Despertó de su ensueño en Tamadaba
y envalentonado bajó los riscales,
arrasando a su paso cuanto encontraba
con ansias de hacer lo propio en verde Valle.
Pero fue del perfume de azahar preso
y se convirtió en ligera y suave brisa,
que retoza entre las ramas del naranjo
y en el cafetal las drupas acaricia.
Vió desde lejos la mar como laguna
y, dando riendas a sus ansias de matón,
la convirtió en blanca y peligrosa espuma,
haciendo zozobrar las barcas sin razón.
Se encontró con mutilado monolito
y evocó la ira que no pudo dominar,
amainando, le rindió honores, contrito,
y siguió por Faneque, manso, hacia el Pinar.
Juana Moreno Molina
Ilustración: Antonio Juan Valencia Moreno
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