PÍO IXEl 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX declaraba a través de la Carta Apostólica “Ineffabilis Deus” el dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.
En dicha Carta, se afirma:
“18. Definición.
Por lo cual, después de ofrecer sin interrupción a Dios Padre, por medio de su Hijo, con humildad y penitencia, nuestras privadas oraciones y las públicas de la Iglesia, para que se dignase dirigir y afianzar nuestra mente con la virtud del Espíritu Santo, implorando el auxilio de toda corte celestial, e invocando con gemidos el Espíritu paráclito, e inspirándonoslo él mismo, para honra de la santa e individua Trinidad, para gloria y prez de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y aumento de la cristiana religión, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y con la nuestra: declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano. Por lo cual, si algunos presumieren sentir en su corazón contra los que Nos hemos definido, que Dios no lo permita, tengan entendido y sepan además que se condenan por su propia sentencia, que han naufragado en la fe, y que se han separado de la unidad de la Iglesia, y que además, si osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.
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19. Sentimientos de esperanza y exhortación final.
Nuestra boca está llena de gozo y nuestra lengua de júbilo, y damos humildísimas y grandísimas gracias a nuestro Señor Jesucristo, y siempre se las daremos, por habernos concedido aun sin merecerlo, el singular beneficio de ofrendar y decretar este honor, esta gloria y alabanza a su santísima Madre. Mas sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma santísima Virgen, que toda hermosa e inmaculada trituró la venenosa cabeza de la cruelísima serpiente, y trajo la salud al mundo, y que gloria de los profetas y apóstoles, y honra de los mártires, y alegría y corona de todos los santos, y que refugio segurísimo de todos los que peligran, y fidelísima auxiliadora y poderosísima mediadora y conciliadora de todo el orbe de la tierra ante su unigénito Hijo, y gloriosísima gloria y ornato de la Iglesia santo, y firmísimo baluarte destruyó siempre todas las herejías, y libró siempre de las mayores calamidades de todas clases a los pueblos fieles y naciones, y a Nos mismo nos sacó de tantos amenazadores peligros; hará con su valiosísimo patrocinio que la santa Madre católica Iglesia, removidas todas las dificultades, y vencidos todos los errores, en todos los pueblos, en todas partes, tenga vida cada vez más floreciente y vigorosa y reine de mar a mar y del río hasta los términos de la tierra, y disfrute de toda paz, tranquilidad y libertad, para que consigan los reos el perdón, los enfermos el remedio, los pusilánimes la fuerza, los afligidos el consuelo, los que peligran la ayuda oportuna, y despejada la oscuridad de la mente, vuelvan al camino de la verdad y de la justicia los desviados y se forme un solo redil y un solo pastor.
Escuchen estas nuestras palabras todos nuestros queridísimos hijos de la católica Iglesia, y continúen, con fervor cada vez más encendido de piedad, religión y amor, venerando, invocando, orando a la santísima Madre de Dios, la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original, y acudan con toda confianza a esta dulcísima Madre de misericordia y gracia en todos los peligros, angustias, necesidades, y en todas las situaciones oscuras y tremendas de la vida. Pues nada se ha de temer, de nada hay que desesperar, si ella nos guía, patrocina, favorece, protege, pues tiene para con nosotros un corazón maternal, y ocupada en los negocios de nuestra salvación, se preocupa de todo el linaje humano, constituida por el Señor Reina del cielo y de la tierra y colocada por encima de todos los coros de los ángeles y coros de los santos, situada a la derecha de su unigénito Hijo nuestro Señor Jesucristo, alcanza con sus valiosísimos ruegos maternales y encuentra lo que busca, y no puede, quedar decepcionada.
Finalmente, para que llegué al conocimiento de la universal Iglesia esta nuestra definición de la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen María, queremos que, como perpetuo recuerdo, queden estas nuestras letra apostólicas; y mandamos que a sus copias o ejemplares aún impresos, firmados por algún notario público y resguardados por el sello de alguna persona eclesiástica constituida en dignidad, den todos, exactamente el mismo crédito que darían a éstas, si les fuesen presentadas y mostradas.
A nadie, pues, le sea permitido quebrantar esta, página de nuestra declaración, manifestación, y definición, y oponerse a ella y hacer la guerra con osadía temeraria. Mas si alguien presumiese intentar hacerlo, sepa que incurrirá en la indignación de Dios y de los santos apóstoles Pedro y Pablo.
