Es adoración por el infinito cielo, el inmenso mar y las recias montañas, por la naturaleza en suma, lo que siente el personaje desnudo, subido sobre una roca, que eleva sus brazos reverenciando la vida, en señal de gratitud por el hecho de vivir.
También yo siento adoración por el entorno que me rodea: cielo, mar, montaña y luz
![[Img #25080]](https://infonortedigital.com/upload/images/01_2025/2998_adoracion2.jpeg)
… me acompañan a diario. La playa de Sardina me enganchó desde un principio, como ya he dicho muchas veces, y el rumor de las olas me embelesa a todas horas y me mece y adormece en la noche.
Adoración, en otro orden de cosas, que es a lo que me quiero referir, se llama una prima hermana mía, y se debe, claramente, a la adoración de los Reyes Magos al niño Jesús, siendo uno de los tantos nombres femeninos, muchísimos, que introdujo la Iglesia, metidos con calzador, algunos relacionados con las virtudes teologales como Esperanza o Caridad; otros relativos a la vida de Cristo, tipo Crucifixión, Redención o Milagros, y la mayoría concernientes a la vida de la Virgen, o sea de advocación mariana, como Concepción, Asunción, Ascensión, Encarnación, Angustias, Dolores, Remedios, Socorro, Amparo, Purificación, Consolación, Natividad y un largo etcétera que nos dejaría con la lengua afuera si los leyéramos de corrido.
En Ingenio había un montón de mujeres con esos nombres que implantó la Iglesia. Mi madre se llamaba María Concepción y yo siempre bromeaba con ella por el hecho de que la Virgen había concebido el ocho de diciembre y daba a luz el veinticinco del mismo mes. O sea que su embarazo había durado diecisiete días. Mi madre me pegaba un pellizcón cuando se lo decía. Y, con la sonrisa en los labios, me llamaba hereje.
A mi tía Ascensión, que se consideraba tan comunista como Dolores Ibarruri, a la cual profesaba simpatía, no le gustaba nada su nombre ni tampoco aquellos que tuvieran que ver con la Iglesia. “Ni que fuera yo a subir a los cielos”, me dijo alguna que otra vez, con cierto hastío en la voz, alegando que no creía ni en el cielo ni en el infierno y mucho menos en el purgatorio. Aunque no era atea, pues decía que algo tenía que haber, protestaba contra la Iglesia católica, a la que tachaba de machista, “porque esos nombres no se deben poner a nadie, ¡por Dios!, pues lo que hacen es marcar para siempre la vida de una mujer”.
-Mira cómo a los hombres no les han puesto ese tipo de nombres. Tienen nombres bíblicos: Isaac, Abrahán, Pedro o Mateo, que significa regalo de Dios, pero no como a nosotras. A las mujeres nos han masacrado esos religiosos machistas de mierda. ¿Cómo se le puede poner el nombre Crucifixión a una mujer? Eso es prácticamente matarla en vida.
Me encantaba mi tía Ascensión. Era una mujer avanzada para su tiempo. Una vez me contó, muy sonriente, que en Lanzarote se invierten los papeles porque primero son los remedios y luego los dolores. Yo puse cara de no entender nada y entonces ella me explicó, entre risas, que el 30 de agosto se celebra en Yaiza la fiesta de la Virgen de los Remedios y que el 15 de septiembre, en Tinajo, tiene lugar la fiesta de la Virgen de los Dolores, que es la patrona de la isla.
Eran muy amigas, aparte de hermanas, mi madre y mi tía Ascensión. Solían hablar mucho y pasear juntas. A veces, en verano, a la tardecita, cogían el coche de hora para ir a la playa y nos llevaban a mi hermano pequeño y a mí. Mientras nosotros nos bañábamos o correteábamos por la arena, ellas se sentaban frente al mar y se gozaban extasiadas la puesta de sol, cautivadas por los colores del cielo, embriagadas por el rumor de las olas. Al igual que el personaje de la foto que encabeza este artículo y yo, ellas también sentían adoración por la naturaleza.
Texto: Quico Espino
Imágenes: Ignacio A. Roque Lugo
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