen y devoción a Nuestra Señora del Pino, la casa se construyó en un terreno propiedad de la iglesia terorense. Tal como describió el cronista Vicente Hernández, era “un sitio y solar de la Fábrica Parroquial, cedido por el Licenciado Miguel Jerónimo su mayordomo, al Alférez Juan Rodríguez por un tributo perpetuo”

 

En la planta baja, se guardaron durante un tiempo los diezmos -la décima parte de las cosechas que los agricultores aportaban anualmente a la iglesia- y la planta alta fue propiedad y hogar de la familia Quintana, llegada a Teror cuando Blas de Quintana Cabrera se casó en 1582 con terorense Isabel Pérez de Villanueva Peñaranda, descendiente de la familia que se considera fundadora de Teror y ella, primera Camarera de la Virgen por encargo y designación del obispo Fernando de Rueda a fines del siglo XVI. El genealogista e investigador Miguel Rodríguez y Díaz de Quintana afirma que “debió de ser la doncella más propicia para ocuparse de este menester en el patronato familiar, pues teniendo otra hermana mayor, Inés, casada con el mayordomo de la iglesia, de ella es la que dan referencia los textos de la época”

 

Durante todo el siglo siguiente, los Quintana fueron los propietarios de la vivienda hasta llegar al sacerdote Juan Rodríguez de Quintana Montesdeoca (cura de Teror desde 1675 a 1718); y que fue testigo de uno de los momentos más tristes de la sociedad terorense de aquella época: la caída del pino donde la leyenda situaba la aparición de la imagen y que estaba frente a la casa.

 

Un Lunes de Pascua de Resurrección, el 3 de abril de 1684, caía a resultas de un vendaval el Pino de Teror.

 

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Este es el texto literal de la carta en la que Juan Rodríguez de Quintana comunicaba el hecho al Obispado:

 

Muy mi Señor Provisor

Dios nro. Señor dé a su md. las santas Pascuas de la Resurección de nro. Señor Jesuchristo con los aumentos que deseo y con gusto; Nosotros las hemos tenido bien amargas y con grandes lloros y sentimientos por la caída del Pino santo de nra. Sra. Hoy Lunes por la mañana se descubrió una ráfaga y rendimiento por la parte que estaba en la puerta de la Yglª y se acudió a hacer la plegaria, descubriendo el Smo. Sacramento y nra. Sra. Y acudiendo a quitar las campanas; y con tanta brevedad se aceleró con las borrascas del viento, que tasadamente se quitaron las campanas y todos se recogieron con hartas lágrimas a la Yglª a rogar al Señor lo tuviera o que no agraviara a la Yglª; se vino abajo el Pino quebrándose con tal flema, que teniendo del tronco a la parte de la Yglª un tablón en alto de cerco, no hizo agravio a la Yglª ninguno. Hase registrado el sitio donde dicen que estaba la piedra, y hasta ahora no se ha descubierto nada. Doy a v.m. cuenta y le aseguro que si al Lugar se le hubiera perdido todo lo que el vale, no hubiera habido mayores lloros.

Nro. Sr. que. a v.m. ms.as.

Teror y Abril tres mil seiscientos ochenta y cuatro años.

De v.md. su criado y servidor que S.M.B.

El Br. Johan Rodríguez de Quintana.”

 

Los Quintana terorenses fueron dueños de la casa alta durante todo el siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX.

 

Por ese tiempo aparece representada en el plano realizado en 1760 por el coronel Antonio Lorenzo de la Rocha, en la planificación para construir el tercero y actual templo dedicado a Nuestra Señora del Pino. Es un interesante documento recogido en 1971 en el libro “La Virgen del Pino en la historia de Gran Canaria”, y en el que se ve como le afectaría la nueva alineación de fachadas prevista en las casas de la nueva plaza que se configuraría al término de la iglesia.

 

La otra magnífica representación aparece en las puertas del llamado Armario de la Caridad o Filipino -perteneciente a la Cofradía del Rosario y custodiado en el Museo Diocesano de Arte Sacro de la Catedral de Canarias- y tal como investigara el historiador Gustavo Alexis Trujillo Yánez “nos presenta, como si de una instantánea se tratara, la actual Basílica del Pino, rodeada por casas de amplias balconadas y precedida por la desparecida pila o fuente de abasto público, constituyendo un documento gráfico de gran valor histórico”

 

Siendo una pintura de 1771 nos muestra la fachada de la casa por completo tal y casi exactamente como la podemos ver en la actualidad.

