Opinando sobre guayarminas y godas

Clemente Reyes Santana

[Img #23534]Nunca he entendido muy bien el interés cinéfilo de nuestro consistorio, expresado en la instauración del Festival Internacional de Cine de Gáldar, ni siquiera su coste para las arcas municipales (que no debe ser poco dado su ingente despliegue de medios), ni tampoco como lo valoran mis vecinos y vecinas. Por los medios conozco que en el mismo se otorga la distinción de Guayarmina en distintas modalidades, entre éstas la mejor actriz en largo y en cortometraje.

 

Esto seguramente obedezca a que no soy forofo de tal modalidad escénica, ni entendido en el arte de los hermanos Lumière, pero aun así, soy consciente de que todo lo que suponga enriquecer el bagaje cultural debe ser bienvenido en cualquier sociedad desarrollada que se precie.

 

Estos días llegó a mi cuenta de WhatsApp un recorte del programa de la televisión española Late Xou (o algo parecido), donde la actriz catalana doña María del Pilar Peña Sánchez, conocida como Candela Peña, se esforzaba en provocar la risa del auditorio, a costa del aludido festival cinematográfico de nuestra ciudad. El vídeo parece que ya ha dado la vuelta al mundo gracias a las redes sociales.

 

Confieso que inicialmente me pareció una parodia sin mucha gracia y con evidente sobreactuación de la protagonista y del presentador, el periodista Marc Giró, que se desternillaba como si escuchase alguna ocurrencia de Les Luthiers. Pero volviendo a escuchar el relato de la Sra. Peña, ya empezó a resultarme familiar el sonsonete de su alocución, trayéndome a la memoria talantes que en Canarias conocemos de sobra y venimos sufriendo desde hace siglos.

 

Nuestra pretendida humorista empezó mofándose del nombre de la ciudad que amablemente la acogió para destacarla como Guayarmina, a la que citó como si de un remoto lugar desconocido se tratase. Luego insinuó que se dignó en asistir al evento por clásica condescendencia de una residente en los madriles hacia unos pobres aldeanos de provincias que, mira por donde, le imploraron su presencia para condecorarla.

 

Siguió cachondeándose de la costa del Agujero y de su denominación, enclave que los locales identificamos con el histórico Pozo de la Arenilla, donde ya nuestros denostados aborígenes se remojaban antes de la abrupta llegada de los castellanos y lugar al que pareciera la condujeron en contra de su voluntad. También lo denomina playa, en un nuevo derrape de la peninsular, que podría disculpársele por su ignorancia de nuestro terruño, porque la playa más cercana es la de Bocabarranco. Con todo, este lapsus me pareció el más perdonable de su desafortunada diatriba.

 

Culminó su bufonada, la muy natural de Gava, haciendo gala de una malcriadez gratuita con la que obsequió a una señora que quiso fotografiarse con la diva, despachándola con una educación marca de la casa y regodeándose luego de ello.

 

Pero en el trasfondo de todo este relato, lo que a mis pocas entendederas subyace no es otra cosa que el modo altanero y chulesco con que ciertos personajes proclives a escupir eses y cosas menos ortodoxas se siguen manejando en estas nuestras islas.

 

Será que siempre me ha merecido un enorme respeto nuestra herencia cultural, o que me duela la chanza a costa de cualquiera de nuestras señas de identidad, ya sea la toponimia, ya sea la memoria de nuestros ancestros (que en palabras de mi amigo Domingo Oliva Tacoronte “enfrentaron una guerra desigual e injusta”), o que ya tengo una edad en la que se soportan cada vez menos las impertinencias, que la escenita me resultó todo un insulto a esta tierra y, especialmente a todos los galdenses, que acogieron a la autora de la grosería para reconocerle méritos artísticos de los que carece como persona.

 

Tengo la convicción de que los isleños seguimos siendo acogedores y respetuosos con quienes nos visitan y agradecidos con la hospitalidad y el aprecio que se nos prodiga, sea donde sea, por eso no creo que la actora haya estado a la altura del reconocimiento otorgado, ni del papel que le tocó en este reparto.

 

El catedrático de psicología tinerfeño Pedro Hernández Hernández, en su libro “Conocer Canarias, Mil Preguntas y Respuestas para Disfrutar”, ofrece quizá la definición más acertada a estas maneras de conducirse: “El término “godo” es un término despectivo que nada tiene que ver con un aspecto racial, sino con un aspecto psicológico o comportamental. En concreto, se suele referir a aquellos españoles con talante de autosuficiencia y prepotencia”.

 

No hace falta ser independentista, ni nacionalista, ni canarista, sino tan solo amar algo a tu tierra para sentir una revoltura en el estómago y un intenso asco frente a bufonadas como la de doña Candela Peña y su paisano catalán y cómplice necesario, el Sr. Marc Giró.

 

En mi modesta opinión, ya están tardando los responsables del consabido festival en adoptar medidas al respecto y, por si les sirviese de ayuda, se me ocurren un par de ideas:

 

Opción A: Retirar a la susodicha intérprete la distinción de Guayarmina del FIC, dada su manifiesta indignidad para ostentar un título que lleva el nombre de una princesa aborigen de esta tierra.

 

Opcion B: Modificar el acuerdo de concesión del título, otorgando a la comedianta uno nuevo: Goda Mayor del Festival de Cine de Gáldar, en justa correspondencia con su impresentable proceder.

 

Táchese lo que no proceda.

 

Clemente Reyes Santana

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