LA BRISA DE LA BAHÍA (209). Cuarto aniversario

Esto de contar los años de los textos publicados viene a significar, en realidad, poca cosa, apenas una ligerísima vanidad.

Además de poder organizarlos en distintas carpetas en el ordenador, tendemos a imaginar que los lectores, apenas unos veinte, son, sobre todo, generosos al aguantar lunes tras lunes esta perorata que no cesa. Así que agradecemos infinitamente a Infonortedigital.com que nos regalara esta ventana abierta al mundo como signo de esperanza, esfuerzo y participación en la aventura diaria, o casi, de las palabras.

Es verdad que no vamos a llegar a ninguna parte; no es menos cierto que mantenemos a buen recaudo el ego que, de momento, no nos agobia y también estamos en condiciones de afirmar que nunca alcanzaremos ni siquiera un pequeño reconocimiento. Ni que disfrutaremos ¡¡los 15 minutos de gloria!! Y eso está bien que así sea. Cuando el silencio de los otros traspasa, entre líneas, los textos creados, significa que la constancia es un grado; la mirada, fundamental y, sobre todo, poder decir lo que uno modestamente piensa es una alta cota de libertad jamás imaginada.

Aquí estamos. Aquí continuamos. Esta “brisa de la bahía”, que adormece y endulza la realidad, no solo es una particular visión de todo aquello que nos rodea, sino la confirmación, como siempre hemos dicho, de una manera de ser, ver y sentir. Cuando empezamos a redactar estas líneas, transcurre el mes de julio; un mes que ha empezado con lloviznas a destiempo y con la panza de burro que esconde y nos protege del fuerte sol del verano. Sin embargo, aquí, en este espacio digital, no solo no tenemos lugar donde escondernos, sino que la sencillez y la naturalidad sirven para situar los distintas cuestiones en su verdadera posición.

Este “cajón de sastre” en que se ha convertido “La brisa de la bahía” es, tal vez, lo que siempre andábamos buscando: un espacio claro y diáfano, muy imperfecto, donde comunicar ideas, pareceres, contar anécdotas y diferentes creencias que, equivocadas o no, se sustancian más o menos debidamente. Y para nosotros es más que suficiente. Escribir con cinco o seis meses de antelación también tiene su porqué. Quizás no solo sea el deseo de agradar, sino que, como cualquier trabajo dedicado, deseamos alcanzar la plenitud en el escribir; cosa difícil e imposible.

En fin, que ya llevamos cuatros años completos dedicados a redactar estas reflexiones. Y eso, además de mantenernos despiertos y con el ojo avizor, sirve también como terapia. Y si al final descubrimos que los lectores que nos siguen son unos cuantos, les decimos que no cejaremos en nuestro empeño: ¡ya empezamos el quinto año!

Pues eso: ¡¡gracias y salud!!

Juan FERRERA GIL