 

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La familia Quintana emparentó con los Llarena, por el matrimonio entre el capitán Pedro de Quintana y López de Morales y Teresa Llarena y Falcón; que fueron padres entre otros, de José de Quintana Llarena (1781-1869); que en los datos biográficos que aporta Jorge Rodríguez Padrón nos informa que fue un “escritor político n. y m. en Las Palmas de Gran Canaria. Coronel del Regimiento de las Milicias de Las Palmas (1829). Coronel de Infantería. Procurador en Cortes por Canarias (1834-1837). Regidor perpetuo de Gran Canaria. Alcalde de la ciudad de Las Palmas (1812-1818 y 1843). Entre 1849 y 1853 dirigió la Sociedad Económica de Amigos del País. Entre sus obras: Teoría razonada sobre la formación de los Gobiernos (1835), Discurso sobre la ley electoral (Diario de Sesiones de 1836) o el manuscrito Vida política del coronel don José de Quintana Llarena (1869)”

 

Al fin, las leyes desvinculadoras y desamortizadoras del siglo XIX cambiaron la titularidad de la vivienda.

 

La planta baja fue adquirida por el comerciante de origen maltés, Victorio Azopardo Sabi en el proceso desamortizador de 1855 y allí instaló su negocio. Posteriormente se hizo con la totalidad de la vivienda.

 

Fue persona destacada en la vida social y política de la Villa a mediados del XIX.

 

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En carta remitida desde Teror a Fernando León y Castillo en 1875 aparece integrado con otros personajes de familias ligadas como él al comercio y la vida pública de aquel momento.

 

lltmo. Sr. D. Femando de León y Castillo.

Teror (Gran-Canaria) Junio 20 de 1875.

Nuestro querido amigo: los individuos que suscriben, pertenecientes al Comité Constitucional de este pueblo, al adherirse á la fórmula propuesta por V. en unión de los Sres. D. Gaspar Núñez de Arce y D. Lino Peñuelas, tienen el honor de manifestar su conformidad con la conducta política seguida por el Excmo. Sr. D. Práxedes Mateo Sagasta, á consecuencia de disidencias ocurridas en nuestro partido; conducta tanto más noble y patriótica cuanto que tiende a afianzar, á la vez que la dinastía de D. Alfonso XII, las libertades que son peculiares de los pueblos cultos que tienen por ello la conciencia de su valer y de su mérito, no menos que á procurar por todos los medios posibles el bienestar y prosperidad de la hoy desgraciada Nación Española. Quedamos de V. afectísimos servidores y amigos Q. B. S. M.—Francisco Bethencourt López—Carlos Yanes—Rafael Hernández— Victorio Azopardo—Agustín Rodríguez y Silva —Francisco María Ortega—Pedro Ceballos—Juan Mª Guerra (y otros)”

Hace un siglo, un cronista recordaba asimismo su labor como una de las personas implicadas en la tarea de reforestación que por aquellos años y a principios del XX llevó adelante la sociedad terorense. Se destacaba como digno de mención el culto fervoroso que en Teror “se rinde al arbolado, signo inequívoco de progreso, y seríamos injustos si de paso no rindiéramos tributo de gratitud y simpatía al esclarecido mantenedor espiritual de ese apostolado, D. Francisco González Díaz, y entre otros al veterano propagador material del mismo, don Antonio Melián, dignos continuadores de aquellos ejemplares ciudadanos que en vida se llamaron don Victorio Azopardo y don Víctor Grau, a quienes tanto debe el pueblo de Teror”

 

Posteriormente pasaría por venta al comerciante de origen tinerfeño Guillermo Linares Mesa; momento en el que se canceló una hipoteca al acreedor José Morgades y Gili, obispo de Vich de 1882 a 1889.

 

Guillermo Linares casó con Lorenza Jiménez Domínguez y formaron una familia más de la Villa. El cronista Picar y Morales destacó en la primera edición de su libro sobre Teror de 1901, que los principales comerciantes y propietarios de la Villa eran por entonces “D. Antonio Guerra, D. Antonio Rivero, D. Domingo García, D. Francisco Rodríguez, Don Guillermo Linares, D. José Santana, D. Juan González, D. Juan Rivero, Sra. Madre de D. Juan Yanes, D. Manuel Acosta, D. Manuel Suárez, D. Miguel Santana, D. Pedro Rivero, y D. Vicente Navarro”

 

Lorenza Jiménez falleció en 1935 y Guillermo Linares en 1940 a los noventa años, en la capitalina calle Cano, 14; donde su hijo Manuel Linares tenía su propio comercio y vendía desde acido cúprico a concentrado de caldo bordelés.

 

Y aunque siguieron manteniendo algunas de sus propiedades en Teror, la casa de la Plaza del Pino se puso en venta y pasó a ser adquirida por los Castillo, la familia del conde de la Vega Grande.

 

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LA CASA DE LA CAMARERA DE LA VIRGEN DEL PINO

 

El edificio se conoció como “la casa del conde”; sobre todo a partir de que en 1951 sucediera en el título nobiliario Alejandro del Castillo y del Castillo.

 

La Camarera de Nuestra Señora del Pino era por entonces María del Pino Manrique de Lara, con casa propia en la Villa diseñada por Miguel Martín Fernández de la Torre en 1947, en la confluencia entre las calles de la Diputación y la Nueva.

