Matar al mensajero

Josefa Molina

[Img #10531]Leo con desazón en un artículo de prensa publicado en un periódico de tirada nacional de hace unos días que el presidente de Argentina, el ultraderechista Javier Milei, amenaza a las y los periodistas de su país con un “ya les llegó la hora”. Estas amenazas las realizó a través de la red social X, antes conocida por Twitter, que, como todas y todos sabemos, se caracteriza por su gran pluralidad, estupendas buenas formas, su mucha educación y más todavía respeto a las opiniones contrarias. En fin.

 

Milei, un tipo histriónico con ojos saltones, pretende ser el cantante de rock que salve a la población argentina de la miseria económica en la que ha estado -y sigue estando- inmersa, a base de políticas neoliberales de máximo calado proteccionista.

 

No me extrañó nada contemplar a este personaje siendo el primer responsable de Gobierno de un país, en plantarse en cero coma en Estados Unidos para dar la enhorabuena por los resultados electorales a otro de su misma cuerda: Donald Trump. La instantánea fotográfica del momento también contenía la imagen del dueño de X, el multimillonario Elon Musk, como el tercer personaje en discordia. Los tres jinetes del Apocalipsis. El cuarto se encontraba a miles de kilómetros de Estados Unidos, ocupado asesinando mujeres e infantes en la franja de Gaza.

 

Matar al mensajero es una expresión que se utiliza cuando se culpa de las malas noticias a la persona que da un mensaje y no a la fuente origen de las mismas. En el caso de Milei, y de todos los machos alfa de la ultraderecha y el ultraliberalismo capitalista, el mensajero siempre es el Otro, o la Otra, llegado el caso, que va en contra de lo que ellos defienden o quieren imponer.

 

Ya sabemos que, en cualquier sistema político de corte fascista, el primer derecho que se restringe es el derecho de la información. Y para ello, estos personajes aupados a los máximos órganos de poder de sus respectivos países, no dudan en acusar a cualquier profesional de los medios de ser unos ‘ensobrados’, es decir, cobrar dinero por informar de una u otra manera, o en amenazarlos directamente, poniendo en cuestionamiento su profesionalidad o atacando directamente a su honestidad profesional. Solo les falta que les señalen directamente como objetivo de sicarios o de desalmados seguidores, para que la o el periodista acabe con un tiro en cualquier cuneta de una carretera.

 

Hay que recordar que, según datos de Reporteros Sin Fronteras, a fecha diciembre de 2023, fueron 45 los periodistas asesinados en el ejercicio de su profesión. Además, más de 130 periodistas palestinos han sido asesinados en Gaza desde el inicio del genocidio impuesto por Israel en Gaza. Con datos del pasado año, en todo el mundo, 521 periodistas se encuentran encarcelados por causas arbitrarias relacionadas con su profesión. En Latinoamérica no es extraño el día en que una o un profesional de los medios es asesinado por las bandas de narcotráfico.

 

Y es que en determinados países, ejercer la profesión de informar es ejercer una profesión de riesgo. Y si a eso le sumamos las acusasiones directas que realizan los que ostentan el poder, pues ya nos podemos imaginar por dónde van los tiros. Nunca mejor dicho.

 

Menos mal que ahora, gracias a redes sociales ‘tan sumamente pluralistas y respetuosas con la opinión ajena’ como es X (subrayase la ironía), la opinión sesgada, manipulada o directamente falsa, es la única a la que se le dota de ‘veracidad’ por parte del poder político y económico. Me reiría si no fuera porque el tema no tiene ninguna gracia y porque lo que está en juego es algo mucho más grande que las ansias agresivas y peligrosas de este grupo de fantoches con dinero.

 

Porque de eso estamos hablando: del poder del dinero de unos pocos que subyuga el derecho de otros muchos a vivir con tranquilidad dentro de los parámetros de un sistema democrático.

 

No hay más que leer las propuestas de los integrantes del futuro equipo de gobierno del millonario empresario de cara anaranjada como para obtener algo de idea de cuál es el perfil ideológico de su gobierno: uno investigado por pagar por tener relaciones sexuales a una menor, otro acusado de violencia sexual a sus empleadas, otro mató a tiros a su perro, otro conocido por ser un negacionista de las vacunas cuando el mundo se enfrentaba a una pandemia, otro negacionista del cambio climático, … y muchos de ellos sin tener ni la más mínima formación para el cargo que van a ostentar. En fin, toda una declaración de intenciones que ya nos avisa de por dónde va a ir el futuro no solo de ese país, sino del resto del mundo.

 

El mundo está gobernado por un conjunto de personajes para quienes la palabra ‘libertad’ significa ‘capitalismo neoliberalista’ a ultranza, es decir, libertad, sí, pero como yo quiera que sea. Recuerden que Isabel Díaz Ayuso, hizo de la palabra ‘libertad’ su emblema durante la campaña electoral de 2021 que, en sus dos acepciones más clásicas, se podrían resumir en no intervencionismo del Estado ni en el mercado ni en el individuo.

 

Quizá habría que recordarle a estos políticos populistas que no todo vale y que existen las leyes por algún motivo. Libertad no es no cruzarte con tu ex en las calles de Madrid. Es un concepto demasiado bello e intrínseco al ser humano que el neoliberalismo y la posmodernidad ha empozoñado de forma muy peligrosa. Y siempre para hacer salvaguardar sus propios intereses.

 

En este mundo tan de locos, leer ensayos como el titulado ‘Sin Relato’ de la escritora y psicoanalista, Lola López Mondéjar, que se alzó con el Premio Anagrama de Ensayo 2024, supone una oportunidad para contar con las herramientas conceptuales necesarias para comprender por qué hemos llegado a este punto en el mundo y, sobre todo, hacia dónde se deriva la sociedad actual dominada por una población joven digital sin capacidad para recrear su propio relato, sin capacidad lectora ni de atención, una sociedad secuestrada por la era digital que subyuga la capacidad creativa del ser humano para convertirnos en meros cultivadores de anécdotas que subimos a las redes sociales en busca de una felicidad prometida que no llega, porque somos incapaces de dedicar tiempo a la reflexión y a cultivar el pensamiento crítico.

 

La sociedad vive secuestrada por los gurús digitales que lo venden todo. De ahí devienen las elevadas dosis de insatisfacción personal, los problemas de salud mental, el acceso a las drogas y las elevadas tasas de suicidio juvenil e infantil.

 

Por eso es tan importante, siguiendo con el ensayo ‘Sin relato’, parar un poco, dedicarnos tiempo a estar con nuestras propias reflexiones y con los demás, sin móviles de por medio. Y dedicar tiempo a leer, a cultivar el pensamiento y el conocimiento que es nuestro principal don como seres humanos. Y lo que hace que seamos diferentes a la masa humana manejable e iletrada. Leer, entender, contrastar. Ni más ni menos.

 

Josefa Molina

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