La invisibilidad como recurso literario

Ramón F. Díaz Hernández

[Img #23498]Las viejas ideas sobre la transmigración de las almas con encarnaciones aleatorias en seres vegetales o animales, e incluso la conversión de cuerpos humanos en seres invisibles a través de prácticas misteriosas es un imaginario muy extendido a la sombra de ciertas religiones como la hinduista, así como en las tradiciones ancestrales de pueblos de todas las latitudes en los que este concepto ha formado parte de su acervo cultural. La literatura y Ciencias Sociales como la antropología y la etnografía recurren con harta frecuencia a esa mitología para investigar la huella de antiguas prácticas enigmáticas o desvelar sobre si se trata o no de una metáfora que oculta un simbolismo antropológico hasta ahora inexplicable.

 

De otra parte, nos encontramos con las aves que en la tradición indígena han desempeñado un papel muy destacado pues influyen intensamente en la mente humana, a veces con una intención sobrenatural de favorecer una nueva vida en otra dimensión. En ese sentido existen creencias tan antiguas como la humanidad en donde estos seres emplumados son capaces de interactuar con los dioses, con las leyes de la naturaleza conjuntamente con determinados pueblos dando pie a multitud de mitos y leyendas cuya estela sigue estando presente en la actualidad a través de la literatura.

 

De todos son conocidas las fascinantes leyendas andinas ligadas a ese hermoso animal alado que es el Cóndor, el ave más grande del planeta. O los sorprendentes relatos que tienen como protagonista a la mitológica ave Wira-Purú que vive en el Amazonas de la que se dice que con solo oír su canto se le concede todo género de parabienes a quien lo escucha. En la tradición indígena el Wira-Purú es un hombre que se había enamorado de una mujer que ya estaba casada con un cacique. Para poder verla y manifestarle su amor con un canto, el dios Tupá lo transformó en ave. Pero enterado el cacique de la estratagema quiso atrapar a Wira-Purú quien desde entonces vive escondido en la selva más inaccesible donde no lo pueda encontrar nadie.

 

En los años sesenta del pasado siglo, Luis Alberto del Paraná y el Tríos Los Paraguayos, destacados intérpretes de canciones sudamericanas, popularizaron una polka paraguaya muy pegadiza compuesta en 1945 por el argentino Guillermo Breer titulada Pájaro chogüí. En ella se cuenta como un indio muerto en accidente se transmutó en una hermosa ave del Paragüay de la que extraemos las siguientes estrofas que dicen:

 

Cuenta la leyenda que en un árbol

se encontraba encaramado un indiecito guaraní

Que sobresaltado por un grito de su madre

perdió apoyo, y cayendo se murió.

Y que entre los brazos maternales

por extraño sortilegio en chogüí se convirtió.

 

Y desde ese día se recuerda
Pajarito cuando canta
como un eco a lo chogüí

 

Chogüí, chogüí, chogüí
qué lindo es, qué lindo va
perdiéndose en el cielo azul turquí
 

En una entrevista reciente publicada por el diario El País a Anne Michaels (autora de El Abrazo, Ed. Alfaguara 2024), la novelista canadiense afirmaba que a lo largo de la historia muchos “autores quisieron aseverar el valor de las cosas que no pueden ser probadas porque su propia naturaleza lo impide”. Y mantiene que “Durante los siglos XIX y XX la ciencia empezó a manipular lo invisible: los electrones, los rayos X, el mundo cuántico. Eso desplazó nuestra relación atávica con el mundo invisible. En aquel periodo se produjo un auge de lo sobrenatural”. Esa percepción sobre lo invisible me recordó viejas lecturas de autores tan venerados como Roa Bastos e Isabel Allende que en algunos de sus escritos recurren al fenómeno de la invisibilidad practicado por las tribus indígenas del Amazonas para combatir o protegerse de sus enemigos.

 

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En su libro Yo el Supremo (1974), el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos (1917-2005) refiere en varios capítulos la presencia de seres que se hacen a sí mismos invisibles. Se trata de las tribus que habitan en lugares ignotos en donde los hombres aparecen como sombras que han perdido sus cuerpos. Roa Bastos cita un relato del jesuita Montoyai por el que el cacique Avaporú mascaba la yerba mágica del Yayeupá-Guasú; estornudaba tres veces y se volvía invisible (p. 190). En otro capítulo comenta que los indios gualachíes (según el jesuita francés Nicholas Du Toict, (1611-1680)ii era gente salvaje. “Son los salvajes más salvajes que pueblan el Guayrá. Sobre su jefe se ha difundido la leyenda de que no solo es inmune a las armas de los europeos, sino de que puede también cambiar de aspecto a voluntad en las más extrañas metamorfosis y hasta volverse invisible. Dicen que recorre sus dominios por tierra o por aire montado en un tigre azul” (p. 276).

