Propósito para 2025: hacer la revolución

Josefa Molina

[Img #10531]Comienza el año. Es un buen momento para echar la vista atrás y reflexionar sobre todo lo vivido, lo bueno, lo malo y lo regular. Cuando pensamos sobre nuestras vivencias de los últimos doce meses, hay que hacerlo, creo yo, desde la honestidad.

 

No se trata de un ejercicio que necesite testigos. Basta con reflexionar para nosotras y nosotros mismos. Seguro que habremos hecho mil cosas bien, varias que podríamos haber hecho mejor y otras que, tal vez, no deberíamos haber hecho. De todas aprendemos. Sobre todo, de las acciones en las que hemos errado, tal vez motivados por los prejuicios o los impulsos irreflexivos, decisiones que, viéndolas ahora desde la distancia, estamos seguros de que podríamos haberlas ejecutado de otra forma.

 

No se trata tampoco de flagelarnos. Somos seres humanos, en constante crecimiento, en constante cambio. Tenemos el derecho a equivocarnos y a cambiar si algo no nos gusta. Tenemos derecho a modificarnos para intentar ser más leales, para con los otros y otras, pero sobre todo, para con nosotras y nosotros mismos.

 

Pero es también el momento de felicitarnos por las buenas iniciativas emprendidas, por nuestras decisiones correctas, por nuestras acciones realizas con resultado positivo. Saber que por ahí está el camino hacia nuestra integridad.

 

Doce meses dan para mucho. 365 días son regalos únicos que nos ofrecen oportunidades para no solo ser, sino también ESTAR, que es ese algo intangible que muchas y muchos olvidamos con frecuencia: Estar a tu lado, compartir más allá de una pantalla, charlar, poder darte un abrazo, sentir la calidez de un gesto de cariño.

 

Si miro para atrás, personalmente, mi ESTAR contigo, persona que lees estas líneas, se ha materializado en la publicación de esta columna durante casi cada viernes del año, calculo que unos cuarenta y cuatro. Por cierto, quiero aprovechar para, desde aquí, agradecer a Infonortedigital la oportunidad que me ofrece de poder publicar estas columnas de opinión en su diario.

 

Una estupenda iniciativa que, para mí, personalmente ha supuesto un compromiso contigo, lectora/lector, que me ha impulsado a leer, a investigar, a reflexionar, a indagar, sobre lo que me rodea y me preocupa como ciudadana del siglo XXI, con el único propósito de, posteriormente, trasladarlo al papel y compartirlo contigo. Esto ha supuesto un estímulo semanal que me ha permitido crecer a nivel intelectual. Por eso quiero darte las gracias. Por ESTAR ahí, al otro lado de las palabras y ser el verdadero sostén de este espacio.

 

Vivimos en un mundo convulso. Donde los genocidios se retransmiten día a día por televisión y no pasa nada. Donde las personas mueren en nuestras costas buscando una oportunidad de vida mejor y no pasa nada. Donde el empleo se precariza a pasos agigantados, donde las mujeres son asesinadas por sus parejas y exparejas, donde las niñas y niños son violentados, las migrantes prostituidas, el medio natural expoliado y no pasa nada. Donde es imposible encontrar un piso de alquiler con un precio justo, donde nuestras ciudades se masifican y nuestros campos se despueblan, donde ir a supermercado y llenar la cesta de la compra es cada vez más caro y no pasa nada. Porque no interesa que pase. Solo interesa que ‘seamos felices’ y que cada cual viva en su burbuja, ajeno a los demás.

 

Vivimos en una sociedad donde se ha perdido la fe en la verdad, donde las falsas noticias copan el espacio informativo de las redes sociales, donde la desinformación y las teorías de la conspiración de todo tipo campan a sus anchas; donde el populismo político crece a golpe de ‘like’.

 

La verdad, como idea reguladora del discurso social, está en crisis. Ahora lo que prima es la actitud nihilista de las redes sociales, un fenómeno patológico de la digitalización que no pertenece a la cultura de los libros, como afirma el filósofo surcoreano Byung-Chul Han de forma preclara en su ensayo ‘Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia’.

 

Un mundo en el que dominan los afectos y las emociones en el ámbito político y donde los discursos, entendido como espacio para la exposición de ideas desde la reflexión y posterior debate en común, ya no tienen cabida al ser sustituidos por meras frases sensacionalistas en las redes, atentando directamente contra la base misma de la democracia. Tan solo hay que visionar un telediario cualquiera para certificar lo que estoy diciendo.

 

Vivimos en una sociedad narcisista en la que, más que nunca, leer, formarse, contrastar ideas, reflexionar y aislarse de las redes, constituye un posicionamiento de Estar en el mundo, un ejercicio político de Ser parte de una sociedad.

 

Leer no solo para ofrecernos a nosotras y nosotros mismos la capacidad de autoconocernos y relatarnos, sino para poder comprender a los demás. Que no es poco.

 

Por eso, en el año que va a está comenzando, les invito a leer, a autoformarse, a adentrarse más allá de las palabras y a descubrir todo lo que la lectura y la literatura nos puede ofrecer en una sociedad donde leer es un acto revolucionario. Este año 2025, les invito a rebelarse.

 

En 2025, leamos, ¡hagamos la revolución!

 

Josefa Molina

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