LA BRISA DE LA BAHÍA (213). La palabra: sin dueños

"...Y todo viene a cuento porque no se puede asesinar a las palabras. Bien es verdad que en determinadas épocas unas son preferidas a otras,..."

Juan Ferrera Gil Lunes, 13 de Enero de 2025 Tiempo de lectura:
La palabra: sin dueños. Juan FERRERA GILLa palabra: sin dueños. Juan FERRERA GIL

Los dictadores de cualquier signo, tiempo y espacio tienen en común una característica que los define completamente: como se creen los dueños de las palabras, consideran que su interpretación es la única verdadera. Y, además, cuentan con otra señal común: nunca leen, ni capacidad para ello tienen. Y menos aún para resumir. Y adivinamos que tampoco escriben: no disponen de tiempo libre cuando son ellos los amos del acontecer diario: es un decir. Con lo cual no solo sus capacidades, si es que las tienen, están mermadas, sino que, además, creen que la intolerancia y “el estar casi siempre cabreado” es una virtud.

 

Deben pensar algo así como “otro vendrá que bueno me hará”, aunque dudo mucho que este refrán acompañe a los dictadores que “manifestaron su momento de gloria”. Cuando se descubrió a Gadaffi, en su huida del paraíso, dentro de una tubería, o algo así, no solo fue la señal inequívoca de su destino, sino la metáfora referida a todos los dictadores: al final, lo quieran o no, transitan por veredas tan estrechas que sus cuerpos amorfos no pueden atravesar. Y atascados quedan al percatarse de que su lugar en este mundo ha mutado más allá del tiempo en el que se sintieron fuertes y poderosos. Mientras llegan a ese embotellamiento, se habrán llevado por delante a otras vidas que también ejercieron su derecho a pensar, a considerar, a opinar: a ejercer la libertad, que no solo es una palabra. Por eso la lucha fue una especie de salida, donde la libertad quedaba representada por la conocida luz al final del túnel. Y es curioso como lo que en un tiempo fue, en otro no. Sin embargo, antes de acabar con los que distinto piensan, y no me refiero a simple desaparición física, han arramblado con otras tantas existencias coetáneas. Y, ahora, cuando la Historia ha cambiado, los dictadores de turno han pasado a formar parte de un libro de texto, con suerte, y los derribados y ninguneados ocuparán el espacio anónimo del olvido: apenas una línea en dicho libro de formación básica, si es que llegan a ello.

 

Dicen respetar, los dictadores, claro, las urnas si es a su favor: nunca estarán dispuestos a reconocer que los gobernados son otros, que la sociedad cambia y, ahora, los ínclitos jefes solo ocupan el despacho “otra vez”. Pero como no están dispuestos a reconocer nada, seguirán en sus trece: “de aquí no se mueve nadie porque de lo contrario no sale en la foto”.

 

Y todo viene a cuento porque no se puede asesinar a las palabras. Bien es verdad que en determinadas épocas unas son preferidas a otras, pero, al final, como en una rueda que gira, siempre regresan aquellas que una vez fueron olvidadas y reclaman con fuerza su presencia.

 

Cuando eso se produce, los dictadores tienen los días contados. Aunque hayan sido elegidos democráticamente. Al tiempo.

 

Juan FERRERA GIL

Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.3

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.