 

Al fallecer ésta en 1966, heredó el título de Camarera su hija María del Carmen Bravo de Laguna, esposa del conde Alejandro del Castillo.

 

Ocupó ese cargo honorífico durante 19 años y fue la primera de las tres mujeres que por ser dueñas de la vivienda han originado el nombre con el que se la ha conocido las últimas décadas.

 

Fallecida el 16 de noviembre de 1985, pasó el cargo a su hija Ana del Castillo y de ella desde el año 2002 a la actual camarera Pino Escudero del Castillo.

 

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LA TIENDA DE MANOLITO EL CUBANO Y EL BAR DE DOMINGUITO

 

Pese a la sucesión de distintos propietarios del inmueble; la dedicación comercial de la planta baja continuó a lo largo del siglo XX, con marcada relevancia de dos establecimientos concretos: la tienda de Manolito y el bar de Dominguito.

 

A la tienda se accedía por el magnífico portón central de cantería amarilla -acertadamente puesta en las últimas obras en toda su extraordinaria apariencia gracias a la retirada de la pintura que la cubrió durante décadas-- y por la puerta a la izquierda de la fachada. Al bar se accedía por la puerta de la derecha. Las dos laterales de cantería gris que sustituyeron a los ventanillos de ventilación del almacén y que se pueden observar perfectamente en la mencionada pintura de 1771.

 

La tienda de Manolito Ortega “el cubano” vendía de todo; pero poco a poco fue definiéndose hacia todo aquello que veía que más gustaba a los turistas cuya llegada a la villa iba progresivamente aumentando en la segunda mitad del pasado siglo.

 

Postales de la Virgen del Pino o del Roque Nublo, mantelerías caladas, cajas de fósforos, carretes y cámaras fotográficas y cientos de objetos que pudieran servir de recuerdo en el retorno a sus países. Lo mismo cubría toda la pared de la fachada bajo el solemne balcón, dando a la tienda del cubano dando al comercio un exótico aspecto de zoco oriental que gustaba tanto que llegó a imprimirse en postales que se vendían in situ. Y décimos de lotería que más de una vez dieron “gordos” a su clientela.

 

Además, tenía un espacio reservado para aquellas extranjeras que querían entrar en la Basílica en pantalón y a las que se les ofrecía un surtido de faldas, donde cambiarse y al término de la visita, volver a recuperar su vestimenta. Todo ello obviamente, pagando el alquiler de la prenda.

 

Sobre mediados de la década de los sesenta, al otro lado de la plaza, frente por frente, Antonia Nicolau Sánchez abrió una librería y perfumería. Tal como reseñara hace tiempo el periodista Juanjo Jiménez “en 1972 le relevó su hija, Conchi Quesada, y con el tiempo donde antes eran libros y ungüentos el establecimiento se convirtió en una suerte de precursor del centro comercial moderno, pero en apenas unos metros cuadrados”

 

Tanto uno como otro en sana competencia vendían lo que interesaba a los visitantes extranjeros.

 

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El bar de Dominguito era todo lo contrario a lo que pudiera esperarse para la concurrencia que llegó a tener. Instalado en un pequeño espacio era casi agobiante, pero calentito y acogedor en las brisas que en las tardes recorren la plaza del Pino. Pero, en un acertado ejercicio de venta y fidelización -más correctamente engodo-, el bar fue el primer lugar que instaló un futbolín y un aparato de radio que retransmitía con altavoces al uso, los partidos de fútbol que más interesaban y que por lógica más llenaban el bar. En días de enfrentamiento entre equipos con seguidores en el pueblo, la clientela llegaba hasta la plaza, en enconado enfrentamiento y consumición.

 

Tanto un lugar como otro era “cosa del pasado” llegada el siglo XXI y aunque Pedro Ortega, el hijo de Manolito, se mantuvo al frente del comercio tras el fallecimiento de su padre; la planta baja de la casa cerró tras siglo y medio dedicada a la actividad mercantil.

 

La vivienda tuvo un nuevo momento de brillantez, cuando el 20 de septiembre de 1981 sirvió de fondo a los actos con que culminó la peregrinación que con presencia del obispo Ramón Echarren organizó el Movimiento Rosario en Familia para conmemorar el Año Santo Jubilar del Quinto Centenario de la Aparición de Nuestra Señora del Pino. Tras la celebración, se procedió a la Subida de la Imagen al Camarín.

 

Así ha permanecido hasta hace unas semanas. La acertadísima restauración del mobiliario de la tienda, más la limpieza de maderas y cantería han vuelto a dar vida a algo que, a unos metros de las puertas del santuario, lo estaba reclamando.

 

Teror está por ello de enhorabuena y agradecido a la familia Herrera y a su capacidad emprendedora.

 

Además de regalarnos sus aromas con los que, tal como se anuncian, puedes desde la Plaza del Pino “viajar al origen de las fragancias”

 

José Luis Yánez Rodríguez

Cronista Oficial de Teror

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