Con la música a otra parte

Quico Espino

 
Adiós, muy buenas, dijo en voz alta la Estatua de la Libertad, después de lo acontecido últimamente en las urnas estadounidenses.  No le gusta la realidad que la rodea; no sólo porque se haya erigido un míster trampa como presidente del estado, sino por el hecho de que hay muchos más de esa calaña en otras naciones. Gente vanidosa y prepotente que cree tener razón en todo y no piensa bajarse del burro, consiguiendo que el derecho a la libertad que ella representa se encuentre cada vez más lejos del alcance de la mayoría de la gente que habita nuestro planeta. 
 
Decir nuestro es decir mucho. Es más correcto, y muy triste, señalar que la Tierra es de ellos, de los inmensamente poderosos que rigen y dirigen los destinos de los demás, fomentando el odio, el racismo, la homofobia, la desigualdad, la misoginia, el capitalismo (don dinero, poderoso caballero)…, hasta conseguir que la gente pobre, que, por desgracia, es la mayor parte de la población del planeta, sea cada vez más pobre, mientras los ricos se hacen cada vez más ricos y poderosos. Tanto como para querer comprarlo todo a golpe de talonario. 
 
Así, en lugar de arreglar los problemas que tiene la humanidad, como la pobreza y el hambre que está matando a millones de personas,  se gastan los dineros en comprar votos y voluntades, creando más fronteras, más barreras anti emigrantes, enfrentando a las poblaciones para conseguir lo que ellos anhelan: más dinero, más poder.
 
Y se vanaglorian de ello. Les importa un bledo que el mundo piense lo que piense, pues ellos son dueños  del poder y hacen exactamente lo que les da la gana. Tienen la sartén por el mango y el mango también. ¡Qué barbaridad!
 
¡Qué vergüenza!, dice la Estatua de la Libertad, tapándose la cara con las manos.
 
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No desea presenciar más escenas de sufrimiento e inquietud en una Tierra donde los derechos humanos fundamentales siguen siendo ultrajados. Un mundo que se hace cada día más miserable, insolidario y grosero; una humanidad en la que prima el lema “Tanto tienes, tanto vales” en vez de otro que dice “Quien más da es quien más tiene”. 

 

Si nos respetáramos todos, nos quisiéramos, nos ayudáramos unos a otros, sin tener en cuenta el color, la condición, sino que nos guiáramos por el color de los ojos y nadie fuera inferior o superior a nadie, como debería ser (menuda utopía, con la que está cayendo) otro gallo nos cantaría. 

 

No es el caso, desgraciadamente, pues a lo largo de la historia de la humanidad nunca se ha conseguido dicha igualdad, salvo a la hora de la muerte, que arrasa con todos por parejo, pobres y ricos, jóvenes y viejos, sin distinción alguna.  

 

Lila Downs, una famosa cantante mejicana, que no me extrañaría que dijera que se marcha con la música a otra parte cuando va a dar conciertos fuera de México, tiene una canción titulada “Viene la muerte echando rasero”,  en la que canta que a la muerte no se le escapa ni un pasajero. Es una verdad como un templo que nadie puede eludir, por mucho poder que tenga. En ese caso sí que somos todos iguales.

 

Tema musical: Viene la Muerte Echando Rasero. Lila Downs

 

Texto: Quico Espino

Fotos: Google

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