 

En varios relatos cortos que Isabel Allende incluye en su libro Cuentos de Eva Luna (BBA editores, 1889) aborda el tema de la propiedad que tienen algunos indios de la selva amazónica para convertirse en seres invisibles. Por ejemplo, en el décimo relato titulado Walimai vemos como este valeroso guerrero, descendiente por parte de madre de la tribu Ila, es obligado a trabajar con los europeos que recolectan caucho en la selva. Cuando acababan la faena diaria, la empresa disponía de un servicio de desfogue sexual del personal con una jovencita indígena atada dentro de un chamizo desvencijado. Walimai identificó enseguida a la joven cuyo origen era también de la tribu Ila y se apiadó de ella. Rápidamente pensó en liberarla empleando una curiosa técnica aprendida de su madre. La hirió mortalmente en el cuello hasta que el espíritu de la joven se introdujo en el cuerpo de Walimai aferrándose a su esternón. Cargó con el peso de la joven y no comió para no engordar a los dos organismos y así caminar ligeramente hasta alejarse del campamento de los productores de caucho. Varios días estuvo andando hasta que llegó a un lugar seguro en donde el cuerpo de la joven se separó del de Walimai y se encarnó finalmente en un lindo pájaro tucán de vivos colores.

 

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En La Ciudad de las Bestias (2002) vuelve otra vez Isabel Allende a tratar de modo más exhaustivo la cuestión de la invisibilidad, pero convertido esta vez en tema central representado por una tribu autóctona del Amazonas cercano a Venezuela denominada la gente de la Neblina. Se trata de un grupo indígena que posee tanta armonía con su entorno, que puede, literalmente, desaparecer. Esta experiencia narra los contactos que tienen unos occidentales con los oriundos en un viaje emocionante e inolvidable al asombroso y vasto corazón del Amazonasiii.

 

La Ciudad de las Bestias es una novela que trata de una expedición organizada por un millonario que tiene como objetivo eliminar a los indígenas con falsas vacunas y quitarse de encima su molesta presencia a fin de poder explotar sin limitaciones los grandes recursos de oro y diamantes que contiene el subsuelo de aquel territorio.

 

Dentro de la tradición del realismo mágico, se interpreta este viaje de ficción hacia una parte inexplorada de la selva amazónica como el internamiento de un grupo heterogéneo de occidentales en un territorio misterioso en donde se borran los límites entre la exótica realidad y el sueño místico que genera situaciones sobrenaturales en donde hombres y dioses se confunden y los espíritus andan de la mano con los vivos. En medio de esa atmósfera mágica se presentan los indígenas como seres extraordinarios que pueden hacerse invisibles a voluntad.

 

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En efecto, en un pasaje de La Ciudad de las Bestias la tribu al completo se presentó ante el campamento y los expedicionarios pudieron comprobar estupefactos que las mujeres y los niños eran “impalpables, tenues y misteriosos”. Luego pudieron percatarse de que:

 

“… los hombres armados, que en realidad habían llegado antes y se habían colocado en un semicírculo, surgieron de la nada, mudos y soberbios, encabezados por Tahama, pintados para la guerra con el rojo del onotoiv, el negro del carbón, el blanco de la cal y el verde de las plantas, decorados con plumas, dientes, garras y semillas, con todas sus armas en las manos. Estaban en medio del campamento, pero se mimetizaban tan bien con el entorno que era necesario ajustar los ojos para verlos con nitidez. Eran livianos, etéreos, parecían dibujados en el paisaje, pero no había duda de que también eran fieros. Por largos minutos los dos bandos se observaron mutuamente en silencio, a un lado los indios transparentes y al otro los desconcertados forasteros” (Allende 2006:249).

 

Como podemos ver, los indígenas eran invisibles al principio y para poderlos ver tenían que corporeizarse, es decir, hacerse visibles. Allende describe esta invisibilidad en la observación de los niños y de las mujeres de la gente de la neblina como impalpables y tenues. O sea, como seres imperceptibles, sutiles e invisibles.

 

Los hombres de la tribu recurrían a la invisibilidad y se hacían incorpóreos para camuflarse mejor en el entorno y de esa forma sentirse más protegidos y defenderse mejor de las agresiones externas. Por eso "se mimetizaban tan bien con el entorno que era necesario ajustar los ojos para verlos con nitidez".

 

De todo lo dicho hasta aquí se puede extraer como conclusión que el mito de la transformación de hombres en aves y la invisibilidad es un recurso bastante atrayente, aunque no constituye ninguna novedad pues su utilización se remonta a tiempos muy remotos. Se dice que el mismísimo Platón hizo alusión a un pastor llamado Giges que se encontró casualmente un anillo mágico que le convertía en invisible cuando lo hacía girarv. Idéntica leyenda, pero aderezada con nuevos personajes, hechos y variantes, se ha convertido en un poderoso elemento literario dotado de una carga simbólica muy densa que ha sido empleada frecuentemente por escritores de distintos lugares y diferentes épocas.

 

Ramón Díaz Hernández

 

i Ruiz de Montoya, Antonio (Lima, Perú, 13 de junio de 1585-Ib., 11 de abril de 1652), autor del libro Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las provincias del Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape.

ii Du Toict, Nicholas escribió Historia de la Provincia del Paraguay y de la Compañía de Jesús a mediados del siglo XVII.

iii Capítulos 17 y 18: El Pájaro Caníbal y Manchas de sangre, en Isabel Allende (2002): La Ciudad de las Bestias Ed. Debolsillo. Barcelona 2002

iv Es una planta de la que se extrae un colorante natural usado también para dar color y sabor a ciertas comidas.

v Platón: La república. Libro II. (“El anillo de Giges”)

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