Dado el 8 de diciembre de 1854. Pío IX”
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En 1904, la Comisión formada en Gran Canaria para conmemorar el cincuentenario de dicha declaración dogmática, entendió que la mejor manera de hacerlo era solicitar al Papa la Coronación Canónica de la Virgen del Pino. Promovida por el canónigo Pedro Jiménez Quintana, así se le propuso al obispo de Canarias José Cueto que acogió con agrado la propuesta y en mayo de 1904 la elevó al Vaticano. El 24 de julio de aquel año, el papa Pío X otorgaba a Nuestra Señora del Pino los honores de su Coronación Canónica.
Este rito tenía sus orígenes en el siglo XVII y se utilizaba para las imágenes que eran coronadas en nombre del Cabildo de San Pedro de Roma. Santa María la Mayor de Roma y la Virgen de Oropa, en 1620 fueron las primeras imágenes coronadas canónicamente; pero no fue hasta el siglo XIX cuando la costumbre se extendió como una forma de destacar la especial devoción que los pueblos de la Cristiandad tenían hacia ciertas imágenes de Nuestra Señora.
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En España, la primera coronada canónicamente fue la Virgen de Monserrat de Cataluña en 1881 y ocho años más tarde lo fue la por entonces Patrona de Canarias, Nuestra Señora de la Candelaria. Actualmente se rige por el Ritual promulgado por el Vaticano el 25 de marzo de 1981, en el que se extiende el privilegio de la concesión a los obispos diocesanos juntamente con la comunidad local, por lo que las coronaciones pueden ser pontificias (por decisión expresa del Papa o del Capítulo Vaticano) o diocesanas.
El próximo año, dentro del Año Jubilar, será coronada la imagen de Nuestra Señora del Carmen, del capitalino barrio de La Isleta; con la peculiar connotación de que desde los humildes orígenes del lugar y de la misma implantación allí de la santa advocación; la presencia social y devocional de la misma es tan fuerte, tan impregnadora de fervor, que ha bastado un siglo para hacerla merecedora de este honor.
En 1904, cuando el Cabildo de San Pedro de Roma decretaba la Coronación, comenzó en la isla de Gran Canaria una ilusionada cuenta atrás en lo que iba a ser el primer acto de relevante importancia de los muchos que durante el siglo XX fueron conformando la singular idiosincrasia de la advocación del Pino, su relación con los poderes públicos durante décadas y el auge y configuración de las fiestas que en su honor (y en honor a la simbología de lo canario) fueron acrecentándose y mejorando a lo largo de ese siglo. Teniéndose prevista la celebración del acto para diciembre, ya que se deseaba hacerlo coincidir con la onomástica de la Inmaculada Concepción, los temores a las lluvias, el deslucimiento del evento por la escasez de tiempo y la buena acogida que estaba teniendo, sobre todo entre las mujeres grancanarias, la campaña de recogida de donativos y de joyas con las que realizar las coronas y sus aureolas nimbadas de doce estrellas tal como las describe el Apocalipsis, determinaron el que la Comisión propusiera al obispo el retardar la fecha de la coronación hasta el año siguiente. La propuesta, aceptada por el prelado fue elevada a Roma y con su visto bueno se eligió el mes de septiembre de 1905 para llevar a cabo el acto con todos los honores que el mismo merecía.
Ni la visita del ministro Eduardo Cobian y Roffignac, en mayo de 1905 para preparar la que el monarca Alfonso XIII tenía previsto realizar el siguiente año; ni los distintos actos con que por iniciativa del periodista Mariano de Cavia se celebraba el tercer centenario de la publicación del Quijote lograron menoscabar ni un ápice el entusiasmo que todos pusieron en la Coronación de la Virgen del Pino.
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Durante más de un año se estuvieron recogiendo aportaciones para realizar las coronas y cientos de mujeres donaron joyas para que formaran parte de las mismas; un aspecto que daba un valor sentimental añadido a las mismas. El orfebre Casimiro Márquez realizó una filigrana digna del fin a que se destinaba; 800 gramos de oro de 18 quilates, 56 esmeraldas, 34 brillantes, 180 granates y zafiros y 700 perlas ornamentaron una pieza sin igual que fue el resultado del empeño de un pueblo que en su mayoría estaba formado por personas que sufrían la penuria económica de las islas pero a las que no importó desprenderse de las pocas joyas que tenían y poco a poco reunir lo necesario para realizar las Coronas, de las que a fin de cuentas y en justicia todos eran partícipes.
