![[Img #24744]](https://infonortedigital.com/upload/images/01_2025/8569_quicoespino.jpeg)
Fue lo que me sugirió esta ilustración de Geño Aguiar cuando la vi: jugar con los amigos a la cometa, al trompo, al boliche, al pañuelo, a piola, al fincho…., en la calle, en los andurriales, en los barrancos, al aire libre, viendo el cielo, el mar, las montañas, corriendo, gritando de contento, entretenidos, abstraídos del mundo, sin pensar absolutamente en nada, con la atención centrada sólo en el juego.
Prácticamente todo el mundo ha jugado así a lo largo de los tiempos en lugares como el pueblo en el que me crié. En mi niñez era raro que tanto mis amigos como yo, que jugábamos siempre fuera de casa, al solajero, no tuviéramos las pantorrillas y las canillas matusadas y una jurria de chichones en la cabeza. Gallos les decíamos nosotros y recuerdo que mi padre, palpando uno de ellos, el más hinchado, me decía: “éste te canta esta madrugada, mi hijo”.
La Cueva Treinta, que se encontraba en el barranco Culo Pesao (uno de los barrancos de Ingenio, así llamado porque le costaba llevar agua), era nuestro cuartel general, y desde allí oíamos los gritos de nuestras madres, llamándonos cuando la noche se nos echaba encima y aguardándonos con la alpargata en la mano, como era el caso de mi madre, que nos esperaba a mí y a mi hermano, “que a ver qué horas son estas para volver a casa, que les tengo dicho que lo hagan tan pronto la tarde empieza a oscurecer". Y añadían: ¡consio!, para no decir: ¡coño!, que era cosa de hombres.
Ese ambiente casi bucólico que se daba en mi infancia no se produce en la actualidad. Son varias las razones para ese cambio, siendo las nuevas tecnologías la más influyente, pero el caso es que las niñas y los niños de ahora ya no juegan al aire libre y pasan muchas horas ante las pantallas de sus móviles, tabletas o portátiles, jugando en solitario y comunicándose en un mundo virtual, algo extensivo a la gente joven y a muchos adultos que se han enganchado a las redes sociales. Reconozco que me he aficionado al Whatsapp, con sus mensajes y sus iconos (esos imoges que te pican un ojo, te sacan la lengua, se mueren de risa, te miran triste…), pero sigo prefiriendo llamar por teléfono para oír el cloquío de la gente que quiero, y escuchar su risa, su expresión de asombro o cualquier inflexión de su voz.
Jugar es algo recomendable para todas las edades. Retozar, recrearse, divertirse, entretenerse, brincar, corretear, juguetear, parodiar incluso las cosas más serias de la vida, para que la vida no sea tan seria, todos los días, no sólo los días que lo indica el calendario, como puede ser el día de los Reyes Magos, para cuyos camellos yo también cogí hierba que ponía al lado de mi zapato con el fin de que Melchor, Gaspar y Baltasar me pusieran una pistola de mistos, un tren y una bicicleta, en ese orden. Lo pedía todos los años pero siempre me dejaban ropa de abrigo que es lo que, lo descubrí a los once años, me podían comprar mis padres.
Sabiendo que los Reyes Magos eran mis progenitores, ni siquiera le cogí hierba a los camellos al año siguiente y, antes de cumplir los doce, ya había reunido, cogiendo cochinilla, los diez duros que me costaba la pistola. Me faltaban diez pesetas para la ringlera de cien mistos, y dos semanas después las había conseguido. Por supuesto que no dije nada a mis padres de los doce duros que había reunido para comprarme el regalo de Reyes que ellos no me ofrecían, pues me los habrían quitado, y con los ojos a cuadro se quedaron el día de la Epifanía, cuando vieron una pistola de mistos dentro de mi zapato. Y yo aquella jornada disparé a medio pueblo hasta que se me gastó la munición. Y encima tuve la suerte de que uno de mis amigos me dejara jugar con el tren que le regalaron sus padres y otro me prestó su bicicleta para que jugara un rato con ella.
Creo que siempre seremos el niño, o la niña, que un día fuimos, y otro gallo nos cantaría si en lugar de hacer armas, que sólo sirven para matar, creáramos artilugios varios, montones de artefactos ingeniosos, que sólo sirvan para jugar.
Texto: Quico Espino
Ilustraciones: Eugenio Aguiar
Nota del autor: gracias a Eugenio Aguiar por el retrato.
Danirl Godoy | Martes, 07 de Enero de 2025 a las 14:38:57 horas
Aprender jugando es lo que hacíamos contigo en aquellas clases de Inglés, o cine, en el difunto Saulo Torón allá por el año 1995 cuando tuve la suerte de ser alumno tuyo…y justo leyéndote me doy cuenta que han pasado 30 años pero sigo recordando con mucho cariño esa manera de aprender/enseñar jugando….grandes recuerdos….!!
P.d. Disfruto mucho de tu fina pluma!!
Un abrazo
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