
Cuando afirmamos que el ritmo del latir y sentir del gomero suena a Tajaraste, no nos equivocamos, y es que la chácara, pero sobre todo el tambor ha estado omnipresente en la historia de La Gomera. En muy pocas ocasiones, un instrumento musical ha estado tan ligado a las formas de vivir y percibir la cotidianidad de la vida como ha sido la propia simbiosis del tambor y el gomero, estando presente desde el nacimiento de cualquier infante, en bodas y celebraciones y aunque no lo creamos, también a la hora de la muerte.
El concepto que tenemos sobre este hecho natural ha ido evolucionando hasta nuestros días, modificando nuestra mentalidad frente a la muerte a la vez que lo hacemos frente a nuestra propia manera de entender la vida.
Hasta no hace mucho tiempo, la muerte estaba tristemente más presente de lo que nos podíamos imaginar, teniendo aquellas generaciones una percepción sobre la misma muy diferente a la que podemos tener hoy en día. Uno de esos ejemplos, es el Velorio de los Angelitos. Esta celebración se contextualiza tras el fallecimiento de un niño menor a 7 años, entendiéndose que las muertes de estos grupos humanos en décadas pasadas eran muy frecuente y numerosa en nuestra sociedad isleña. La muer- te de los niños, siempre y cuando estuviesen bautizados, era entendida en aquella época como la mismísima salvación eterna del infante, ya que su cuerpo no se había visto afectado por pecado alguno, de ahí que estuviese totalmente prohibido el llanto o pena por su partida.
Tras el fallecimiento del menor, el niño permanecía tumbado sobre la mesa de la casa, momento en el que el padrino cogía su cuerpo inerte para bailar y cantar al ritmo del tambor y de esa manera pasárselo a su madre. Una vez ejecutada esta danza, su cuerpo volvía a ser velado en la mesa, para dar paso a familiares, amigos y vecinos que se acercaban con cintas de colores en los que se le pedía al niño difunto que le llevase estos mensajes a los finados del que le había puesto esta cinta, es decir, el niño hacía las veces de interlocutor entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Esta tradición del Velorio de los Angelitos, ha ido decayendo por dos motivos, quizás el positivo es que los fallecimientos de niños cada vez son más extraños y por otro, por la pérdida de todo ese bagaje cultural con el cambio de modelo socioeconómico de los años 60 y 70 del pasado siglo. Estas tradiciones como tantas otras vinculadas al mundo de la muerte, son un claro reflejo de cómo nuestros antepasados más cercanos se enfrentaban a este último y trascendental hecho que define nuestra propia existencia.
Curiosidades:
-
Los mensajes que podían dar lugar tras acercarse al niño difunto con la cinta eran del estilo: "Dile a mi padre que la niña que dejó pequeña ya se casó, y que por aquí estamos todos muy bien. Y para que te acuerdes te pongo esta cinta de color verde".
-
Los pies de romances durante la celebración del Velorio de los Angelitos funcionaban como si fuese una oración, siendo quizás el más conocido el que dice así: "Yo mandé un ángel p'al cielo / y si no canto me muero".
-
Esta tradición del Velorio de los Angelitos también estuvo presente en algunas zonas rurales de Sudamérica.
Bibliografía: 25/10/2024.Velorio de los angelitos. Instituto Canario De Las Tradiciones.

































Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.3