Parece ser que la luna
tiene un novio en La Montaña.
Lo susurraron las olas
por la mañana en la playa
y en la noche, las estrellas
que con prisas se fugaban,
dejando en el firmamento
un rastro rojo escarlata.
Musitaron que, al sol puesto,
cuando la luna asomaba,
en La Montaña sombría
a su gran amor buscaba.
Le lanzaba rayos verdes,
en silencio lo invocaba.
Las nubes, que lo sabían,
el paso libre dejaban.
Él, que es todo un caballero,
al escuchar la llamada,
sale de su casa al vuelo
hacia la cuesta empinada.
Y al mirar, encandilado,
a la luna y ver su cara,
suspira y siente el latido
del corazón de su amada.
Son rumores de las olas,
cuando la mar está en calma,
o de fugaces estrellas
en una noche callada.
Ya saben, la luna tiene
un amor en La Montaña.
Y creo que le da lo mismo
que sea de Guía o de Gáldar.
Poema: Quico Espino
Imagen: Antonio Manuel del Río Martín.
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