Tal como se detalla en el trabajo “El Patrimonio Histórico de la Basílica de Nuestra Señora del Pino de Teror” María de los Reyes Hernández Socorro y José Concepción Rodríguez, el terorense “guarda una obra de grandes dimensiones que figura la Coronación Canónica de la Virgen del Pino, junto a los escudos de Pío X y D. José Cueto, quienes presidían la iglesia de Roma y el obispado canariense en aquel momento. Está fechada y formada, “IX de 1905 / E. Lafont”, y muestra buen estado de conservación. La pintura fue verificada en la capital grancanaria, como nos hace saber la documentación. Así, a finales de agosto de 1905, Enrique Lafont cobra de la iglesia 350 pesetas por pintar “un lienzo de la Virgen del Pino, incluyendo los gastos de viaje para tomar apuntes de la misma”. El marco de la pieza correspondió al carpintero José Feo Hernández, así como el transporte desde el obrador del pintor a su taller, y desde aquí a la Villa mariana. El cuadro fue colgado en la fachada del templo, ante la vidriera central, en ocasión de la Coronación Canónica de la imagen; aparecía guarnecida de damascos. A ambos lados de esta plasmación se colocaron escudos diversos, tales eran los de Pontífice Pío X, el correspondiente al Excmo. Cardenal Arcipreste de San Pedro, otro del Cabildo de la Basílica Vaticana y, por último, el perteneciente al prelado D. José Cueto. En el resto del frontispicio colgaban festones y gallardetes con los colores nacionales, de la Purísima y la Santa Sede…Desconocemos cualquier información sobre el artífice de este cuadro mariano. Presumimos que debió de llegar a Gran Canaria formando parte del séquito que atendía al reseñado obispo D. José Cueto. Así, quizá fuera compañero de José María Bosch López, quien llegó a Canarias como paje de tal corte”
Una semana antes de la Coronación, el Sol sufrió un eclipse total quizás como un preludio de la magnífica y luminosa mañana con que, tal como nos describen las crónicas, la víspera de la Natividad de Nuestra Señora de 1905 anunció a la Gran Canaria que el día tan esperado había llegado. Y al mediodía de aquel 7 de septiembre de 1905, la voz del obispo José Cueto y Díez de la Maza revestido de pontifical anunció, después de mostrar las coronas al pueblo, con tono solemne desde la puerta principal del templo de Teror, donde se había ubicado el Trono, a los más de treinta mil canarios que aquel día asistieron a la ceremonia, las palabras establecidas por la fórmula del Ritual, y repetidas según coronaba a al Niño y a la Virgen:
“Así como eres coronado en la tierra por nuestras manos, así merezcamos ser coronados por Ti en los cielos de gloria y honor. Así como eres coronada por nuestras manos en la tierra, del mismo modo merezcamos ser coronados de gloria y honor por Cristo en los cielos”
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El entusiasmo se desbordó durante todo el resto del día.
Las imágenes de la Virgen del Pino y el Niño lucieron las Coronas de 1905 durante gran parte del siglo XX y cientos de fotografías y postales perpetuaron aquella maravilla de la orfebrería isleña. Pero cuando este acto de fervor sin igual y de entrega de la diócesis de Canarias a su Patrona iba a cumplir siete décadas, un hecho extraño en estas tierras, un robo sacrílego, vino a modificar la historia del Pino y de la Iglesia en el archipiélago. Las coronas que con tanto amor forjaron las voluntades de nuestros abuelos, desaparecieron hace más de treinta años en el robo perpetrado en el Camarín de la Virgen del Pino la noche del 15 al 16 de enero de 1975; y el valor espiritual y sentimental que representaban por estar realizadas con las joyas donadas por las mujeres canarias de sus propios ajuares quedó entonces remarcado y significado muy por encima de su valor material, ya de por sí bastante alto.
El asombro dejó paso a la desolación y a la incredulidad; multitud de hipótesis se barajaron y llegó a atisbarse algún intento de rebelión contra los que se suponían inductores de la profanación.
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Pero, por encima de todas estas circunstancias, y tal como lo describiera el cronista Néstor Álamo, al pueblo de Canarias “se le cayó el alma a los pies” mientras sobre Teror se esparcía “una tristeza densa, espesa, desganada”
En 1980, para conmemorarlos 75 años de todo ello y por encargo de la entonces Camarera de Nuestra Señora, María del Carmen Bravo de Laguna; Nuestra Señora del Pino estrenó un nuevo Manto Verde, realizado en los talleres parroquiales por Paco Herrera y Juan Carrasco para sustituir al anterior, con el que se la vistió por última vez en 1977.
En raso de seda natural de la casa “Dior” de París; bordado en hilo de oro de Valencia; adornado con dos mil zafiros sintéticos, 35 metros de encaje de oro confeccionado a mano en Alemania y 10 metros de tisú de plata, adquiridos asimismo en París; es uno de los más utilizados en las cuatro últimas décadas.
José Luis Yánez Rodríguez
Cronista oficial de Teror
































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