Sevilla, viaje de ida y vuelta con las mujeres taxistas

Josefa Molina

[Img #10531]La ciudad de Sevilla vivió el pasado fin de semana un encuentro único. Se trata de la celebración del undécimo Encuentro Nacional de Mujeres Taxistas que reunió, de viernes a domingo, a unas 200 mujeres profesionales del taxi procedentes de todo el país.

 

La concentración, organizada por un equipo de seis mujeres taxistas de Sevilla -Rocío, Cristina, Luisa, Conchi, Verónica y Carmen- contó con un programa lúdico festivo en el que no faltaron los almuerzos colectivos, paseos por las calles de la bella ciudad de La Giralda, visitas a monumentos históricos como el Alcázar, paseos por el Guadalquivir, cena de gala y hasta un espectáculo de flamenco.

 

En este contexto, se celebró además la presentación de la novela "La Taxista", un evento que tuvo como marco la cena de gala que la organización realizó con tanto cariño y buen afán en el complejo Las Setas de Sevilla, una enorme y curiosa estructura de madera cuyas sinuantes formas le han otorgado el popular nombre de Las Setas.

 

El complejo está ubicado en pleno casco histórico la capital andaluza,  en un espacio donde antes estuvo situado el antiguo Mercado de abastos de la plaza de la Encarnación. Hoy, además de un mercado mucho más moderno, aloja restaurantes y cafeterías, zona para la celebración de eventos, espacios al aire libre para patines así como pasarelas con vistas panorámicas a la ciudad, un cine y en la parte más baja de su impresionante estructura, el Antiquarium, en el que se puede visitar los restos arqueológicos de las antiguas construcciones que los sucesivos asentamientos de las sociedades de origen islámico, fenicio y romano han ido dejando en la ciudad hispalense.

 

Sin embargo, lo más hermoso de esta cita ha sido la oportunidad que me ofreció para convivir durante unas horas con un grupo de mujeres excepcionales. Durante estos días he podido conocer las vivencias, historias y experiencias, algunas muy duras y dramáticas, de mujeres muy especiales, porque para colocarse al frente del volante de un taxi y trabajar durante diez o doce horas diarias durante veinte o treinta años y además criar hijas e hijos y estar al frente de una economía familiar, hay que ser muy valiente. Hay que estar hecha de una pasta muy especial. 

 

Muchas de estas mujeres taxistas, algunas de ellas pioneras en el taxi en su ciudad o su pueblo, se han enfrentado al rechazo de sus compañeros varones, han afrontado situaciones humillantes por ser mujer y han vivido situaciones de lo más desagradables, además de tener que afrontar las consecuencias de sus largas horas de trabajo en el taxi y las enfermedades surgidas a raíz de ellas. Muchas cuentan con problemas de cervicales, operaciones de caderas, entumecimiento de manos,... a lo que hay que añadir a veces la imposibilidad de mantener una pareja o formar una familia dada la escasas ayudas para la conciliación familiar.

 

Por eso la amistad que se mostraron las mujeres que han participado en este encuentro, organizado por el Foro de la Mujer Taxista, es simplemente digna de admiración. Durante todo el fin de semana he sido testigo del cariño, la unidad  y el respeto que se profesan las profesionales del taxi a pesar de que muchas de ellas apenas si coinciden más allá de este encuentro anual.

 

Pero también he sido testigo en primera persona de la acogida y el cuidado que han manifestado hacia mi persona, a pesar de ser una escritora infiltrada en una cita de mujeres taxistas porque, como que diría Francisco Umbral, yo estaba allí para hablar de mi libro. 

 

Esta acogida y atención se la debo de agradecer al equipo de organización pero muy especialmente a Rocío, compañera taxista, quien ha cuidado de mi persona y se ha preocupado para todo estuviera preparado y organizado para que mi novela "La Taxista" pudiera tener un hueco en esta cita anual. Decir solo gracias es quedarme corta. El cariño es algo que se entrega de forma voluntaria sin pretenciones de nada más a cambio. Y eso se percibe. Gracias infinitas, Rocío. Siempre.

 

Además de esta maravillosa experiencia que les he querido compartir en esta columna, me gustaría dejar constancia de las curiosas casualidades que a veces tenemos la satisfacción de vivir. Les cuento: para alojarme en Sevilla reservé una habitación en una casa familiar. El establecimiento resultó ser una vivienda regentada por un matrimonio joven con cuatro hijos pequeños con los que pude convivir durante varios momentos a lo largo de dos días. La vivienda está ubicada en el edificio que resultó ser una antigua propiedad de la Duquesa de Alba. El inmueble imita a las clásicas corralas de antaño, con un patio interior decorado en blanco y verde en cuyo centro reposa silenciosa una fuente, antiguo abrevadero de caballos, y luce majestuoso un imponente naranjo repleto de frutos.

 

En este edificio, la duquesa no solo celebrada reuniones con lo más aclamado de la sociedad y la curia sevillana, sino que tenía sus caballerizas, hoy convertidas en su gran mayoría en apartamentos vacacionales.

 

Pues bien, al comentarle el motivo de mi visita a la ciudad a Antonio, el propietario de la casa de la afamada duquesa sevillana, hoy transformada en una cálida y hermosa residencia familiar, me descubre que en esa misma vivienda residió uno de los poetas sevillanos más laureados y reconocidos de la literatura del posromanticismo español, Gustavo Adolfo Bécquer. 

 

Mi asombro fue mayúsculo y mi conexión con el espacio que me estaba dando cobijo, mucho mayor. Casualidades poéticas porque en Sevilla la poesía es algo que casi se respira. No en vano es la cuna de los hermanos Antonio y Manuel Machado. Baste recordar aquellos bellos versos de Antonio en los que el poeta tristemente enterrado en Colliure decía:  "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla".

 

Yo no puedo decir nada sobre una infancia en Sevilla pero bien puedo asegurar que mi vida de adulta se ha visto enriquecida con creces durante los dos días en los que la literatura y la sororidad se han aunado para rozar ese algo tan intangible pero existente al que denominan 'alma', el mismo lugar donde esta experiencia reposará con cariño eterno.

 

Josefa Molina

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